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¡A volar!
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Periódico La Jornada
Domingo 18 de abril de 2010, p. a20

La creación estética no sólo se ve, también se lee. Por ello, la editorial SM sorprende a los pequeños con el libro Abecedario del arte: un paseo por el Museo Nacional del Arte, para aproximarlos, mediante la lectura y la poesía, al mundo de la pintura.

El volumen recoge obras pertenecientes a Diego Rivera, José Clemente Orozco, Juan O’Gorman, María Izquierdo y José María Obregón, entre otras, que forman parte de las colecciones del Munal.

Un abecedario para los primeros lectores que se presenta en orden cronológico y alfabético, de tal manera que el cuadro más antiguo corresponde a la letra A (se ha elegido Adoración de los reyes, 1655), de José Juárez (1617-1661), y el más reciente a la letra Z (en esta ocasión la obra seleccionada es Retrato de Hugo Tilghman (El tenista), 1924, de Abraham Ángel (1905-1924).

Los pequeños podrán encontrar distintos caminos para acercarse a cada pieza, despertar la imaginación y relacionarse con el arte de manera personal y divertida.

Las obras de arte son las protagonistas de esta historia, sin elementos que distraigan al lector. En la página de la izquierda se sitúa la letra y el texto explicativo en forma de poesía (una adivinanza, un cuento), y en la derecha la obra, con el autor, título y cronología.

La poesía en el libro evoca imágenes con las palabras y, como las obras de arte, hace que la mente vuele a lugares que pueden ser distantes, profundos y cercanos. (Abecedario de Arte: un paseo por el Museo Nacional de Arte; Ediciones SM, México; 77 páginas)

La belleza de la vida

Para algunas personas, las cosas pequeñas pueden parecer insignificantes, pero en su ligereza reside la belleza. Eso refleja el escritor José Saramago en su libro La flor más grande del mundo, con ilustraciones de Joao Caetano, dedicado a los niños, al tiempo que se convierte en una lectura interesante para adultos.

El autor reconoce la dificultad para elegir las palabras exactas dirigidas al niño lector, pero posee la habilidad de contar historias de manera clara y precisa.

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Con peculiar estilo, el Premio Nobel de Literatura 1998 introduce al niño a una lectura que quiso escribir en el pasado, pero no lo hizo porque se desarrollaba en una aldea y no en la ciudad.

Así que el cuento narra las aventuras de un niño héroe que decide romper con los límites de los humanos y se atreve a explorar otros lugares, porque estaba harto de la cotidianidad y, con la ayuda del autor, conoce la libertad de decidir y descubre la magnificencia de la naturaleza.

La mirada del pequeño, a diferencia del adulto, puede descubrir cosas maravillosas de la vida, como la belleza de una flor, que para muchos puede parecer marchita. Con su travesía, el niño enseña a los adultos a ver esas pequeñas cosas que siempre han estado pero que la cotidianidad les impide observar, disfrutar. (La flor más grande del mundo, José Saramago; Alfaguara Infantil; 26 páginas)

Lo esencial, invisible a los ojos

Un clásico de la literatura infantil es El principito, de Antoine de Saint-Exupèry, cuyo tema central es la amistad. Basado en la obra del escritor y piloto aviador francés, Joann Sfar muestra que las ilusiones se pueden llevar a cabo, que las cosas esenciales no son las que se ven a primera vista porque un mundo de ilusión tiene tanta validez como el real.

¿Quién no recuerda al Principito, un niño de 12 años que vivió solo en un país y un día decidió ir en busca de amigos? Recorrió muchos lugares hasta que llegó a la Tierra, donde encontró una gran amistad. También están presentes el piloto, el rey, el hombre de negocios, el hombre feliz, el borracho, el zorro, el farolero y el sabio. La lectura es sencilla, adecuada para niños y niñas. (El Principito, Joann Sfar. Basado en la obra de Antoine de Saint-Exupéry; Océano Travesía; 110 páginas)