Opinión
Ver día anteriorLunes 23 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a morir

Respetar e imponer

E

l problema real en torno al derecho de las personas a tener una muerte digna no estriba en el sentido común, ni en la libertad individual, ni en la solidaridad humana, ni en las objeciones de conciencia de los médicos vitalistas, sino en que la eventual aplicación de ese derecho se deja en manos de… ¡diputados y funcionarios!

Sus métodos de trabajo reflejan una percepción estrecha, por decir lo menos, de los problemas que pretenden abordar y en teoría contribuir a solucionar en beneficio no de su cargo sino de la ciudadanía. Legislar con sensibilidad, imaginación y eficacia se volvió privilegio de sociedades menos timoratas, sin el rezago neuronal que por acá exhiben tantos servidores públicos.

No politice la columna y concéntrese en el tema tanatológico, sugiere Claudio Lara Gil, y le respondo que tiene razón pero no mucha, pues detrás de cada área de conocimientos hay un trasfondo ideológico y una plataforma política que si no sustenta al menos determina una visión de la realidad. A falta de talento y oficio en los políticos, el ciudadano debe politizarse, no para cambiar de rueda de molino sino para abrir los ojos en su intransferible tarea de descreimiento-crecimiento personal.

Progresista se puso el PRI y el pasado martes presentó en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) una iniciativa en favor de la eutanasia activa o muerte indolora inducida por una combinación de fármacos, en un paso adelante respecto de la opción de una muerte sin sufrimiento, salvo la montaña de trámites burocráticos exigida en la farragosa Ley de Voluntad Anticipada, que medio permite la eutanasia pasiva o suspensión de un tratamiento infructuoso luego de 20 requisitos.

Fundamentalistas y piadosos argumentarán que eutanasia activa equivale a homicidio, pues dramatizar, no matizar, es su consigna. Mientras Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, apoya cualquier iniciativa que dé al ser humano la posibilidad de elegir, su secretario de Salud, doctor Armando Ahued, rechazó la iniciativa y sostuvo que la Ley de Voluntad Anticipada funciona bien.

Equivocado, el secretario Ahued añadió: Lo que hay que respetar es la objeción de conciencia de los médicos, pero alguien tendrá que decirle que lo único que hay que respetar es la sagrada, esa sí, voluntad de quien padece una enfermedad terminal y desea dejar de sufrir y hacer sufrir a sus familiares. Lo demás es hipocresía disfrazada de compasión.