Sociedad y Justicia
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Ignorancia, decir que son inocuos, afirma Ignacio Chapela

Incierto, el daño de transgénicos a la salud, sostiene investigador
 
Periódico La Jornada
Lunes 29 de marzo de 2010, p. 34

Los efectos a la salud por el consumo de productos transgénicos se desconocen porque no se han investigado en forma específica y aún no es posible decir que esos alimentos son inocuos, sostuvo Ignacio Chapela, investigador de la Universidad de Berkeley. Decir que no tienen efectos es ignorancia, precisó.

En la mesa El maíz transgénico en su centro de origen: biodiversidad, bioseguridad y seguridad alimentaria, en la que también participó Alejandra Bravo, del Instituto de Biotecnología de la UNAM, el experto dijo que hay efectos a la salud que no se conocen porque no se han buscado.

Recordó que no existe etiquetado en los alimentos en el que se señale que el producto contiene desarrollos transgénicos, ni tampoco hay control de ellos. No existen investigaciones sobre la relación entre la comida, y si ésta contiene transgénicos, con el incremento de cierto tipo de enfermedades. Que no se puedan relacionar los efectos es porque no se han realizado los estudios, indicó.

Ignacio Chapela, junto con David Quist, fue el primer investigador en detectar la contaminación de maíz tradicional con transgénicos en México, cuando en 2001 reveló los resultados de análisis realizados en la sierra norte de Oaxaca, lo cual dio pauta a un debate sobre el cultivo de esas semillas en el centro de origen del grano. Nueve años después, el gobierno autorizó la siembra experimental de maíz transgénico.

En cuanto a la autorización que se hizo en Estados Unidos del comercio de un maíz que contiene ocho modificaciones genéticas apiladas, dijo que normalmente se ha hablado de que un producto puede contener una modificación, pero es importante que se estudie el apilamiento de los transgenes en una planta para conocer la interacción que se puede dar entre ellos.

Esta evaluación no se hizo en Estados Unidos, porque el principio es echar a andar, promover el desarrollo antes de estudiarlo, pero se debe pasar a un principio precautorio y hacerse preguntas serias antes de liberar los productos, agregó.

En una visión opuesta, Alejandra Bravo consideró que en 15 años de consumo de transgénicos no hay intoxicación, no hay casos reportados de enfermedades producidas por el BT (bacteria que contiene el maíz transgénico más común) y esto es un buen ejemplo de su uso.

Abundó en que ya es un tiempo largo para decir si van a ocasionar efectos, y no serían tan graves por que ya se hubieran visto. Hay muchos estudios, dijo, de inocuidad y toxicidad con forrajes, en la leche, pero los resultados han sido negativos.

En su presentación destacó  que entre los riesgos del uso de transgénicos está que potencialmente puede inducir la pérdida de biodiversidad por la presencia de monocultivos y que los insectos se vuelvan resistentes al BT, que se introduce al algodón y al maíz.

Precisó que actualmente 70 por ciento del cultivo de algodón en México es transgénico, lo cual se autorizó sin mayor discusión, y descartó que ello afecte a las especies nativas, ya que se encuentran en zonas distintas a las que se destinan al cultivo comercial.

Chapela señaló que existen métodos convencionales para elevar la productividad, reducir el uso de químicos, aunque depende de una decisión política decir si se pueden probar estos métodos.