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Se realiza en el campamento de refugiados de Dajla, ubicado en una zona ocupada por Marruecos

Fisahara, un oasis de cine solidario, político y humano en el desierto

En su séptima edición, presenta filmes de España, Argentina y de la República Saharaui

Cada año celebrar el festival supone una pequeña victoria, afirma su codirector, Willy Toledo

 
Periódico La Jornada
Domingo 2 de mayo de 2010, p. 8

Dajla (Argelia), 1º de mayo. Dajla es un paraíso junto al mar, situado en el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos, que espera un día convertirse en un pequeño Cannes que celebre su festival internacional de cine, Fisahara, cuando sea liberado. Pero mientras tanto, el campamento de refugiados homónimo, situado en la zona cedida por Argelia para albergar a quienes llegaron en 1975 huyendo de las bombas marroquíes, es la sede de este encuentro cinematográfico, en el que, sin embargo, predomina el carácter solidario, político y humano.

Este lugar inhóspito, sometido a las inclemencias del desierto, a las fuertes sequías y al siroco, pero habitado por uno de los pueblos más hospitalarios del mundo, recibe con los brazos y las puertas abiertas a organizadores, periodistas, artistas y visitantes de la séptima edición del Fisahara, que fue inaugurado la noche del jueves, convirtiendo por unos días este asentamiento saharaui, el más alejado e internado en el desierto argelino, en centro de reunión de la cultura y el activismo político.

Durante una semana, este lugar olvidado se convierte en el día en un hervidero de gente que acude a los distintos actos paralelos organizados por el festival, como talleres de cine y música. Pero por la noche, se sube el telón: bajo las estrellas del desierto y en pantalla gigante, los visitantes pueden disfrutar del cine sentados en una enorme alfombra. La alternativa: inolvidables veladas en las dunas del desierto.

Cada año celebrar el festival supone una pequeña victoria, cuenta en entrevista con Dpa el actor español Willy Toledo, uno de los directores del encuentro, creado con vocación de apoyar e intentar que el mundo se digne a mirar, aunque sea por una vez al año, a un pueblo olvidado que vive en el desierto aguardando, con cada vez menos esperanza, una salida a su situación.

Si de momento no se divisa luz al final del túnel para celebrar un referéndum en el que el pueblo saharaui decida su futuro –retrasado una y otra vez por largos procesos de negociación entre el Frente Polisario, el partido único de la autodenominada República Árabe Saharaui Democrática (RASD), con la potencia ocupante, Marruecos–, el festival intenta al menos proporcionar una independencia cultural a este pueblo.

Nació con vocación de desaparecer...

Todo comenzó hace siete años, cuando el único festival del mundo que se celebra en un campo de refugiados nació de forma itinerante en los territorios saharauis, hasta que en la cuarta edición, se decidió fijar su sede en Dajla, cuenta Toledo. Nació con vocación de desaparecer, pero hemos cambiado de opinión: ahora el objetivo es que un día se celebre en el verdadero Dajla (el nombre de cada campamento se corresponde con el de un territorio ocupado), junto al mar; y que sea organizado por los propios saharauis.

Este año, el primero en el que es codirector, será especial: Se ha conseguido el gran logro de inaugurar la Escuela de cine saharaui de Formación Audiovisual Abidin Kaid Sahel, en el campamento 27 de Febrero, un proyecto muy ambicioso y toda una victoria cultural.

Más teniendo en cuenta que la primera edición de Fisahara supuso para mucha gente la primera vez que veía una película en pantalla grande.

Ahora es todo un éxito entre los habitantes de los campamentos de los alrededores, que llegan al lugar con sus familiares para disfrutar de una semana de cine bajo las estrellas del desierto y pasear por las calles de arena para coincidir, quizá por una única vez al año, con gente llegada de otros rincones del mundo.

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Dajla es un lugar inhóspito, sometido a las inclemencias del desierto, a las fuertes sequías y al siroco, pero habitado por uno de los pueblos más hospitalarios del mundoFoto Archivo La Jornada

Los más esperados son los actores. Tras la expectativa creada, finalmente no llegaron figuras internacionales de la talla de Benicio del Toro, que lleva dos años intentando venir. Tampoco Javier Bardem, que sí estuvo otros años, e incluso Oliver Stone y Hugo Chávez, que habían hablado de acudir al festival, cuenta Toledo. Sin embargo, estos días puede verse caminar a otros, como la española Victoria Abril o el argentino Alberto Amman por el campamento, para mostrar su apoyo a una causa, además de política, humana.

Javier Bardem está trabajando en Hollywood para ampliar el apoyo al festival, por el que ya pasaron los grandes nombres del cine español. Queremos abrir las fronteras y ampliar la proyección internacional. Este año ya se ha dado un pequeño paso en esa dirección, abriendo una sede en Londres, que fue presentada por Ken Loach, cuenta Toledo.

De momento, comienza a llegar gente de cada vez más países, en su mayoría voluntarios que organizan las actividades del festival.

Carlos, con nacionalidades sueca y chilena, está de vacaciones y llega desde Estocolmo sólo para impartir de forma voluntaria un taller de sonido, que combinado con los de guión, actuación y montaje, pretenden acercar a los habitantes del lugar al arte cinematográfico.

James ha llegado desde Nueva York con dos compañeros para impartir el de actuación, tras enterarse de que existía un festival de este tipo. Rita y Marta, desde España, enseñan guión.

Mientras, el festival lleva al pueblo saharaui cintas que cosecharon recientemente éxitos en España o Argentina. Ágora, de Alejandro Aménabar; Celda 212, de Daniel Monzón; El secreto de sus ojos, del argentino Juan José Campanela, o El baile de la victoria, de Fernando Trueba, se mezclan con películas de temática saharaui y africana, como Desert flower, de Sherry Hormann, o El problema, de Jordi Ferrer y Pablo Vidal.

Las cintas son seleccionadas con distintos criterios, explica Toledo. Por su calidad, por su temática saharaui y que reflejen conflictos similares.

Van por Cuba

Sudáfrica es este año el país invitado. Hasta ahora siempre fueron países africanos, por su apoyo a la causa saharaui. Sin embargo, reconoce Toledo, habrá que empezar a invitar a los latinoamericanos, como Cuba, países que se encuentran entre los que mayor apoyo activo ofrecen a este pueblo. Cuba es precisamente el lugar donde estudia la mayoría de los jóvenes de los campamentos y uno de los que ha hecho posible que desde el próximo septiembre el pueblo saharaui cuente con una escuela para poder aprender de forma profesional el negocio del cine. La escuela de San Antonio de los Baños colabora activamente en este proyecto.

Mientras, por todas partes, tras el telón de arena del Fisahara, una historia tras otra que conforman una tragedia colectiva: la de un pueblo víctima de la ocupación marroquí y mauritana al finalizar la colonización española en 1975, que no deja de pensar que sus casas de adobe y sus jaimas de tela son sólo provisionales, que un día podrán votar en referéndum su futuro y recuperar su territorio... Ni siquiera cuando llevan 35 años viviendo en medio del desierto.