Cultura
Ver día anteriorLunes 22 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Amenazan el lobbysmo y la pugna de intereses, expresó en Leipzig

Alerta el Nobel Günter Grass sobre la fragilidad democrática que prevalece

El escritor acudió a la presentación del libro sobre su experiencia como objetivo de la Stasi, en la extinta RDA, compilado por Kai Schlütter

Foto
El escritor se convirtió en amenaza para la Stasi cuando escribió una misiva pública que condenaba la construcción del Muro de BerlínFoto Eva Usi
Especial
Periódico La Jornada
Lunes 22 de marzo de 2010, p. a14

Leipzig, 21 de marzo. “La democracia que vivimos es frágil y ahora está amenazada, no por el comunismo, sino por el lobbysmo y la pugna de intereses económicos y comerciales”, advirtió el Nobel de Literatura Günter Grass, durante la presentación del libro Günter Grass im Visier-Die Stasi-Akte (Günter Grass en la mira: los informes de la Stasi), con los documentos que la policía secreta de la extinta República Democrática Alemana (RDA) archivó sobre su persona.

Durante casi 30 años, los servicios secretos de la antigua Alemania comunista siguieron paso a paso al escritor, considerado una de las voces más destacadas de la literatura alemana contemporánea. Los agentes e informantes extraoficiales, como se le llamaba a cualquier ciudadano que suministraba información, tomaron nota de los detalles más banales de su vida privada, como si aparecía bien vestido o si su mujer conducía. Todo fue anotado minuciosamente en un expediente de 2 mil 300 páginas que el periodista Kai Schlüter ordenó y publicó.

En el teatro Berliner Ensemble, asociado indisolublemente con el nombre del poeta y dramaturgo Bertolt Brecht, el autor de El tambor de hojalata habló sobre la carta pública que envió en 1961 a la entonces presidenta de la asociación alemana de escritores de la RDA, Anna Seghers, quien había vuelto de su exilio en México.

En ella el escritor protestó contra la construcción del Muro de Berlín y comparó al entonces dirigente de la RDA, Walter Ulbricht, con un comandante de campo de concentración. “La Stasi no vio a Grass como actor en solitario, sino como ejecutor del Partido Socialdemócrata (SPD, por sus siglas en alemán). También consideró el Grupo de los 47 –agrupación de escritores y poetas germano-occidentales que buscaba revitalizar el paisaje literario de la Alemania de la posguerra– como camuflaje del SPD, que buscaba desestabilizar ideológicamente a la entonces RDA”, dijo Kai Schlüter, encargado de interpretar los documentos archivados por la policía secreta.

Ante un auditorio repleto, el escritor respondió a las preguntas del editor Christoph Links, que alternaban con la lectura de extractos de los documentos de la Stasi, que a su vez eran contrastados con la interpretación de Schlüter.

Grass no era bienvenido en el entonces Berlín oriental, y cada vez que llegaba para reunirse con poetas y escritores del país hermano se informaba de ello al máximo dirigente y sucesor de Ulbricht, Erich Honecker. Aunque la división en dos estados alemanes que se enfrentaban hostilmente en lo ideológico, lo militar y lo económico fue resultado de la Segunda Guerra Mundial, mi convicción era que Alemania como nación de cultura era indivisible, dijo Grass al explicar su interés en los creadores literarios de la entonces Alemania oriental.

El escritor nunca se imaginó que su presencia despertara tanta sospecha. Sólo me lo puedo explicar como la reacción de una típica dictadura, no importa que sea de izquierda o de derecha, que tiende a temer de manera exagerada a la expresión escrita.

Así como la Stasi lo espió de 1961 a 1989, el escritor reiteró su sospecha de que fue observado también por los servicios de inteligencia germano occidental, la BND, y por la oficina de protección a la Constitución, aunque dijo no tener pruebas. Pero un indicio de ello es que dichos servicios de inteligencia fueron creados por ex jefes de espionaje nazis. Cuando escribí aquella carta a Anna Seghers, la RFA era todo menos un símbolo de democracia. El entonces canciller Konrad Adenauer tenía como secretario de Estado a un hombre llamado Hans Block, vinculado con las leyes raciales nazis. Otros jerarcas de esta ideología ocupaban cargos en el gabinete. Hoy sabemos más de lo que entonces se sopechaba. Cerca de 10 por ciento de los agentes de los servicios secretos BND provenían de las filas de la Gestapo y de todos los órganos del sistema nacionalsocialista.

En conversación con La Jornada, el Nobel de Literatura 1999 dijo que aunque los archivos de la Stasi fueron abiertos a principios de los años 90, él rehusó consultarlos entonces porque se veía a esos documentos como la verdad absoluta, lo que naturalmente no era cierto. Los informantes a veces inventaban, los oficiales podían escribir más de lo que habían visto, a eso se sumaba la opinión del jefe, que también era corregible cuando llegaba más arriba y podía incluirse algo que gustara más a la dirigencia, aunque en realidad sucediera todo lo contrario.

Cada documento fue contrastado con otras fuentes y testigos para cerciorarse de su veracidad. Grass subrayó la importancia de diferenciar incluso entre los informantes. No todos eran iguales: unos actuaron por necesidad económica, otros por venganza política.

El escritor mantiene una actitud escéptica y sostiene que el excesivo valor que se ha dado a dichos documentos responde a la mentalidad triunfalista de Occidente. Hoy sabemos que la democracia está llena de remiendos. Añade: en los años 90 (del siglo XX), cuando ya no existía la RDA, los agentes de la Stasi fueron reclutados por la CIA y por los servicios secretos de Alemania occidental.

Al preguntarle sobre la situación en Cuba, Grass señala que aunque las violaciones a los derechos humanos son criticables y hay que denunciarlas, también se debe reconocer que buena parte de lo que ahí sucede es resultado de una política estadunidense equivocada, como haber aislado a la isla tantos años. Eso condujo a una dependencia hacia la entonces Unión Soviética, que no había. De lo que se tiene miedo en Cuba ahora es de que Estados Unidos y sus intereses vuelvan a poner pie ahí, y es comprensible. La historia de Cuba y los dictadores que tuvo antes de Fidel Castro, con apoyo de Washington, está profundamente enraizada, concluye.