Opinión
Ver día anteriorMiércoles 24 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La sanción a Marcial Maciel
A

hora nos quieren hacer creer que el pederasta sí fue sancionado por la llamada Santa Sede. Pero la verdad es que en su momento, mayo de 2006, la disciplina ordenada por Roma a Marcial Maciel fue ambivalente y evitó llamar a los abusos por su nombre. Ni una palabra dedicó a las víctimas.

Charles Scicluna, promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe (sucesora de la Inquisición), aseguró el pasado 13 de marzo que el fundador de los legionarios de Cristo sí fue hallado culpable de pederastia por lo que, en consecuencia, el Vaticano emitió hace cuatro años el comunicado en el cual se hizo una invitación al padre a una vida reservada de oración y de penitencia, renunciando a todo ministerio público. El Santo Padre aprobó estas decisiones. Eso fue todo.

La cantidad de pruebas aportadas por quienes padecieron los ataques sexuales perpetrados por Maciel es irrefutable. Hace 13 años, cuando el tema se hizo del conocimiento público, solamente los incondicionales del legionario mayor fueron sordos y ciegos a la solidez de los señalamientos aportados por un grupo que tuvo el valor de romper el silencio y, arriesgándose a nuevos escarnios, decidió dar a conocer las dolorosas historias que mantuvieron en silencio por décadas.

La reacción de las cúpulas clericales católicas fue tender un manto protector sobre Maciel. De manera altanera y autoritaria clérigos como Norberto Rivera Carrera, Juan Sandoval Íñiguez y Onésimo Cepeda confrontaron a los reporteros que se atrevieron a inquirir su opinión sobre los abusos de Marcial Maciel. Sonrientes aparecieron en actos públicos al lado del líder de los legionarios de Cristo y se dejaron fotografiar con él, para que no hubiera dudas de su espaldarazo en favor del, según ellos, ejemplar modelo de sacerdote católico.

La invitación procedente del Vaticano para que Maciel se dedicara a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a cualquier ministerio público representó un nuevo desdén de la jerarquía católica romana hacia las víctimas de Maciel Degollado. Para él hay consideración para no iniciarle un proceso canónico (tomando en cuenta la avanzada edad del reverendo Maciel y su delicado estado de salud), y para quienes sufrieron los arteros ataques del pederasta simplemente la invisibilización absoluta al ni siquiera mencionarlos en el comunicado que invita a Maciel a retirarse a la vida privada.

Para que no quedara sospecha de la procedencia final de la medida disciplinaria, el documento asentó que contaba con el aval de Benedicto XVI. Consideraciones protectoras para quien el escrito llama reverendo; silencio para el grupo lacerado y, con ello, una muestra más de que los laicos son integrantes de segunda en la Iglesia católica.

Es necesario recordar que la escurridiza sentencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe tiene tras de sí un tema candente. Como anterior prefecto del organismo eclesial que hoy mandó retirar a la vida privada a Maciel, Joseph Ratzinger –sucesor de Juan Pablo II– conoció de primera mano y a fondo el voluminoso expediente que presentaron en Roma los agredidos sexualmente por Maciel. El asunto quedó congelado por la cercanía del acusado con el Papa polaco. En varias ocasiones Karol Wojtyla dejó en claro que Maciel contaba con su decidido apoyo. Pocos meses antes de su deceso, dio en público una bendición especial al fundador de los legionarios de Cristo, la que éstos divulgaron profusamente por todos los medios a su alcance. Por supuesto que en la llamada Santa Sede ahora nadie se referirá a la sordera deliberada que bajo Juan Pablo II las máximas instancias de la Iglesia católica dieron como respuesta a los alegatos de quienes sufrieron la paidofilia del tenido por Wojtyla como guía eficaz de la juventud.

Sin duda que en la considerada sentencia a Maciel pesó que la congregación que él fundó es una fuente de recursos humanos y económicos para el Vaticano. En un clima generalizado, en todo el mundo, en el que declinan las vocaciones sacerdotales, los legionarios son semillero de las mismas. Por el lado económico, la orden tiene cuantiosas inversiones en centros educativos que sirven a la población de más ingresos y su trabajo con las elites dirigentes, antes y ahora, cuenta con el decidido aval de la cúpula eclesial católica de Roma. La total sumisión hacia los dictados del Papa en turno que predican los legionarios de Cristo embona muy bien con una concepción centralista y verticalista que tiene como norma la Iglesia católica. En perfecta armonía, uno y otro lado mantienen incuestionable el primado del supuesto sucesor del apóstol Pedro, y derivan de este principio impuesto una línea de autoridad que debe obedecerse sin reservas.

Los denunciantes de Marcial Maciel tienen que ser reconocidos como ciudadanos ejemplares que perseveraron en las condiciones más adversas. En su lid, que dignamente hoy continúan, han considerado insuficiente el veredicto proveniente de Roma. De la misma manera denunciaron la afrenta representada por los legionarios que tuvieron la desvergüenza de iniciar el proceso para solicitar a Roma la canonización de Marcial Maciel: que se le declarara santo.

Debo reconocer que en el asunto de la sanción a Maciel coincido con un alto dirigente de la Iglesia católica en nuestro país, el cardenal Norberto Rivera. El purpurado declaró a pocos días de conocerse la decisión del Vaticano: Todo lo que dicen de que fue condenado, de que fue impedido, etcétera, es puro cuento porque el documento sólo dice que lo invita a retirarse a la vida privada. Sí, todo fue puro cuento.