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Día internacional del libro infantil

Juan Domingo Argüelles resalta las virtudes de Eduardo Lizalde y JEP

Escritores adultos necesitan el fuego de la alegría para captar el interés de los niños

Los poetas pusieron los versos y los pequeños sus dibujos para el libro Celebración de la palabra

Jóvenes dibujantes hicieron una lectura profunda que sorprendió a los autores homenajeados

 
Periódico La Jornada
Viernes 2 de abril de 2010, p. 4

Sólo aquellos adultos que conservan el fuego de la alegría, la espontaneidad y la perplejidad de la niñez ante el mundo, tienen la capacidad de escribir (si son poetas y narradores), textos que colmen la atención y las expectativas de los niños, afirma Juan Domingo Argüelles a propósito del libro Celebración de la palabra: Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco para niños.

Y tiene razón. El pasado 24 de marzo, la palabra de los autores colmó el entusiasmo de los pequeños que asistieron a la presentación de la obra en la Biblioteca Vasconcelos (La Jornada, 25/03/10).

A la par de cuentos y versos de primer nivel, el volumen incluye una selección de bellas ilustraciones realizadas por 104 niños de entre cinco y 12 años: sapos, dragones, nubes, ballenas, gatos, tortugas y autorretratos de los soñadores.

Editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, por conducto de la Dirección General de Bibliotecas, el libro fue concebido para festejar los 80 y 70 años de Lizalde y Pacheco, respectivamente.

Se convocó a un concurso de dibujo infantil al tiempo que se organizaron talleres de lectura de la obra de los homenajeados.

Los jóvenes dibujantes no sólo leyeron con alegría los textos seleccionados por Lizalde y Pacheco, sino que lo hicieron con una profundidad que sorprendió a los propios escritores, quienes descubrieron en sus ilustradores a futuros Tamayos, Picassos o Mirós, dijeron.

El vigor fantástico de la niñez

En el prólogo de Celebración de la palabra, Juan Domingo Argüelles señala que la hermosa y poética narración de Eduardo Lizalde (llena de tigres y otros animales, plena de mares, naves y sorpresas del mundo real e imaginario) es la historia de alguien que ha conservado la fascinación y el vigor fantástico de la niñez, para transmitirlos de un modo maravilloso.

Mientras “los poemas de José Emilio Pacheco (JEP) formulan las preguntas y describen las perplejidades que nos brinda el misterio de la vida y que nos lleva a concluir lo que el narrador de El principito asume como un hecho indudable: ‘cuando el misterio es demasiado impresionante uno no se atreve a desobedecer’.

“Todo cuanto el misterio nos revela, y todo cuanto nos ahonda es absolutamente real: con esta realidad irrebatible que cualquier niño sensible e inteligente puede plantear: ‘El planeta debió llamarse Mar:/ es más agua que Tierra’, o bien en una historia de dragones: ‘El que derrota al monstruo/ y ocupa su lugar/ se vuelve el monstruo”.

Foto
Poema de José Emilio Pacheco con ilustraciones de Gabriela Ortega Vázquez, Roberto Reyna Fuentes y Yesenia Bautista Arroyo, tomados del libro Celebración de la palabra: Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco para niños

El prologuista también recuerda una anécdota del premio Nobel Gabriel García Márquez, muy ilustrativa para entender la responsabilidad de un narrador que quiera lanzarse al ruedo de la literatura para niños.

Cuenta Gabo que desde hacía tiempo le rondaba en la mente la historia de un ángel decrépito que caía por la lluvia y que terminaba sus días en un gallinero, picoteado por las aves y reducido a triste juguete de los niños.

“Puesto que la historia no me parecía creíble para los adultos que hace tanto tiempo dejaron de creer en los ángeles –continúa el autor de Cien años de soledad–, pensé que sería buena para engañar a los niños. La escribí pensando en ellos, pero no como hablan los niños, sino con la entonación bobalicona y con el lenguaje de débil mental con que los adultos les hablamos a los hijos cuando empiezan a descubrir el mundo.”

Cuando terminó el relato, Gabo se lo mostró a sus hijos de ocho y seis años, quienes luego de leerlo una sola vez le dijeron a su padre que era para niños tontos.

El escritor colombiano concluye su anécdota: “Yo no lo creía en realidad, pero entendí lo que querían decirme, de modo que volví a escribir el cuento completo con todos mis convencionalismos de persona mayor y sólo conservé el título original: Un señor muy viejo con unas alas enormes. Por cierto, que mis hijos, creyéndome ofendido, aprovecharon el día de mi cumpleaños para hacerme un desagravio con una frase que conservo como un ejemplo de lo que es en verdad el talento puro de los niños para la poesía. ‘Papá’, me dijeron a coro, ‘nosotros queremos que cuando tú seas niño seas como nosotros y que tengas un papá como tú’”.

Celebración de la palabra: Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco para niños y, sobre todo, lo que ocurre en el espíritu e imaginación de los niños después de leerlo, es la certeza de que, si todos los escritores tomaran en cuenta las capacidades y potencialidades de los pequeños luego de escuchar sus puntos de vista y observar sus reacciones, habría, con seguridad, más y mejores libros para adultos y más y mejores libros dignos de ser disfrutados y atesorados por los niños, concluye Juan Domingo Argüelles.