Sociedad y Justicia
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La confesión comienza a caer en desuso, señalan
 
Periódico La Jornada
Viernes 2 de abril de 2010, p. 30

Sacerdotes, expertos en el catolicismo e incluso el Vaticano reconocen que el sacramento de la confesión va a la baja, al grado que se estima que ni siquiera la mitad de los fieles considera necesario exponer sus pecados ante un clérigo, pues la califican de práctica incómoda que no aporta nada a la relación con Dios, además de que quien los escucha es un ser igual o más pecador que ellos.

Pero también se debe a que la feligresía ha relativizado lo que identifica como pecado. Para muchos, ciertas faltas consideradas como ofensivas al ser divino, a sí mismos y a quienes los rodean, ahora son percibidas sólo como debilidades que no son dignas de ser expuestas en actos de arrepentimiento.

En naciones tradicionalmente católicas se estima que esta práctica ha caído en desuso. En Italia, estudios han arrojado que 30 por ciento de los fieles dice no requerir de un sacerdote como intermediario con Dios; en España, sondeos revelan que sólo 15 por ciento de los adultos acude al confesionario, y en México, sólo 10 por ciento de los creyentes realiza la confesión anual. El penitenciario apostólico del Vaticano, Gianfranco Girotti, señaló que 50 por ciento de los feligreses no considera necesario recurrir a esta práctica.

Elio Masferrer Kan, presidente del secretariado permanente de la Asociación Latinoamericana para el Estudios de las Religiones (Aler), dijo que es evidente que la confesión no es un sacramento muy popular; la practican alrededor de 10 por ciento de los católicos. A ello ha contribuido que el sacerdote ha perdido legitimidad, antes se le veía como una persona sagrada, un hombre de Dios y ahora sólo es un hombre más.

Además, precisó que muchos feligreses refieren que no están de acuerdo en hablar de cosas personales con alguien que no les otorga la sacralidad debida.

José de Jesús Aguilar, subdirector de Radio y Televisión de la arquidiócesis de México, descartó que la confesión sea poco practicada y resaltó que es en épocas de crisis cuando los creyentes cumplen en mayor medida con este sacramento, pues van en busca de apoyo y guía espiritual.

Apuntó que este acto es mucho más que enlistar pecados, pues la gente lo que busca no sólo es recibir la absolución, sino sentirse escuchada y comprendida, y refirió que desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) la confesión cambió. Ahora es una conversación, una asesoría sicológica y espiritual, y se le dio el nombre de reconciliación.

Acotó que dado que muchos creyentes no están a gusto con el confesionario, el Concilio también promovió que hubiera otro tipo de confesionarios, porque a través de una rejilla la relación es fría. Ahora hay confesionarios como los de la Parroquia Santa Cruz del Pedregal, son salitas en las que sacerdote y feligrés platican.

Josué Tinoco Amador, catedrático e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, precisó que todas las religiones hacen distinción entre lo bueno y lo malo, y etiquetan como pecado a aquello de lo cual se abusa. En la concepción judeocristiana, actos identificados como buenos son catalogados como pecados cuando hay exceso. Comer está bien, si se hace con medida; si se exagera es gula.

Apuntó que en el trasfondo es un asunto de poder. Quien define los pecados tiene el poder sobre los que los cometen, y añadió que esta es una forma de controlar la conducta de los profesantes.

En términos prácticos, a muchas religiones les conviene que seamos pecadores; si fuéramos buenos no habría necesidad de intermediarios, ya que tendríamos contacto directo con la divinidad.