Opinión
Ver día anteriorDomingo 16 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Escritora de fiesta
E

l Día del Libro y de la Rosa, La Dueña del Hotel Poe, mi autora en transición, amanece protagonista del Concepto de la angustia, y a medida que se suceden acontecimientos imprevistos y programados se va durmiendo intérprete de la Conquista de la felicidad. A primera hora Kierkegaard la observa morder un enredo de sábanas con toda la presión de sus quijadas, y tarde en la noche Bertrand Russell acomoda su cabeza ya plácida sobre la almohada. Pasó de contener un grito a sonreír, de preguntarse temprano a quién se le ocurrió llamar rojo a ese color, a inquirir tarde por qué la rosa roja que celebra amor conmemora muerte el día de Shakespeare y Cervantes. El 23 de abril extremó las emociones de La Dueña del Hotel Poe de llanto a risa, de melancolía a júbilo, término que llega a pronunciar con los brazos extendidos, los pies de puntillas, alzándose, la u acentuada, larga, interminable, júuuubilo, el pabilo de la vela encendido a fuego rojo, rosso, rot, red, rouge.

Un estudiante grabó las impresiones de La Dueña del Hotel Poe del discurso de José Emilio Pacheco al recibir el Premio Cervantes 2009. No exageré, habría insistido el poeta, al prever un mundo catástrofe. Al ser premiado sonreía al mismo tiempo que lloraba. La Dueña del Hotel Poe sonrió y lloró conmovida al ver la transmisión desde el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares hasta su penthouse en Polanco, Distrito Federal.

En la Ciudad Universitaria está la explanada del Museo Universitario de Arte Contemporáneo, hoy rodeada de carpas blancas de los expositores. Editoriales grandes, pequeñas, universitarias, independientes. En libro, la ciencia, la literatura, la técnica, el arte, las humanidades. Cubetas repletas de ramos de rosas rojas en botón con gotas de rocío. Un tenderete teatro, otro, cabina de Radio Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Aquí, Rosa Beltrán entrevista a escritores, sale un par, entra otro, hablan a su alrededor, se bloquean bajo la imposición de estar al aire, imponen contra el tiempo su voz. Salen Antonio del Toro y María Baranda y entran La Dueña del Hotel Poe y Jorge F. Hernández, vestido de negro pero celebrativo en la catalana Diada de Sant Jordi, que en el medioevo en Barcelona se celebraba regalando una rosa roja.

La tradición fue evolucionando hasta incluir el libro. En 1995 la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura la promulga a lo internacional y a la meta de animar la lectura y la industria editorial añade la protección de la propiedad intelectual. En 2009, Sealtiel Alatriste la instituye en la UNAM del doctor José Narro Robles.

En la de 2010, La Dueña del Hotel Poe saluda a Vicente Rojo, Marco Perilli y Roberto Rébora; a Fernando Chamizo, Mauricio Molina y Francisco Noriega; a Paco Ignacio Taibo II, que le asegura estar de buen humor; a Carlos Narro y Benito Taibo, que la invita a comer a casa de su mamá, su amiga de otro tiempo, a quien manda saludar; a Francisco Hernández, con sombrero oscuro y con Leticia Arroniz, y a Fernando Serrano Migallón, que carga una bolsa grande que va llenando de libros. Pero se entretiene más con las mujeres, periodistas, poetas, novelistas, trabajadoras de la cultura, profesoras, administradoras, promotoras, Adriana Cortés, Miriam Baca, Edna Rivera; Myrna Ortega, Mónica Lavín, Julia Giménez Cacho; Alicia y Ana García Bergua; Ana Mari Gomís, su compañera en los 60 en la preparatoria del Colegio Madrid, y que corre a dar una conferencia a la Universidad Claustro de Sor Juana.

En Adriana Hidalgo Editora, argentina, La Dueña del Hotel Poe encuentra por fin Mi hermano James Joyce, de Stanislaus Joyce, y en Tusquets El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura, a quien conoció en La Habana en los años 80. Visitó Autoria, Cultura Urbana, Planeta, Santillana y Ediciones Era, autora de todas en algún momento desde 1970. Ante Ediciones Tecolote ve y toca las ilustraciones realzadas de El libro negro de los colores, de Cottin y Faría, en el que un niño ciego dice que el rojo es ácido como la fresa y dulce como la sandía, pero duele cuando se asoma por el raspón de su rodilla. Loa el sistema enganchalector de Libros Libres.

Al final del día, con el espíritu de bienestar que transmite, conectada al mundo de artistas y escritores, el suyo, de mujer sin hijos ni otra vida, se acerca a su pareja, pintor, y al despedirnos fijamos fecha para nuestro próximo encuentro.