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La escultura es la mayor talla mexica que se ha encontrado: Leonardo López Luján

El hueco central de Tlaltecuhtli, misterio a debatir cuando se muestre al público

El secado de la pieza fue un proceso gradual que duró casi un año, informa el arqueólogo

Entre 225 y 500 individuos trasladaron el monolito a Tenochtitlán, deducen expertos

Foto
Modelo tridimensional de la Tlaltecuhtli elaborado con escáner Minolta, procesado por Saburo Sugiyama, Tenoch Medina y Acord. Archivo Proyecto Templo Mayor, CNCA-INAH. La imagen fue tomada del volumen Escultura monumental mexica, de Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Luján
 
Periódico La Jornada
Martes 23 de marzo de 2010, p. 5

A diferencia de lo ocurrido con la Piedra del Sol, la Coatlicue o la Coyolxauhqui, el monolito de Tlaltecuhtli conservó sus colores originales gracias al gran celo del equipo de restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), explica el arqueólogo Leonardo López Luján.

El cuidado fue tal, agrega, que los especialistas solicitaron que el secado de la pieza fuera un proceso gradual y de cerca de un año, decisión que a muchos exasperó.

El equipo comandado por Virginia Pimentel impidió que la superficie esculpida fuera liberada súbitamente de la arcilla y la argamasa que la cubrió durante casi cinco siglos. Desde 2007 María Barajas tomó la estafeta de esas labores.

Existen varias teorías acerca del gran hueco central de la escultura. Ése será uno de los seductores misterios acerca del que los especialistas debatirán cuando la pieza se exhiba al público a mediados de año en el Museo del Templo Mayor.

Tlaltecuhtli, señora de la Tierra, progenitora y devoradora a la vez de todas las criaturas, en una de sus representaciones más espectaculares, emergió del subsuelo al pie del Templo Mayor el 2 de octubre de 2006.

Esa escultura de la deidad bisexual del inframundo es la mayor talla jamás encontrada en la ciudad de México y a mediados de este año exhibirá el esplendor con el que fue labrada y coloreada por artistas mexicas alrededor de 1478.

Tlaltecuhtli es el monstruo caótico del que nacieron el orden, las plantas, la humanidad; el monstruo fértil que, habiendo sido muerto, explota de vida; el devorador que nutre y hace vivir, la tierra que, con el Sol, se reparte el imperio del mundo, detalla López Luján en el volumen Escultura monumental mexica, que realizó al alimón con Eduardo Matos Moctezuma.

La representación de esa deidad fue labrada en andesita lamprobolita, añade el director del Proyecto Templo Mayor, “roca de origen volcánico extrusivo, obtenida por los mexicas en la misma cuenca de México, en específico de la Formación Chiquihuite y, según deducen los especialistas, el traslado de la gran mole de 15 toneladas a Tenochtitlán fue realizado con los esfuerzos de 225 a 510 individuos.

“Si hacemos caso a lo señalado por algunas fuentes históricas acerca de los acontecimientos análogos, el bloque sin esculpir habría sido cubierto ritualmente con papel amate y sobre esta envoltura habrían derramado copal y hule derretidos, así como sangre de codornices sacrificadas para la ocasión. En medio de cantos placenteros, música, danza, escenificaciones cómicas y grandes voceríos, el bloque habría sido sacado de la cantera encima de un carretoncillo o vaso –especie de trineo de madera– y tal vez ayudados en cierto momento por una balsa que lo llevaría a su destino final. Ya en la gran Tenochtitlán, la gran piedra fue colocada al pie del Templo Mayor para conferirle su forma divina.”

Los colores detectados en el monolito son de origen mineral, como el rojo, el ocre, el azul maya, el blanco y el negro; salvo este último, todos fueron aplicados de manera directa sobre las rugosidades de la roca, sin base previa de preparación, aclara López Luján en el texto.

Al respecto, Giacomo Chiari, experto en mineralogía aplicada y jefe del Departamento de Ciencia en el Instiitut Getty de Conservación, ha concluido que la mayor parte de los pigmentos de la escultura tienen un origen mineral y son plenamente identificables.

El color rojo contiene hematita, el cual se halla en forma de sedimentos, fracciones finas y en rocas volcánicas. En el caso de Tlaltecuhtli, la hematita estaba bien cristalizada y fue finamente molida para preparar el pigmento.

El cabello de la diosa fue pintado con pigmento rojo muy oscuro, casi negro, y está compuesto en su mayor parte por hematita más o menos cristalina y posee propiedades magnéticas, como se constata cuando se le aproxima un imán, revela el arqueólogo.

El pigmento ocre, según determinó el minerólogo, está compuesto por goetita pobremente cristalizada, por lo cual se trata del conocido ocre amarillo, mientras el pigmento blanco fue fabricado con calcita, uno de los minerales que se encuentran, por lo común, en yacimientos de gran pureza.

El color negro es un material no cristalino y por ello irreconocible en los difractogramas. Es seguro que sea el ampliamente difundido negro humo o tlilli ócotl, como llamaban los tlacuilos a ese pigmento.