Opinión
Ver día anteriorJueves 15 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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creedora al Premio Nacional de Dramaturgia Víctor Hugo Rascón Banda por esta obra, que suma a los que ha acumulado en su carrera y en el último año, Bárbara Colio toca en uno de sus flancos el mito de Antígona, el de enterrar a los seres amados en un acto de justicia que se enfrenta al poder del Estado. Aunque Usted está aquí no llega tan lejos como sería el tema de la desaparición forzada de opositores y luchadores sociales, y esa madre desesperada en busca de su hijo secuestrado no se alía con las espléndidas mujeres del Comité Eureka (que sería el referente más entrañable e inmediato), Colio toca otros asuntos de la corrupción del poder y la enorme desprotección del ciudadano común ante el crimen impune en este texto dramático dividido en dos partes.

La primera sería la búsqueda que Ana emprende, secundada por su hermana Isaura, de ese hijo secuestrado al que las autoridades no ubican y la presión que hace sobre el Señor de Tebas, el gobernante recientemente impuesto para que la ayude en esa empresa, aunque su actitud sea más de súplica que de enfrentamiento y la del Señor todavía insegura y titubeante. La segunda parte es la que remite a Antígona con la terca insistencia de la mujer para que le digan donde está su hijo y poder enterrarlo, una vez que se liberó por falta de pruebas al ex policía que encabezó el secuestro y que es el que sabe dónde quedaron los restos del muchacho. En esta parte ya existe un enfrentamiento entre Ana que ha logrado conjuntar a miles que están en la misma situación y el Señor que ya es un déspota arrogante, sabedor de que los ciudadanos olvidarán pronto el caso ante nuevas noticias.

Bárbara Colio entreteje líneas de la obra de Sófocles –incluso alguna cita como la de las palabras de la bailarina a Ana una vez que su hermana Isaura la abandona en réplica de la actitud de Ismene– con referencias críticas e irónicas a la actualidad mexicana. Desde luego, el tema de los secuestros, retomado y acentuado en el ingenioso final, que pueden ocurrirle a cualquiera y que por desgracia se siguen cometiendo, pero también ciertas actitudes del Señor, como haber instalado al ejército en las calles de Tebas, su negativa a ver la realidad, su obtuso optimismo ante el regreso de un solo pájaro de las parvadas fugitivas y su solución ante la supuesta contaminación bacteriana del agua, de importar agua libre de bacterias. Asimismo la dramaturga hace una aguda crítica a la televisión y sus locutores, igual que a los televidentes consumistas que abarrotan la macrotienda anunciada y recién inaugurada.

Si el título de la obra hace hincapié en el hecho de que los mexicanos estamos más o menos a merced de bandas criminales, la directora Lorena Maza encontró junto a su escenógrafo e iluminador Sergio Villegas la traducción exacta al ubicar a los espectadores, sobre el escenario del teatro, en un casi laberinto de sillas de plástico blancas, limitados por cintas amarillas que advierten del peligro, y que también serán utilizadas por actrices y actores en algún momento si no se desplazan entre el público; el centro será la silla del Señor. La talentosa Lorena Maza prescinde de música incidental, a no ser el rítmico golpear bajo los asientos que por momentos realizan algunos actores y logra que su excelente elenco rinda notables actuaciones, ya sea dialogando entre sí, ya sea dirigiéndose en alguna ocasión a un espectador, e incluso transitando con éxito la brutal ruptura del final. Tiene hallazgos como el botón de rosa, entregado por el ciego a Ana y que pasará de mano en mano y la vívida presencia de objetos mimados, entre otros. Zaide Silvia Gutiérrez encabeza el elenco como Ana y logra momentos de gran emotividad, al igual que Karina Gidi como Isaura. Rodrigo Murray como el Señor matiza toda la transición hacia la arrogancia. José Carlos Rodríguez tiene tres pequeños papeles que interpreta con su habitual solvencia. Miguel Conde es el asistente del gobernante y el insoportable locutor, mientras que Sonia Franco se luce como la mujer presa en alternancia con los papeles de la bailarina y la locutora.