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Ver día anteriorJueves 29 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tarea nuclear
S

on pocos los políticos estadunidenses que se atreven a proponer la eliminación de las armas nucleares. Entre los aspirantes presidenciales sólo uno la había incluido en su plataforma electoral. Se trata de Dennis J. Kucinich, diputado demócrata por Ohio y ex alcalde de Cleveland. En 2008 Barack Obama fue el segundo en hacerlo.

Ahora, como presidente, Obama ha dado un seguimiento puntual a su visión de un mundo libre de esas armas. En abril comprometió a su gobierno a lograr la eliminación completa de las armas nucleares. Para hacerlo –dijo– empezaría por negociar con Rusia un nuevo tratado para reducir esos arsenales.

En segundo lugar, pediría al Senado de su país que ratificara el tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares, actividad indispensable para mejorar el diseño de cabezas nucleares. Tercero, participaría en la elaboración de un instrumento jurídico multilateral para prohibir la producción de material fisionable (uranio enriquecido y plutonio), que se utiliza para construir bombas. Por último, colaboraría para mejorar la seguridad de todo material susceptible de ser utilizado en la fabricación de armas nucleares.

Lo más significante del posicionamiento de Obama ha sido su intención de cambiar el papel que juegan las armas nucleares en la estrategia militar de Estados Unidos. Quiere reducir y eventualmente eliminar ese papel. Pronto sabremos hasta dónde está dispuesto a actuar en este terreno, cuando aparezca el Nuclear Posture Review que cada presidente elabora al inicio de su administración.

En abril el presidente Obama fue elocuente en ese discurso en Praga; en septiembre ya no lo fue tanto en su alocución ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ahí desvió la atención hacia Irán. El reto es grande y no puede distraerse del objetivo final: la eliminación de todas las armas nucleares del planeta, empezando por las de Estados Unidos y Rusia.

¿Qué tiene que hacer? Debe moverse en varios frentes. El primero es demostrar con hechos que está dispuesto a reducir sustancialmente el arsenal nuclear de su país. Junto con Rusia (antes la URSS) Estados Unidos fabricó más de 95 por ciento de las casi 140 mil bombas producidas desde 1945. Con Rusia empezó a recortar su arsenal y hoy está negociando un nuevo tratado START para rebajarlo aún más: a menos de 2 mil armas nucleares cada uno hacia 2016.

El arsenal nuclear estadunidense llegó a unas 30 mil bombas en la década de los 60, mientras que el soviético rebasó las 40 mil en los años 80. Pero aun con las reducciones previstas en el tratado START, Washington y Moscú mantendrán una ventaja sustancial sobre los demás estados poseedores de armas nucleares.

China y Francia cuentan con unas 500 cabezas nucleares cada uno, Israel con unas 200, Reino Unido con menos de 200, e India y Pakistán con alrededor de 60. Y Corea del Norte podría tener hasta una docena de artefactos, por muy rudimentarios que sean. Éstas son meras aproximaciones. Además, todos esos países tienen los proyectiles necesarios para transportar sus bombas.

Aparte de las nueve naciones que ya han fabricado armas nucleares, hay otros 20 o 30 que tienen la capacidad para hacerlo. He ahí otra fuente de preocupación. Lo que pretende hacer Irán (enriquecer uranio) ya lo hacen muchos otros países para abastecer sus centrales nucleares que generan electricidad.

Lo importante no es cuántas armas nucleares tiene cada país, sino cuál es el papel que les asignan. Estados Unidos, Reino Unido y sus aliados en la OTAN se reservan el derecho de ser los primeros en utilizarlas. China proclamó desde un principio que jamás iniciaría un intercambio nuclear. Años antes la Unión Soviética había anunciado lo mismo. Sin embargo, Rusia abandonó esa doctrina y ha adoptado la de la OTAN. Todos ellos han manifestado, de una manera u otra, que estarían dispuestos a entablar negociaciones con miras a lograr el desarme nuclear. Francia, en cambio, no ha dado muestras de una disposición parecida. Empero, en días pasados parecería que se está gestando un cambio en París.

Hace poco hubo una pequeña sorpresa en Francia. El pasado 14 de octubre Le Monde publicó una propuesta de desarme nuclear firmada por dos políticos que ocuparon el cargo de primer ministro (Alain Juppé y Michel Rocard), un ex ministro de defensa (Alain Richard) y un general retirado (Bernard Norlain). Intitulada Por un desarme nuclear mundial, única respuesta a la proliferación anárquica, rompió con una tradición muy arraigada en Francia: nadie pone en duda la necesidad de su force de frappe. Se trata de la capacidad nuclear que sirve para disuadir a un enemigo en potencia.

En efecto, a diferencia de lo que ocurre en casi todas las otras potencias nucleares, en Francia no ha habido mucha discusión en torno a la conveniencia de mantener un arsenal nuclear. La sociedad civil en ese país no ha cuestionado a su gobierno. Es más, podría decirse que las armas nucleares forman parte del ego nacional francés. Piensen qué pasaría si Francia (o el Reino Unido) no tuviera armas nucleares o se quedara sin el veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin duda que caería varios peldaños en la jerarquía de naciones.

De ahí la importancia de la propuesta suscrita por ex dirigentes políticos franceses. Empero, al igual que lo sucedido en el Consejo de Seguridad de la ONU el pasado 24 de septiembre, está basada en una premisa falsa. No se trata de prohibir las armas nucleares porque uno teme que caigan en manos de otros; deben eliminarse porque son armas de destrucción en masa y porque constituyen una amenaza para la supervivencia del propio planeta.