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La concentración mediática anula la crítica periodística

El papel esencial de los medios debería ser de contrapoder

El periodista francés lamenta que las izquierdas y los sectores progresistas hayan desertado de la lucha por el pluralismo informativo y dice que para democratizar el sistema mediático global se requiere el soporte de fuerzas políticas

 
Periódico La Jornada
Martes 27 de octubre de 2009, p. 14

El espíritu de la crítica en el periodismo moderno, en opinión de Serge Halimi, director general de las ediciones de Le Monde diplomatique –cuya edición para México distribuye La Jornada a sus suscriptores, está en vías de extinción como consecuencia del fenómeno de la concentración incontenible de las empresas mediáticas en manos de grandes fortunas que son al mismo tiempo fabricantes de medios de información.

Este tema ha sido por más de una década el foco de varios de los análisis, investigaciones y ensayos de este periodista francés, quien lamenta que en muchas latitudes –desde su propio país hasta Estados Unidos, México incluido– las izquierdas y los sectores progresistas han desertado de la lucha por el pluralismo informativo.

El papel esencial de los medios –sostiene en entrevista con La Jornadadebería ser de contrapoder. Pero quienes detentan el poder financiero y económico tienen también el poder político. Así que en lugar de crítica tenemos propaganda, un acomodo de la opinión pública a las grandes exigencias de este orden económico social.

El joven editor y escritor de origen tunesino, hijo de la pionera feminista Gisele Halimi, no se hace ilusiones sobre la posibilidad de democratizar el sistema mediático global sólo con buenos argumentos e intenciones. Para lograrlo hace falta tener el soporte de fuerzas políticas. Y hoy día los partidos no tienen esta preocupación en sus agendas; ni siquiera los partidos de izquierda, que han preferido acomodarse al poder mediático, limar asperezas con estas poderosas empresas. Entre la audacia y el empantanamiento, han optado por esto último.

Más aún, su crítica se extiende hacia el verdadero poder que tiene la información disidente y alternativa en la red cibernética. Subraya la gran asimetría que existe entre el impacto directo de la información de los medios masivos, que llega a las grandes mayorías, más bien despolitizadas y pasivas, y los contenidos divergentes que circulan por Internet y son buscados por un lector más informado y activo. “El riesgo –advierte– es que los consorcios dicen que existe la pluralidad porque todos los puntos de vista están en Internet. Pueden preguntar, ¿para qué quieren las opiniones de Noam Chomsky en las grandes cadenas ABC, CBS o NBC, si están en la red? Es una pluralidad aparente.”

Unos cuantos nombres

Habla sobre un fenómeno global: sólo unas cuantas fortunas, unos cuantos nombres –en Francia, Lagardere, Arnaud, Pinot, Bouyges; en Estados Unidos y Gran Bretaña, Rupert Murdoch; en Italia Berlusconi; en América Latina, Cisneros, Slim, Azcárraga– figuran en los directorios de las principales empresas de televisión, radio y prensa escrita.

Me parece muy esclarecedora la frase del académico estadunidense Robert McChesney: si un jefe de Estado nos hubiera dicho que a partir de ahora los medios ya no se ocuparán demasiado de la política internacional sino que se ocuparán principalmente de las celebridades y de hacer propaganda de los grandes grupos económicos, la mayor parte de los periodistas lo habríamos rechazado, por inaceptable. Cuando esta misma dinámica es impulsada por los grandes corporativos globales, esta evolución es aceptada casi como natural.

–Estas cabezas y sus voceros alegan que hay pluralidad y libertad de expresión.

–En la historia del siglo XIX francés, alguien dijo que la regla para la prensa es silencio a los pobres. Y es cierto: con mucho dinero, cualquiera es libre de expresar sus opiniones en la radio, la prensa y la televisión. No hay mayor restricción que la falta de dinero.

–¿Hacia dónde buscar la solución para democratizar el mercado mediático?

