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Setenta mil cadáveres, a la fosa común sin mayor trámite, ordena la alcaldía de Puerto Príncipe

Ordena la ONU evacuar cuatro zonas de rescate por disturbios

Las misiones de ayuda, incluida la de México, no pueden ser expuestas, justifica el organismo

Choques en Cité Soleil; infantes de marina estadunidenses sofocan tiroteo

La ayuda aún llega a cuentagotas

Se dispara el precio de la gasolina

Préval parece zombi, se queja un observador

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El caos y la devastación prevalecen en los barrios de Puerto Príncipe, cuyos pobladores padecen los efectos del terremoto del pasado martesFoto Ap
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Una niña herida, en un hospital improvisado después del terremoto en Haití. Los líderes mundiales prometieron ayuda para reconstruir el país, después de lo que Naciones Unidas calificó de la peor crisis humanitaria de las décadas recientesFoto Reuters
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Mexicanos participan en operaciones de búsqueda y rescate entre los escombros del palacio presidencial de Puerto Príncipe, devastado por el terremotoFoto Reuters
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 18 de enero de 2010, p. 23

Puerto Príncipe, 17 de enero. Orden de la coordinación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para el desastre en Haití: todos los grupos de rescatistas de cuatro zonas de operación, entre ellas la que fue asignada a los mexicanos, debían abandonar las tareas de salvamento, evacuar el área y retornar a sus bases en los descampados del aereopuerto capitalino. La explicación que se dio es que habían estallado disturbios y que no se podía exponer a las misiones internacionales a la violencia.

La información se confirmó poco después. En la gigantesca ciudad perdida Cité Soleil dos grupos rivales se enfrentaron a balazos para controlar una operación de reparto de agua a una población sedienta y hambrienta que sólo ve llegar cierta asistencia a cuentagotas. El disturbio se generalizó. Desde sus helicópteros, infantes estadunidenses de marina intentaron sofocar el tiroteo con disparos al aire. Sin una confirmación oficial, se habló de muertos y heridos entre la población.

El incidente hizo temer a la ONU por la seguridad de los operativos cercanos y ordenaron su suspensión en los sectores uno, dos, ocho y trece. Para efectos de organización, el mapa del desastre fue dividido en sectores y asignado a distintos países. El ocho, que correspondió a México, abarca más de 30 manzanas en pleno centro de la ciudad, dentro del triángulo formado por la Grand Rue, Duras y Rue Miracle. Incluye los derrumbes más simbólicos, el del Palacio Nacional y el de la catedral y el arzobispado. Según la evaluación preliminar, 85 por ciento de los edificios y casas de esta zona se derrumbaron –con centenares de víctimas aún bajo los escombros– o quedaron en condiciones inhabitables.

Precisamente en el sector ocho trabajaba en esos momentos el Grupo Jalisco, considerado por las autoridades de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación como la elite de los rescatistas. A los jaliscienses se les asignaron las tareas de salvamento del Palacio Nacional, donde apenas un día antes lograron sacar los cuerpos de tres funcionarios de la presidencia, entre ellos el del jefe de seguridad del mandatario René Préval.

El grupo Jalisco había visto demorada su salida a las labores de rescate porque, conforme al protocolo de la ONU, no podía salir sin escoltas de seguridad y éstas tardaron varias horas en llegar. Cuando les llegó la orden de evacuar apenas habían empezado a trabajar con dos de sus imponentes perros.

Pero lo cierto es que en el Palacio Nacional y el inmenso y hacinado campamento de damnificados que se instaló en los parques conlindantes del Campo Marte no había disturbio alguno, ni violencia ni indicios de brotes rijosos. Y la zona ocho quedó hoy sin la urgente ayuda de los rescatistas. Se preguntó a la directora de Protección Civil, Ana Lucía Hill, cabeza de la misión México, si la acentuada aprehensión por la supuesta o real violencia en las calles no entorpece la ayuda que se requiere. Los protocolos de la ONU en materia de seguridad son muy estrictos.  Nadie quiere poner en riesgo la vida de algún cooperante, respondió.

El incidente, magnificado por algunos medios de prensa que dan la imagen de saqueos generalizados –que los hay, indudablemente, pero aún a niveles aislados–, provocó la observación de un diplomático latinoamericano: Es una evidencia más de hasta qué grado la misión de la ONU está paralizada, de rodillas. Reconoce que la situación puede explicarse porque este organismo quedó totalmente descabezado. Toda su cúpula, 17 altos funcionarios, tenía una reunión de trabajo con una delegación llegada de China a la hora del terremoto, el pasado martes 12. La sala de juntas quedó aplastada. Todos murieron.

