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Presentaron en la FIL su novela más reciente, Demasiados héroes, publicada por Alfaguara

La literatura, oficio donde siempre se comienza de cero: Restrepo

La militancia invisible y discreta de las madres en Argentina propició la caída de la dictadura, dice

Desde una perspectiva literaria, la escritora toca con su hijo el espinoso tema del padre

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Con Demasiados héroes, la narradora colombiana Laura Restrepo quiso saldar cuentas con una historia política, personal, que conozco muy bien, expresa en entrevista con La JornadaFoto Héctor Jesús Hernández
Enviada
Periódico La Jornada
Jueves 3 de diciembre de 2009, p. 3

Guadalajara, Jal., 2 de diciembre. La literatura es un oficio en el que siempre se empieza de cero, sostiene la escritora colombiana Laura Restrepo, quien partió de ese cero para su nueva novela Demasiados héroes, con la que da un giro a su obra para decantarse hacia un texto más íntimo con fuerte carga autobiográfica, aunque sea ficción.

Demasiados héroes (Alfaguara), presentada este miércoles en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, narra la historia de Lorenza, quien en su juventud fue militante contra la dictadura Argentina, y Mateo, su hijo, quien quizá comprende esa parte de la historia de su madre pero no el abandono de su padre, uno de los dirigentes del grupo al que pertenecía Lorenza.

Al investigar el pasado, Mateo busca su identidad y romper con el silencio de la madre.

Los tiempos de hablar sólo de amor o sólo de política pasaron. En América Latina hubo como una andanada de novelas políticas, y me cuento entre quienes las hicimos, en las que de alguna manera la política pasaba sola, independientemente de la gente que la encarnaba, expresa Laura Restrepo en entrevista.

“Yo quería hablar de ese periodo en la dictadura que fue una cosa que viví, que conocí, pero quería contarla a través de las personas que lo vivieron, y creo que eso obligaba un poco a romper ese esquema de la izquierda.

“Por eso el título, Demasiados héroes, porque esta novela no se puede contar con héroes sino con seres de carne y hueso, llenos de contradicciones, de problemas, inclusive de conductas a veces absolutamente detestables.”

Resistencia clandestina pacífica

Mucho se ha contado sobre la dictadura en Argentina, añade Laura Restrepo, “pero yo tenía una experiencia que me parecía más inédita: la resistencia clandestina, pero no armada. Las armas son muy ruidosas y entonces te montas en esa epopeya de guerreros que combaten y salta sangre y hay tortura, y en esa literatura se perdían todas las medias tintas.

“Quería hablar de esa militancia invisible, discreta, humilde, que creo que en Argentina fue la que hizo que la dictadura cayera. Era la gente del montón, encabezadas por un arma más, que fueron las Madres de Plaza de Mayo.

“Por eso si bien Demasiados héroes es la historia de una madre y un hijo, también es una historia profundamente política porque quienes de verdad estuvieron a la vanguardia a la hora de desacreditar a la dictadura y de tumbarla cuando parecía inamovible, fueron las madres, y el problema de las madres era que les quitaban a sus hijos.”

En esta nueva novela, en chiquito, en individual, se repite la historia, con la paradoja de que quien le quita a Lorenza a su hijo no son los dictadores sino su compañero, el padre de su hijo. Me interesaba presentarlo en Argentina, porque sentía cierta inquietud por cómo lo iban a tomar mis compañeros de militancia.

Es con los personajes que Laura Restrepo trata de acercar a dos generaciones y, al mismo tiempo, zanja una deuda pendiente consigo misma y con su historia: lo que ocurre en la novela lo vivió la autora y a través de Demasiados héroes pudo hablar del tema con su hijo Pedro.

Interlocutor de privilegio

La historia real es como está contada, pero no estaba pensando en biografía ni en confesiones. Era un material literario como cualquier otro, pero que conocía de primera mano, indica Laura Restrepo.

Mi hijo Pedro estudia, terminó literatura y ahora cursa un doctorado; él fue mi interlocutor de privilegio para esta novela. Al escribirla se la iba mostrando y fue una manera de conversar con él de la forma en la que no habíamos podido hacerlo, porque el tema del padre era algo espinoso. Lo hablamos, pero a través de la literatura.

De alguna manera, agrega la narradora, fue un exorcismo y sirvió también para comenzar de nuevo, después de dos años de haber ganado el premio Alfaguara con Delirio, en 1994, cuando ya los reflectores no estaban sobre ella.

“Después de un primer desconcierto viene la alegría de recuperar intimidad y soledad, silencio, como que otra vez las cosas están silenciosas, el teléfono no suena, y pensé: bueno, aquí hay dos opciones, o trato de recuperar lo perdido y escribo Delirio dos, que sería una tontería, o hago una novela silenciosa, que a mí me interesa porque me implica saldar cuentas pendientes con una historia política que quiero contar, con una historia personal que conozco muy bien. Establecer un diálogo con mi hijo, y en el terreno literario también hacer un ejercicio que en particular me cuesta mucho y que creo que en la literatura latinoamericana no es el fuerte, que consiste en hablar de la intimidad.

En América Latina los escritores “hablamos de lo que ocurre afuera; tenemos gran tradición de narradores del mundo exterior, pero lo interior lo dejamos o lo asume la poesía lírica o se la dejamos a la telenovela, como si fuera algo vergonzoso, inconfesable, mientras literaturas como la anglosajona se alimentan de la intimidad, la convierten en la literatura, en gran literatura.

Por eso me costó tantos años escribirla, porque no encontraba el lenguaje, el tono; me costaba un trabajo infinito, siendo que de todas las historias que he contado es la única que yo conocía desde adentro.