–Está el ideal y la realidad. La realidad actual es que los gobiernos en el poder no estiman que la concentración de los medios represente un problema. En Francia incluso piensan que los medios deben estar aún más concentrados para alcanzar la talla de los mastodontes angloestadunidenses.

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Serge Halimi, durante el encuentro con La Jornada María Luisa SeverianoFoto María Luisa Severiano

Enfrentamos intereses tan poderosos que pueden orientar la información de modo que lo que nosotros identificamos como un problema, ellos lo hacen percibir como una solución. Es necesario presionar directamente sobre los responsables políticos, en particular a los de izquierda. Pero con frecuencia vemos que la izquierda ha desertado del combate por el pluralismo mediático. Esperan que, al ignorar la cuestión, obtendrán el favor de los grandes grupos mediáticos que de tanto en tanto los presentarán en sus pantallas.

Halimi saca de inmediato una serie de casos para ilustrar su afirmación.

Las culpas de los liberales Mitterrand, Blair, Clinton

“Ejemplo, Italia. Berlusconi llegó al poder por primera vez en 1994. El hombre más rico, el mayor industrial, el dueño de los medios privados más grandes del país, convirtiéndose en el primer ministro y jefe de una mayoría parlamentaria y jefe del Ejecutivo, todo en una sola persona. Ahí había un problema evidente para la democracia, una anomalía. Al cabo de dos años, Berlusconi perdió el poder y llegó la centroizquierda. ¿Qué hizo para resolver este problema? Nada. En consecuencia, cuando Berlusconi retomó el poder llegó más fuerte que nunca.

“El problema no es solamente que la derecha se acomoda ante la concentración del poder mediático y económico –lo que es normal– sino que la izquierda también se resigna. En Francia la concentración de la industria audiovisual y la creación de cadenas de televisión privada se concretó con François Mitterrand. Más aun, fue Miterrand quien buscó a Berlusconi –en aquellas épocas amigo de Bettino Craxi, líder socialista– para asociarse con estas empresas.

“Otro ejemplo impactante es el de la relación del laborista Tony Blair con el magnate Rupert Murdoch. Fue en 1992, durante las elecciones legislativas en el Reino Unido. El laborista Neil Kinnock era el favorito. El día de los comicios, The Sun –que es de la cadena de Murdoch– publicó en su primera plana la imagen de un foco apagado y una cabeza principal, que aludía a la posibilidad de un triunfo laborista: Si ganan los laboristas, el último que apague la luz. The Sun tenía un tiraje de 5 millones de ejemplares. Resultado: ganaron los conservadores.

“A raíz de este resultado, cuando Blair llega al poder, años más tarde, decide cortejar a Murdoch, dueño de The Sun, The Times y Sky News. Finalmente logró el apoyo de este grupo mediático a cambio de derechizar su programa de gobierno.”

Estados Unidos no puede faltar en su exposición de casos:

“Fue precisamente Bill Clinton, un demócrata, no un republicano, quien promovió la desregulación de medios de 1996, que anuló el impedimento que tenían los consorcios de apropiarse de varios medios –radio, televisisón o prensa– en una misma ciudad. Los periodistas silenciaron el debate”.

En la polémica sobre si los flujos de contenidos alternativos en Internet representan o no una democratización del periodismo, Halimi advierte que esta creencia entraña un riesgo: “Hay una asimetría de hecho entre los que reciben la propaganda directamente de la pantalla de la televisión –receptores pasivos– y los que para obtener un punto de vista divergente tienen que hacer un esfuerzo adicional. Son receptores activos. Éstos son una nueva elite”.

–Entonces, ¿es aparente la pluralidad?

–Este sector más activo tiene una idea deformada de la realidad. Son sobre todo los progresistas que utilizan permanentemente Internet para comunicarse con otros progresistas. Llegan a tener la idea de que el problema de la información está resuelto, porque está resuelto para ellos. Pero no todos van a buscar la información de Telesur, de La Jornada, de Le Monde diplomatique. Los que van a estos sitios son una minoría politizada.