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Fundación Televisa publica libro con trabajos de 305 retratistas mexicanos y extranjeros

Documentan una historia de la visión de los fotógrafos sobre la Revolución

El volumen será presentado en la FIL de Guadalajara, adelanta Miguel Ángel Berumen

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Fotografía del grupo en el que figuran algunos de los fotorreporteros más notables de la ciudad de México, c. 1910. De izquierda a derecha: Armando Morales, Agustín Víctor Casasola, Antonio G. Garduño, Miguel Uribe, Manuel Ramos, Abraham Lupercio, Ezequiel Álvarez Tostado, un hombre no identificado, Gerónimo Hernández y Antonio Carrillo
 
Periódico La Jornada
Viernes 20 de noviembre de 2009, p. 4

Para los festejos de 2010, la punta de lanza de la Fundación Televisa en materia cultural en torno al centenario de la Revolución Mexicana es el libro México: fotografía y revolución, el cual no propone un recuento del movimiento armado, sino una historia de la visión de los fotógrafos sobre el hecho histórico, expresa Miguel Ángel Berumen, director de la investigación que permitió al equipo de especialistas identificar a 305 retratistas, entre mexicanos y extranjeros, dato desconocido hasta el momento. Y eso que hay más.

México: fotografía y revolución, cuya edición de lujo consta de 400 páginas e igual número de imágenes, será presentado el primero de diciembre en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.

Para mediados de diciembre estará a la venta en librerías, mientras en enero próximo aparecerá una edición de menor costo, en pasta blanda, con 240 páginas, informa Mauricio Maillé, director de artes visuales de Fundación Televisa.

Parte de los materiales incluidos provienen de la colección fotográfica de la fundación.

El volumen abre con una fotografía de Miguel Casasola, en la cual la figura del presidente Porfirio Díaz, apenas discernible de perfil y cubierto con una boina, se funde con los integrantes de su comitiva durante la inauguración de una carretera en Chilpancingo, Guerrero, en 1909.

Es la única imagen de Díaz en el libro y es evidente que el autor escapó aquí del típico control que el jefe del Estado Mayor imponía a los fotógrafos al retratar al presidente de la República, se describe en el pie de foto.

Para Berumen el chiste es ver sin ser visto. Inclusive, Casasola se da el lujo de poner en el encuadre una cámara con trípode a la manera de un juego, para hablar de la fuerza que el fotógrafo pueda tener sobre un hecho histórico. También incorporó un cactus y banderas.

Sigue una imagen de Samuel Tinoco en la que aparece de espaldas el iniciador de la Revolución, Francisco I. Madero, que “evoca la muy conocida iconografía de jinetes galopando entre magueyes y perfilados contra cielos de protagónicas nubes que difundiría el cine de Sergéi Eisenstein y del Indio Fernández”.

Completa el trío una fotografía de 1910 de Manuel Ramos, uno de los fotorreporteros más notables de la ciudad de México.

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Retrato de revolucionarios, c. 1914, fotografía de Estudio Cachú Hermanos

Los capítulos introductorios están a cargo de Mauricio Tenorio Trillo, titular del Centro Katz en la Universidad de Chicago, y Laura González Flores, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Los capítulos centrales reflexionan, entre otras cosas, sobre la gran cantidad de imágenes que “Claudia Canales, Marion Gautreau y yo habíamos visto a lo largo de casi 10 años de investigación en diferentes proyectos, pero que no habían aparecido publicadas.

“Los diarios publicaron mucho menos fotografías que las revistas ilustradas, pero aun ésas que tenían un poco más de tiempo estaban sujetas a la inmediatez y tenían que contar con las fotografías disponibles. Había periódicos que tenían fotorreporteros de planta, pero la mayoría estaba en la ciudad de México, donde hubo menos actos relacionados con la lucha armada, con la excepción de la Decena Trágica y las entradas que hicieron los diversos ejércitos.

Los teatros de operaciones estaban en otros lugares de la República, como Chihuahua, donde el fotoperiodismo era casi nulo, aunque había fotógrafos de estudio y aficionados. En el caso de Chihuahua los que aprovecharon esa oportunidad de documentar la Revolución fueron los fotorreporteros experimentados de Estados Unidos. Cuando los diarios estadunidenses sólo podían mandar al reportero, contrataban a un estudio local de El Paso, Texas, por ejemplo, para que tomara las fotos. Hay una serie de combinaciones, que no estaban muy claras en el estudio de la fotografía de la Revolución, que este libro va a aclarar.

La biblioteca pública de El Paso resguarda 5 mil negativos de la antigua colección Scott Photo Company, entre los que 2 mil son de la Revolución. El equipo de especialistas estableció que hay entre 250 y 300 mil fotografías de esa gesta en archivos públicos, y respecto de los privados se desconoce la cifra.

El libro estudia el periodo de 1910 a 1921. Uno de los anexos reproduce las 50 imágenes de la Revolución más publicadas, por tanto, icónicas, mientras otro es una especie de diccionario de los fotógrafos identificados, aunque no siempre se dispone de mucha información.