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Hay textos muy bravos en los cuales se nota que fueron discriminados: Natalia Toledo

Pugnan escritores indígenas por ser imaginativos y explorar la riqueza del lenguaje de la vida
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 15 de diciembre de 2009, p. 8

San Cristóbal de Las Casas, Chis. Uno de los cambios más notables que se observa en la cultura de Chiapas está en el terreno de la creación literaria en lenguas indígenas.

Enrique Pérez López, escritor en lengua tzotzil del pueblo de Chenalhó, escribía en 1992: No debemos concretarnos únicamente en la recopilación y escritura de los relatos, historias, costumbres y tradiciones de nuestros pueblos; sino que nuestra labor debe ir más allá: el escritor indio debe ser creativo, imaginativo y explorador de la riqueza del lenguaje de la vida y del sentimiento, de las necesidades y satisfacciones, de las alegrías y tristezas de nuestros pueblos.

Enrique es actualmente el director del Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígenas (CELALI), que surgió en 1997, fundamentalmente como resultado de los Diálogos de San Andrés Larráinzar. Todos sabemos que a partir de 1994 se manifiesta la participación política de las comunidades, los indígenas comienzan a valorar la enorme riqueza de su cultura, a valorarse a sí mismos.

Antes era solamente la tradición oral, los temas eran la naturaleza, los cerros; en cambio, después de 1994 los temas son más sociales, afirma Marceal Méndez, escritor en lengua tzeltal, de Petalcingo, y coodinador del Seminario de Composición Literaria, organizado por el CELALI. Ejemplifica con la poesía tzotzil de Ruperta Bautista: Dices que buscas justicia pero golpeas a la humanidad,/ quieres igualdad y escalas a través de los humildes,/ prefieres volar pero cortas alas ajenas,/ quieres la paz pero siembras odio y guerra/ Señora Chulti, ¿por qué no deja de decir? (Chulti, mentira en idioma tzotzil).

El seminario trabajó este año con tres escritores invitados: Carlos Montemayor, especialista en lenguas originarias; Jorge Cocom Pech, maya yucateco, y Natalia Toledo, poeta en lengua zapoteca.

Montemayor dijo, el pasado mayo, que en la literatura latinoamericana no debe considerarse solamente lo escrito en lengua española, sino también lo realizado en las lenguas originarias. También que ha prestado mucha atención al arte de la lengua que han preservado, con una deslumbrante pureza y creatividad, los oficiantes o rezanderos tradicionales indígenas.

Entre los creadores y transmisores de estos modelos poéticos, mencionó al poeta tzotzil Alberto Gómez Pérez, de quien transcribimos el poema Que no se apague el sol: Bendito padre/ tú eres la bendición/ no permitas que el sol se apague./ Ven, Señor,/ donde siempre resplandeces/ para adorarte Señor/ y postrarme delante de ti./ Ven padre/ con tu resplandor,/ con la vida./ Señor, sufriendo está el sol./ Con nadie más estoy platicando./ Con nadie más estoy cantando,/ sino sólo contigo Señor,/ A ti te lo vine a presentar/ y a recomendar/ que no se eclipse el sol.

Jorge Cocom Pech desarrolló, del 17 al 19 de noviembre, el tema relacionado con el ritmo y la musicalidad de las lenguas en la composición literaria. Natalia Toledo, del 26 al 28 de noviembre, abordó el tema de cómo tratar lo sobrenatural y lo divino en la literatura. En todos los casos se trata de cómo escuchar la tradición oral y replantearla con las exigencias culturales de nuestros días.

“Quise compartir los años que tengo escribiendo versos –platicó Natalia. Lo que he aprendido con los habitantes de mi pueblo, que preguntemos cómo es la lengua y cómo se vive esa palabra para poder transmitirla al papel. Algunos son muy jóvenes y les interesa mucho ser de una lengua, de una comunidad. Y hay textos muy bravos, donde se nota que han sido discriminados en su propia tierra, que es San Cristóbal de Las Casas. Y me di cuenta de que no le temen a nada, están tomando riesgos y eso me da mucho gusto, es la única manera, creo yo, de revitalizar las lenguas originarias: hay que crear nuevos mitos, nuevas leyendas.”

Calidad poética y narrativa

A partir del mito de la tortuga que recopiló Andrés Henestrosa (el cuento que está en su libro Los hombres que dispersó la danza), Natalia pudo hablar del cadáver exquisito y las vanguardias del siglo XX, como el surrealismo. “La tortuga adquirió su nombre cuando se cayó del cielo y se fragmentó porque Dios la había olvidado. Cuando Dios puso nombre a las cosas y a los animales la olvidó y la tortuga le pidió al zopilote que la llevara a Dios; mientras iban izándose se percata de que huele feo el zopilote. ¡Qué feo hueles! –le dice. El zopilote la avienta y se hace añicos, a Dios le dio lástima y pegó sus partes y de ahí adquirió su nombre: bigú, que en zapoteco significa pedacería, polvo. Entonces yo dibujé una tortuga, la dividí en sus 11 partes y a cada chavo le tocó unir el cuerpo de la tortuga, poéticamente”.

Pudo hablar del surrealismo, es decir, que no estamos peleados con otras expresiones de otras latitudes, y que también nos sirven para decir algo, para rehacer el cuerpo de la tortuga, para poder recrear un mito. Tenemos muchas coincidencias, el conejo y el coyote por ejemplo, las experiencias que tienen aquí también las escriben los compañeros, pero hay la sensibilidad de cada lengua y detectamos esas particularidades que nos hacen ser lo que somos.

Hay mucha calidad poética y narrativa aquí entre los jóvenes, reconoció Natalia Toledo. Es que tienen otro temperamento también, me refiero a que este clima no es el mismo, aquí en la montaña hay frío y la gente se guarda, aunque descubrí un poeta que todo lo que escribe es poesía totalmente erótica. El frío también acerca a los cuerpos, finalmente.

“Chiapas y Oaxaca siempre han sido pueblos en resistencia –concluye–, por eso es que nos entendemos muy bien ellos y yo. No vine a enseñarles nada nuevo, sólo a compartir lo que sé, y aprendí mucho.”

Marceal Méndez, del CELALI, considera que un momento importante en el desarrollo de la literatura en lenguas originarias es 1998, cuando se publica el libro Palabra conjurada. Allí aparece el cuento El ladrón de palabras, del narrador tzeltal Josías López. Su tema es la experiencia de un curandero, sólo que explora entonces no sólo la voz narrativa, sino que plasma en su narración la vida comunitaria, con todas sus implicaciones culturales.

Josías se refiere, a las palabras de nuestros primeros padres. Acerca de esto escribe J.M. Le Clézio en su versión francesa de Chilam Balam de Chumayel: Este saber llegó hasta nosotros a pesar de la hoguera de los españoles, de la furia destructora de los hombres. Porque la palabra de Chilam Balam no es solitaria: es la expresión de un pueblo entero, su alma, su vida. Lejana, enigmática, la voz del oráculo maya continúa leyendo para nosotros el mensaje del tiempo, inscrito en el cielo, entre las estrellas.