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África supera los montos que destina el país, afirma José Franco

Mito, que en México la pobreza frene la inversión en ciencia y tecnología
 
Periódico La Jornada
Sábado 30 de enero de 2010, p. 30

Es un mito que por ser pobre México no tenga recursos para invertir en ciencia y tecnología. Naciones con menor desarrollo, como Ruanda, en África, destinan 1.6 por ciento de su producto interno bruto (PIB) a ese rubro, señaló José Franco, secretario de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).

El investigador asistió a la reciente asamblea general del Panel Interacadémico de Asuntos Internacionales (IAP, por sus siglas en inglés), fundado hace 18 años, que reúne a las academias de ciencias de 104 países de todo el mundo, donde se hizo hincapié en que gracias a la intervención de las academias científicas de África con sus respectivos gobiernos, por lo menos 10 países de ese continente fijaron lineamientos para superar el uno por ciento del PIB de inversión en ciencia y tecnología.

México destina alrededor de 0.34 por ciento de ese indicador al desarrollo científico y tecnológico, citó el también director del Instituto de Astronomía de la UNAM.

Franco informó que durante la reunión –la semana pasada en Londres– se eligió a la AMC miembro del comité ejecutivo de esta instancia, lo que indica que el liderazgo de la ciencia mexicana en América ha sido reconocido por nuestros pares.

Ghana, Mozambique, Nigeria, Senegal, Sudáfrica, Tanzania, Uganda, Zambia, Malawi y Ruanda –que ya lo pone en práctica– se han comprometido a invertir, a corto plazo, uno por ciento de su PIB en ciencia y tecnología, señaló el secretario de la AMC.

Así, por ejemplo –señaló Franco–, Ruanda, además de invertir 1.6 por ciento del PIB en estos rubros, confía en llegar a 3 por ciento en los próximos cinco años, y Malawi fundó varios centros experimentales en hidrotecnología y biotecnología.

El nombramiento de la AMC como integrante del comité ejecutivo del IAP, sostuvo el investigador mexicano, es un paso adelante, cuyo objetivo es lograr que los gobiernos tomen en cuenta a las academias de ciencias en la construcción de políticas públicas, como sucede en Estados Unidos y Europa.