Pero hay razones más de fondo. Recuerda este mismo funcionario: Desde hace un año hay quienes tratan de abrir la discusión de para revisar la eficacia de la misión y llevarla al terreno del fin de la crisis. Pero los jefes no lo admiten. Hay aquí una alta burocracia muy beneficiada, funcionarios que ganan entre 20 y 30 mil dólares y están a 45 minutos de Miami. De hecho, y esto se sabe, 90 por ciento de los millones de dólares que llegan de ayuda a Haití son para financiar al aparato. Y 10 por ciento llega efectivo a la gente.

Los ritos funerarios de los haitianos, mezcla de catolicismo y vudú, son intrincados y muy arraigados. Por eso sorprendió a muchos la calma con la que los capitalinos acataron la decisión de la alcaldía de Puerto Príncipe de depositar los cadáveres en fosas comunes sin mayor trámite. Es una reacción natural cuando la lucha por la vida se vuelve tan descarnada como ahora, comenta la académica Susy Castor. Hasta ahora, según informó por Radio Metropole el secretario de Alfabetización Carol Joseph, hay cerca de 70 mil cuerpos en fosas comunes. Ello implicó un enorme esfuerzo de recolección por las autoridades locales.

Aunque también es cierto, denuncian algunos testigos, que los camiones recolectores, en ocasiones, para ahorrarse el viaje y robarse los excedentes de la gasolina, tiran muchos cuerpos en las barrancas. Por esto y por los muchos cuerpos que quedan aún sin rescatar, el hedor indescriptible sigue acompañando las horas de los habitantes de esta ciudad, para quienes un tapabocas es un bien inalcanzable.

Otra ley en crisis como la actual: en pocos días la gasolina duplicó su precio. Y va para arriba, incontenible.

Díganle al mundo que hay que hacer algo

Eso dice la madre superiora de la escuela del Perpetuo Socorro. El plantel que dirigía, el convento de las hijas de María y la antigua capilla del mismo nombre, construida en 1882, todo en una manzana de la dañadísima colonia popular de Belair, no son más que un amasijo de varillas y cemento. En la sala de estar quedaron 16 monjas que aún nadie rescata. Trece fueron salvadas, muy mal heridas. Pero nadie se hace cargo del salvamento de las muertas. Al pasar por ahí presenciamos una discusión con un grupo de rescatistas israelíes. La gente de la escuela les pide apoyo. Pero ellos –algunos van armados– alegan que sólo rescatan vivos. Al final se van, dejando rabia y frustración entre los familiares de las monjas, totalmente dejados a su suerte. Como dice un experto en asistencia humanitaria en este país: “Haití no es para debutantes.

Ya fui a todos lados, a las misiones internacionales, a los ministerios. Pero nadie viene, nadie hace nada. Ustedes que escriben, díganle al mundo que hay que hacer algo. Finalmente otra de las hermanas logra reunir a una docena de jóvenes fortachones muy dispuestos a hacer algo. Pero ninguno tiene una pala siquiera. Trabajarán con las uñas.

Eso es lo que ya hacen muchos. Las redes civiles han empezado a aparecer. Unas trabajan el tema del agua. Otras la sanidad. “Sí –dice otro académico haitiano, Guy Pierre, que hoy fue repatriado a México–, esta sociedad tiene resortes vivos que pueden y van a reaccionar. Ya están reaccionando. El primer momento de estupor está pasando para dar paso a la organización de la sociedad civil, como ocurrió en 1985 en la ciudad de México.”

A propósito del 85 mexicano, el grupo Topos de Tlatelolco comenzó hoy tareas de rescate de cuerpos en otra de las zonas más abadonadas, la ciudad perdida de Carrefour, en la escuela primaria de las Hermanas Salesianas.

Parálisis en el gabinete de crisis

La sede alterna del gobierno federal se ha asentado en la oficina de la policía judicial, camino al aeropuerto. Aquí despachan el presidente René Préval y su gabinete de crisis (que contempla cinco áreas prioritarias, entre ellas agua, sanidad y seguridad). Hay reunión. Está citada a las nueve pero no empieza a tiempo. Como logística, sólo cuentan con una computadora y una secretaria. A la oficina se presenta el dirigente del sindicato de transportistas. Ofrece camiones y choferes para empezar a repartir agua en los barrios, sedientos desde hace cinco días. Es un tema explosivo. Para movilizar los camiones falta gasolina. Se propone que se requisen unas gasolineras para dotar el combustible. El decreto del estado de emergencia faculta al presidente para las requisas. Pero nadie hace caso de la propuesta. Un observador se retira frustrado: Préval parece un zombi.

Termina el día cinco con dos luces en un horizonte desolador. En el hotel Montana es rescatada con vida su dueña, la señora Cardoso. En el supermercado Caribe, un centro frecuentado por las clases alta y media, salió tambien sobreviviente la señora Handal. Tal vez la Organización de ls Naciones Unidas decretó el fin de la etapa de búsqueda y rescate, pero muchos saben que bajo algunos escombros queda todavía un aliento de vida. Cada vez más débil.