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Invictus, el más reciente filme de Clint Eastwood, se basa en su libro Playing the enemy

El rugby, guinda sobre el pastel para fin del apartheid: John Carlin

Nelson Madela es un genio político y vio en este deporte una oportunidad única para la unión en Sudáfrica, señala

Conozco mejor que nadie la historia y me quedé cautivado con la cinta

Foto
Morgan Freeman y Matt Damon en un fotograma de Invictus
 
Periódico La Jornada
Domingo 24 de enero de 2010, p. 8

Nelson Mandela vivió 27 años en una celda y salió dispuesto a perdonar a quienes lo encarcelaron. Cuando cuatro años después fue electo presidente de Sudáfrica, encabezó el movimiento político que desde tiempo atrás buscaba la reconciliación. La guinda sobre el pastel, como la llama el periodista John Carlin, fue la final de la Copa del Mundo de rugby en 1995.

En una iglesia, reparten ropa a niños negros. Todos la reciben con entusiasmo, menos el que le toca una playera del equipo de rugby sudafricano, los Springboks: él la rechaza indignado. La escena tiene lugar en la recién estrenada Invictus, dirigida por Clint Eastwood y basada en el libro Playing the enemy (El factor humano, Seix Barral), de John Carlin, corresponsal en Sudáfrica del diario inglés The Independent, de 1989 a 1995.

El rugby era el deporte de los afrikaaners. Por ende, para los negros simbolizaba el apartheid. Mandela, en cambio, vio en este deporte una oportunidad única para unir.

En la cinta, una asesora del presidente le dice que si se mete en ese terreno arriesga su capital político, arriesga su futuro como líder. Él contesta: El día en que tenga miedo de hacer eso, será el día en que no sea digno de ser un líder.

Consumación de un proceso político

El partido de rugby fue la consumación de un proceso político que Mandela había conducido durante muchos años. Fue la guinda sobre el pastel, el acontecimiento político que puso el sello a un proceso democrático que Mandela condujo con una enorme habilidad, opinó Carlin, en entrevista telefónica desde Barcelona, donde vive desde hace 11 años y trabaja para el diario El País.

Y siguió: “Fue un pastel que sin la cerecita hubiera tenido mucho menos sabor y seguramente hubiera perdurado mucho menos. Mandela logró –apoyado en su partido, en mucha gente muy valiosa que lo rodeó, pero él fue el espíritu definitivo– transformar una situación que podría haber acabado en catástrofe, en guerra civil –porque hubo un enfrentamiento racial muy fuerte y mucho resentimiento histórico acumulado– en un país democrático, estable y pacífico. Cuando Mandela salió de la cárcel, Sudáfrica tenía las condiciones para que hoy fuese una especie de Afganistán. En vez de serlo, hoy es un país democrático, estable, que está a punto de celebrar el acontecimiento público más grande que hay en el planeta: el Mundial de futbol”. El libro y el filme tratan sobre cómo Mandela logró ésto, con el partido de rugby como línea narrativa.

Carlin estaba ahí el día de la histórica final contra Nueva Zelanda. La mañana de ese partido, incusive antes de que se supiera el resultado, fue la primera vez en los 350 años desde la llegada de los primeros colonos europeos, que todos, independientemente de su raza, religión y creencias políticas, compartían un objetivo común: todos querían que ganase su equipo. Y eso, en un país tan fracturado como Sudáfrica, ya fue algo enorme. Fue a través de eso que se logró un grado de unidad nacional que, cuando Mandela salió de la cárcel cinco años antes, hubiera sido inconcebible. Y aún más inconcebible: las escenas de júbilo después del partido, todo el país se fundió en una especie de abrazo, de alegría, de canciones, de bailes, escenas de blancos y negros celebrando juntos, que también, insisto, absolutamente in-con-ce-bi-bles cuando Mandela salió de la cárcel percibido por la mayoría de los blancos como un gran terrorista.

Instinto extraordinario

Para Carlin, el valor político del deporte es algo que no se ha utilizado mucho, que yo sepa. Es otro ejemplo del genio político de Mandela. Insisto: Mandela es un genio político, como Mozart es un genio de la música. Como dice Clint Eastwood, Mandela tiene un instinto para la política que es extraordinario. Él vio en este torneo, en este deporte, una oportunidad política para lograr sus objetivos. Creo que esto se ha visto muy poco. En los ejemplos que conozco se ha usado para cosas negativas: por ejemplo, cuando Hitler usó los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 para promover su ideología de superioridad racial, o cuando el régimen militar argentino utilizó el Mundial de futbol del 78 para consolidar su poder tiránico. Las pasiones tan elementales, tan tribales, que despierta el deporte se pueden utilizar por los políticos para el bien o para el mal. Lo fantástico de este caso es que se usó para el bien y que todo el país lo celebró.

Al inicio del proyecto de Invictus, el guionista Anthony Peckham pasó una semana con Carlin en España, prácticamente día y noche hablando sin parar sobre cómo adaptar esta historia al filme. También le di transcripciones de mis entrevistas con Mandela y otra gente.

Ahora Carlin ya vio tres veces la cinta: Me ha gustado muchísimo. Yo que me conozco la historia mejor que nadie, me quedé cautivado de principio a fin, inclusive me conmovió bastante.

Morgan Freeman, quien interpreta a Mandela, es cercano al dirigente sudafricano. Incluso, hace unos días, Freeman contó en el programa televisivo The Colbert Report, que cuando Mandela escribió su autobiografía Long walk to freedom, le dijo que si algún día era llevada a la pantalla grande, quería que Freeman lo interpretara. Esto y el hecho de que John Carlin también sea cercano a Mandela, le da al proyecto un matiz particular.

Morgan Freeman, el impulsor

Al respecto, dijo el periodista: No es que de repente alguien en Hollywood tuvo la idea y dijo, ¿a quién vamos a llamar? Sino que este proyecto cinematográfico lo impulsó Morgan Freeman. Llevaba muchos años queriendo interpretar el papel de Mandela en el cine: conocía a Mandela personalmente, había estado en Sudáfrica muchas veces, había estudiado a Mandela... Entonces, fue la persona indicada y se nota en su interpretación. Para mí, lo más notable de la película es el papel que hace, es magistral. Y no lo digo sólo yo: la hija de Mandela estuvo sentada al lado mío en el estreno en Los Ángeles y se quedó asombrada ante lo fidedigno que fue el retrato que hizo Freeman de su padre. Esa es el ancla de todo. Si Freeman no hubiera hecho su papel de manera magistral, por más bien que hubieras hecho todo lo demás, la película no hubiera funcionado. Si este filme va a ganar un Óscar, se lo tendrían que dar a Morgan Freeman.

Carlin opinó que en México el racismo es un tema mucho más complicado que en Sudáfrica. No sé cómo estará ahora, porque hace tiempo que no voy, pero me acuerdo que en las telenovelas mexicanas, la enorme mayoría de los protagonistas representaban racialmente al 10 por ciento de la población. Pero en Sudáfrica, también un país muy de telenovela, ves reflejado algo mucho más fidedigno: refleja un país con mucha mezcla racial, pero con mucho respeto y muy integrado.