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El bailaor se presentó el miércoles pasado en el foro de Reforma con su show Calé

Joaquín Cortés estremeció al público del Auditorio Nacional con su fuerza gitana

Durante dos horas fascinó a los asistentes con coreografías como Mi soledad, Soul o Cibayi

 
Periódico La Jornada
Viernes 5 de febrero de 2010, p. a12

Una gran hoguera ardía en el fondo del escenario, cual noche de los gitanos en un bosque frío y oscuro. En torno del elemento ígneo un grupo errante canta y baila orientados por la Luna y las estrellas.

La penumbra sólo es invadida por la melodía de amor de un hombre rodeado por mujeres. Éste fue uno de los cuadros más emotivos del espectáculo coreográfico Calé (gitano, en romaní), escrito y dirigido por el bailaor Joaquín Cortés, la noche del pasado miércoles, en el Auditorio Nacional.

Durante dos horas, el embajador de buena voluntad ante la Organización de las Naciones Unidas estremeció a un público admirado por la fuerza, la sensualidad, la habilidad en el baile, capaz de girar en vilo, rematar con apóstrofes una secuencia de movimientos, todo en ocho cuadros de música y danza gitanas.

El misterio que rodea y persigue a los gitanos, como seres errabundos, es un imán que atrae públicos en todo el orbe. Tan sólo en Europa son 13 millones de seres los que esparcen su cultura, hoy reconocida como patrimonio universal.

A las 20:50 horas se abrió el telón y comenzó la música para dar lugar a Cibayi, primera muestra de destreza en el taconeo, a una velocidad que hace único a Cortés. Desde varios puntos del foro de Reforma algunas damas expresaron su emoción y gusto por ese cuerpo de potencia insospechada.

Se sucedieron Live, De amor y odio y Calé. El cuerpo sudoroso del artista hacía que las telas del vestuario diseñado por Giorgio Armani se le pegaran al cuerpo, en el torso y la espalda. Varias mujeres pidieron con gritos que se despojara de esas prendas húmedas; tan sólo las complació a medias, cuando abrió del frente su camisa blanca.

Orgulloso de ser gitano

No todo es el punta y tacón. Las ocho bailarinas, esbeltas, de senos turgentes, piernas largas y talle breve, se movían sinuosamente a lo largo y ancho del escenario, pero todo en torno de Cortés, el centro visual de Calé, su sexta coreografía, la cual es síntesis de su creación vital.

Regresó al escenario. Saludó alzando las manos, y comenzó lo que llamó pequeño monólogo, en el que, primero, habló del place de estar en el país: Me siento muy a gusto de compartir con ustedes mis emociones, mis sensaciones, y luego agradeció a su equipo, a todos los que hacen posible que pueda seguir soñando y volando. Españoles y mexicanos, músicos y bailarinas. ¡Un aplauso para todos ellos, por favor!

Cortés continuó su discurso con alegría y expresó el orgullo de representar a su cultura: Es un placer estar aquí en este auditorio, que es una maravilla, de verdad. Y una cosa muy importante: ¡me siento muy orgulloso de ser gitano! ¡Soy un gitano universal! ¡Me siento muy orgulloso de mi cultura! Gracias.

Finalmente, concluyó su acercamiento con el público con un agradecimiento a su madre: No estaría en este mundo, siendo lo poquito que soy, si no fuera por la mujer más maravillosa que he visto. Le quiero dar un aplauso muy grande a esa madre maravillosa que ya no está conmigo, y a todas las mujeres mexicanas.

Siguió entonces con la bulería Mi soledad, los jaleos de Pasión gitana, la soleá que llenó los 35 minutos de Soul, y los tangos de otra versión de Calé. Así se desarrolló el viaje de Cortés a través de sus emociones personales.

En esta ocasión, Joaquín Cortés recogió la esencia de las seis obras que ha dirigido y coreografiado a lo largo de sus 20 años en los escenarios del mundo.

El telón se fue cerrando lentamente. Los aplausos y los gritos de reconocimiento no cesaban. El fuego de la hoguera dejó un brillo que quedó en la memoria de los asistentes.