Opinión
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Academia Mexicana de Ciencias: 50 años
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a década de los años 50 del siglo pasado fue muy importante para la historia de la ciencia mexicana, pues en ese tiempo surgieron las primeras organizaciones de científicos en nuestro país. El nacimiento de las agrupaciones por especialidad, como las Sociedades Mexicana de Física (1950), de Ciencias Fisiológicas y de Bioquímica (1957), entre otras, es testimonio de la presencia de personas y grupos dedicados profesionalmente a la investigación. Si bien no es el único, éste es uno de los datos que ilustran el proceso de consolidación de la ciencia moderna en México.

La Academia Mexicana de Ciencias (AMC), creada en 1959, acaba de celebrar sus primeros 50 años de vida. Se trata de un hecho muy significativo, pues, a diferencia de las sociedades por especialidad, esta agrupación reúne a científicos de todo el país en todos los campos del conocimiento.

En la actualidad está formada por 2 mil 119 integrantes, que realizan sus tareas en las ciencias exactas, naturales, sociales y en las humanidades. Esta característica, y el papel que ha desempeñado a lo largo de medio siglo en beneficio de la ciencia y del país, permiten afirmar que se trata de un órgano representativo de los científicos mexicanos. Puede apreciarse en ello la materialización del pensamiento visionario de sus fundadores.

Además de ser el espacio para el intercambio de experiencias entre los científicos mexicanos y de ellos con sus colegas a escala internacional, la AMC ha desarrollado una incesante tarea en la educación científica y la divulgación del conocimiento, así como en la descentralización de las tareas científicas. Adicionalmente cumple una función de vínculo de los investigadores con el gobierno federal, actuando como interlocutora.

A lo largo de su historia ha contribuido a configurar la estructura actual del sistema de ciencia en el país, deempeñando un papel destacado en la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y del Sistema Nacional de Investigadores (que, por cierto, no funciona, como se piensa: como un medio de control del pensamiento crítico de los científicos), por citar algunos ejemplos. En su relación con el gobierno federal, la AMC ha mantenido siempre una postura independiente.

Tuve la oportunidad de asistir a la celebración de los primeros 50 años de vida de la academia, a la cual no acudieron Ernesto Lujambio, secretario de Educación, ni Juan Carlos Romero Hicks, director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (a pesar de haber sido invitados), y en su lugar enviaron a representantes de altísimo nivel. Debo decir que lo que a algunos podría parecerles una grosería o un desdén, a mí no, pues sabiendo que estas personalidades poco pueden aportar en el terreno de las ideas sobre el desarrollo de la ciencia y del país, su ausencia francamente a nadie le importó… Era la fiesta de la AMC.

Y las ausencias no importaban, pues lo que sí estuvo presente fue el espíritu de Gonzalo Aguirre Beltrán, Ignacio Bernal, Pedro Bosch, Tomás Brody, Eduardo Caballero, Alfonso Caso, Isaac Costero, María Elena Caso Muñoz, Juan Comas, Eli de Gortari, Humberto Estrada, Eduardo García Máynez, Guillermo Haro, Otto Hecht, José F. Herrán, Wigberto Jiménez, Paul Kirchhoff, Enzo Levi, Raúl J. Marsal, Francisco Medina, Faustino Miranda, Rafael Méndez, Marcos Moshinsky, Parish Pishmish, Enriqueta Pizarro, Fernando Prieto, Alfonso Reyes, Enrique Rioja, Jesús Romo, Arturo y Emilio Rosenblueth, Alberto Sandoval, Manuel Sandoval Vallarta, Mauricio Swadesh, Leonila y Roberto Vázquez, Alejandro Villalobos y Fernando Walls, por citar sólo a los fundadores desaparecidos.

Ha transcurrido medio siglo. Toda esa tradición e historia estuvo dignamente representada en la celebración del aniversario de la AMC por la doctora Rosaura Ruiz Gutiérrez, quien en su mensaje ofreció un panorama del estado actual de la ciencia mexicana, la cual, por la imposición de modelos que favorecen la dependencia y por decisiones inadecuadas, se encuentra muy lejos de estar integrada al desarrollo nacional.

Uno de los datos más preocupantes que reveló la presidenta de la academia fue que se ha producido una nueva reducción en el gasto para la ciencia y la tecnología, que ha caído nuevamente este año, al situarse en 0.34 por ciento del PIB, mientras se destina 0.5 por ciento a los rescates carretero y bancario. Pero también señaló los grandes logros de los científicos mexicanos para el avance del conocimiento y en la creación cotidiana de soluciones a los problemas nacionales.

Después de medio siglo, la AMC se ha consolidado como uno de los recursos más importantes con los que contamos los mexicanos, pues el trabajo de sus agremiados y de todos los científicos del país representa una de las vías tangibles para el desarrollo independiente de México.