Opinión
Ver día anteriorMartes 11 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La noche de la derecha y la restauración
Q

uizás para los gobiernos el impacto de la guerra contra la actividad económica nocturna sea considerado un daño colateral. Lo cierto es que la causa contra el crimen organizado ha dado gran impulso a políticas conservadoras y ha marcado la filosofía de los gobiernos en la idea de tutelar el comportamiento de los ciudadanos mediante el aumento de regulaciones, reglamentos, prohibiciones, restricciones que siempre fueron causa estructural para la corrupción, con base en generar incumplimiento.

Curiosamente, la estructura del narcotráfico, la delincuencia organizada y los gobiernos coinciden en actuar contra actividades legales, particularmente la restaurantera y del esparcimiento.

Desde el punto de vista funcional, hoy la actividad económica formal es atacada por medidas y políticas fiscales; ocurrencias sanitarias, como las medidas contra la influenza A/H1N1 hace un año; leyes contra el consumo de tabaco, que pretende acabar con coerción lo que no ha hecho con educación y prevención; restricción de horarios; retenes de revisión y registro de celulares, muchos de los cuales resultaron falsos, como en el caso Martí, y registros que, pese a la advertencia ciudadana, hoy se venden en Tepito como base de datos.

En un país donde los automóviles adquieren más derechos y donde las ciudades se transforman gastando energía irracionalmente y contaminando, el discurso de la salud pública, la seguridad y la ecología es un discurso hueco que sirve para exaltar la intolerancia y el autoritarismo. Con ello han generado una vida nocturna deformada y criminalizada, donde los servicios son costosos y deficientes, a veces con bebidas adulteradas, extorsión y sobornos, donde un ciudadano en la noche huye tanto de las policías como de los delincuentes para llegar en paz a casa.

Cambios como los que ha vivido la sociedad mexicana en todos los niveles económicos y sociales desde hace 22 años deberían haber previsto que serían acompañados por un nuevo comportamiento en las formas de consumir, del esparcimiento y usos del espacio público, con libertad y seguridad. Estos cambios no fueron enfrentados desde los gobiernos en transición, con medidas educativas de tolerancia e inclusión, progresivas y de atención, sino con una visión policial contra la noche.

Hay que recordar que la base de la corrupción en el régimen priísta, que muchos jóvenes de hoy no vieron ni conocieron. Se sustentó en la reglamentación que impone, pero no ordena, donde la única forma de funcionar era mediante la corrupción: multas altas, mordidas seguras. Si la reglamentación es absurda al grado de que equipara lo que es importante con lo que no, incentiva la corrupción, genera intolerancia, mutila derechos y obstruye la actividad económica. A estas campañas importadas de la derecha yanqui de cero tolerancia se ha sumado la jerarquía de la Iglesia católica, pues tiene la misma base que el clero tiene frente al aborto, criminalizando el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.

Entre los toques de queda del narcotráfico vía Internet en Chihuahua, Nuevo León o Morelos, y los de las autoridades que generan la ilegalización de la actividad nocturna, no hay mucha diferencia. Unos con un motivo y los de los gobiernos con otro, han creado un clima de terror que impacta en la economía y genera recesión.

En el fondo, los gobiernos envidian la capacidad del crimen organizado, que con un solo mensaje mete a todos a sus casas y deja ciudades desiertas como muestra de su poder. Los gobiernos han descubierto que los temas de seguridad y de salud pública son básicos para instaurar una política autoritaria y gracias a ello justificar que todos los gobernados son delincuentes en potencia o fuentes de contagio, y que, para la seguridad de todos, hay que restringir los derechos a todos.

Un ciudadano, para vivir seguro y no ser blanco del fuego cruzado en amplias zonas de territorio nacional no debe salir de casa. Si lo hace, deberá aceptar ser considerado sospechoso. ¿Qué hace un joven a las dos de la mañana? Diría hoy un jefe policiaco bajo inspiración diazordacista que en 1968 preguntaba por la radio: ¿Sabe dónde están sus hijos?

Una transición democrática y progresista debe luchar por la noche completa y segura. Sus espacios deben ser regulados para el funcionamiento y la calidad, no bajo la idea de la prohibición y la criminalización de la diversión y el esparcimiento. Decenas de servicios públicos deberían tener horario nocturno, como la distribución de mercancías, recolección de basura, bancos, tiendas de autoservicio.

La neurosis es alta porque bailamos poco. Bailar acota el consumo de alcohol y de tabaco, relaja y no es prostitución, como pensaba Uruchurtu. Un pueblo que baila, canta y platica en los espacios públicos es una comunidad sana que sanciona a los que vulneran el derecho y la convivencia de todos. Lo contrario es el anuncio de la restauración priísta, que supo construir, con la regulación, la cultura de la corrupción.