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Mediante la sencillez de Pequeñas memorias, el pintor busca interpretar sus anécdotas

Jordi Boldó comparte en su obra historias amorosas de infancia

La idea de la serie surgió cuando cumplí 50 años; tuve la necesidad de desbloquear recuerdos, contó

La muestra, que consta de 97 óleos de pequeño formato, se exhibe en la galería Pecanins

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Jordi Boldó pasó su niñez y adolescencia entre Guatemala y México, contó en entrevistaFoto Archivo
 
Periódico La Jornada
Domingo 25 de abril de 2010, p. 2

Pequeñas memorias es un título que el pintor Jordi Boldó (Barcelona, 1949) robó a uno de los libros del escritor portugués José Saramago, ya que la primera vez que se presentó la exposición fue en Lisboa, hace dos años. Ahora mostrará 97 de los 109 óleos de pequeño formato –los restantes se quedaron en Portugal– de esa serie, a partir del sábado 24, a las 12:30 horas, en la galería Pecanins (Durango 186, colonia Roma).

Esta serie se relaciona con otra titulada Entre el olvido y la memoria, en la que Boldó, naturalizado mexicano en 1952, trabaja actualmente para el Sistema Nacional de Creadores de Arte, al que reingresó el año pasado –ya había estado en dos ocasiones anteriores–. Consta de pequeños polípticos, de cuatro partes cada una, que miden alrededor de 18 x 24 centímetros, hechos a manera de apunte o cuaderno de ensayo. Son piezas espontáneas, se arman como rompecabezas y tienen una museografía muy juguetona. Mediante la sencillez, Boldó pretende, según dice, desarrollar una interpretación de mis recuerdos y anécdotas de la niñez y adolescencia.

–¿Cómo le van llegando estas memorias?

–Por lo general son imágenes ligadas al paisaje, a la familia, a los espacios donde viví cuando era pequeño. Mi niñez y adolescencia transcurrieron entre Guatemala y México. De Guatemala tengo muchos recuerdos de la selva, del campo, de lugares llenos de color, de animales y referencias bucólicas. De México son más bien familiares, porque vivía con mis abuelos y no salía tanto a la calle. Vivíamos sobre Insurgentes, a la altura de la colonia Roma, y ya no me dejaban salir. Mis recuerdos eran más que nada de la habitación, de las cosas que me rodeaban en el espacio donde habitaba.

“También va ligado con anécdotas, con historias que me contaron mis abuelos, refugiados de la Guerra Civil española, con quienes llegué de pequeño; tendría apenas dos o tres meses de edad. Toda memoria es mentirosa, porque uno no puede recordar las cosas como fueron, sino como las imagina.

Las pinturas van acompañadas de pequeños textos míos que están intercalados entre los cuadros, esto como una necesidad museográfica de darle coherencia. Entre mis juegos también hay varias referencias a mi bicicleta, de cuando iba a cazar lagartijas, de que vivíamos en un aeropuerto, de los amigos de la infancia; en fin, de las historias amorosas de cuando era pequeño.

–¿Sintió una necesidad personal de trabajar la memoria?

–Mi trayectoria ha sido la pintura abstracta, que al principio era muy explosiva. Traté de construir cada vez más puentes hacia la figuración. Desde que cumplí 50 años me di cuenta que tenía bloqueadas muchas cosas que necesitaba recordar. No es nada original, a cierta edad todos empezamos a repasar lo que hemos hecho. Pero se fue dando de manera natural.

–¿Eso cambió su pintura?

–La pintura no tanto, pero a mí mucho. Me ha dado tranquilidad, he podido entender muchas cosas y asumirlas de manera menos estresada o ególatra, como algunos artistas las desarrollan. Ha sido un trabajo muy íntimo.

La exposición de Boldó, quien radica en Querétaro desde hace 24 años y es docente de la Universidad Autónoma de ese estado, da inicio a una nueva etapa de la galería Pecanins. Reconoce que hace dos años las gemelas Ana María y Teresa, fallecidas en 2009, lo invitaron a exhibir, cosa que no quería: Me gusta trabajar, pero me habían quitado las ganas de exponer. Cada día vivo más alejado de los lugares, de las inauguraciones.

Sobre la nueva etapa que enfrentan Yani y Betsy Pecanins con la galería, expresa: “Van a tener que darle un giro mucho más contemporáneo, porque de alguna forma Ana María y Tere –a quienes siempre consideré como mi familia– estaban en un cajón muy tradicional, con todo respeto, y no pueden seguir haciendo lo mismo. Deberían buscar otros caminos, incluso modernizar las formas de difundir a los artistas. Yani y Betsy son de otra generación, entonces, tengo confianza en que lo hagan. Ahora necesitan el apoyo y el impulso de todos los artistas, no sólo de los que somos mayores, sino de los jóvenes”.