Opinión
Ver día anteriorLunes 7 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el otro lado

Controvertida decisión

E

l presidente Obama tomó la que tal vez sea una de las decisiones más trascendentes de su mandato: incrementar el número de soldados en Afganistán, y con ello, prolongar la estancia de Estados Unidos en aquel lejano país. Con la elocuencia que le es característica, bordó un discurso en el que atendió a las inquietudes de diversos auditorios sobre el futuro de una guerra que ya ha durado ocho años, la más larga librada por las fuerzas armadas estadunidenses y, junto con la de Irak, la más costosa: 300 mil millones de dólares, y contando.

Una guerra, dijo, en la que a diferencia de la que EU declaró a Irak, no fue opcional sino en respuesta al ataque de Al Qaeda el 11 de septiembre, y agregó: si no creyera que la seguridad de EU está en juego, mañana mismo ordenaría el regreso de las tropas.

Por las reacciones dentro y fuera de EU se puede decir que la decisión no dejó conforme a quienes han insistido en que la guerra debe concluir a la brevedad y tampoco a quienes consideran que debe enviarse más soldados.

Seguramente Obama y sus colaboradores tomarán el pulso de las reacciones. Su preocupación mayor será advertir el malestar que tal decisión causó entre el sector de votantes independientes que le dieron su apoyo en las elecciones. Otro aspecto a considerar será el silencio que ha guardado la mayoría de los demócratas, como expresión muda de su desacuerdo con la decisión presidencial.

Nadie puede predecir lo que pasará con la presencia estadunidense en un país en el que han sido derrotados otros poderosos ejércitos. La sorprendente promesa presidencial de iniciar la salida de Afganistán en 18 meses puede ser alterada por diversos factores, uno de ellos, la imposibilidad histórica de convencer al pueblo afgano de la necesidad de la presencia de soldados de otro país. Lo que sí es posible advertir es que a los congresistas demócratas que vieron con desagrado la decisión de su presidente, les será difícil votar por una ampliación de recursos para la guerra cuando él lo solicite.

Pero más grave puede ser que Obama comprometió su ambiciosa agenda de reformas al enajenar la voluntad de un electorado que está harto de ver cómo un reducido sector de individuos y corporaciones, dentro y fuera de EU, se han beneficiado de una guerra que, además, ha sido uno de los factores de la crisis económica. Para algunos congresistas será difícil conciliar las demandas de quienes exigen terminar la guerra, con la propuesta de Obama de primero concluir con el trabajo iniciado hace ocho largos años y después regresar a casa.

Obama recibirá esta semana el Nobel de la Paz. Será una de las paradojas que nos depara el siglo que comienza.