Deportes
Ver día anteriorSábado 3 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

De nada le sirvió su eslogan Tengo una corazonada

En Madrid se pasó de euforia a frustración y desolación

La alcaldía gastó más de 50 millones de euros en proyectos y campañas

Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 3 de octubre de 2009, p. a17

Madrid, 2 de octubre. Decepción, rabia, frustración, impotencia y desolación… Madrid recibió con una mezcla de todo eso la noticia de la elección de Río de Janeiro como la ciudad sede de los Juegos Olímpicos de 2016.

La capital española pasó del estado de euforia, que se incrementó hasta cotas insospechadas con la eliminación de Chicago, a una profunda decepción, que dejó de súbito a la ciudad en silencio y sin apenas algarabía. Si acaso se escucharon los gritos eufóricos del centenar de brasileños que celebraron de forma espontánea la elección final del Comité Olímpico Internacional.

Salvo algún grito suelto de robo o de esto es un atraco, tanto las autoridades como la ciudadanía madrileñas aceptaron con deportividad la derrota sin paliativos de la candidatura de Río de Janeiro, que se convertirá en el segundo país de América Latina en celebrar unos Juegos Olímpicos. El otro fue México, que los organizó en 1968.

Una empresa de publicidad elaboró un eslogan efectivo y que se popularizó de inmediato para la candidatura de Madrid: Tengo una corazonada. La ciudad está inundada desde hace un par de meses de carteles con la mano derecha extendida y con la citada palabra. Antes de la votación de hoy los habitantes de Madrid se distinguían entre los que tenían la corazonada y los que no, sobre todo a raíz de la agresiva campaña de publicidad y de promoción organizada por el alcalde de Madrid, el conservador Alberto Ruiz Gallardón, quien empeñó su futuro político en este proyecto olímpico.

El conjunto de la delegación madrileña viajó a Copenhague, encabezado por los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, y por el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con el único objetivo de convencer al centenar de miembros del COI de que su candidatura era la mejor, la más viable y con más virtudes técnicas, la que contaba con el mayor apoyo popular, que estaba garantizada su financiación y que esta era la segunda ocasión consecutiva en la que se presentaban.

El alcalde de Madrid, junto al resto de autoridades españolas, decidió hace cuatro años, cuando fueron derrotados por Londres para organizar los JO de 2012, que se volverían a presentar. Ni siquiera las advertencias de los conocedores de los entresijos del olimpismo internacional, que aseguraban que era muy difícil repetir el mismo continente de forma consecutiva, hicieron desistir al alcalde madrileño del proyecto. Más aún: sin ni siquiera tener la menor garantía acometió diversas obras faraónicas, algunas todavía sin acabar y la mayoría mediante créditos bancarios.

Después de la resaca olímpica, como la llaman algunos periodistas, Madrid hace cuentas y más allá de los más de 50 millones de euros que se ha gastado solamente en la elaboración de proyectos y campañas para la candidatura, lo que resulta más difícil de cuantificar –las obras creadas y ejecutadas única y exclusivamente para el proyecto olímpico– se suman a las ya de por si numerosas obras de la ciudad más endeudada de España.

La herencia que deja la gestión de Ruiz Gallardón es una deuda de más de siete mil millones de euros, que supone pagar algo más de 700 mil euros únicamente de intereses. Es decir, una deuda para varias generaciones.

La Plaza de Oriente de Madrid fue el lugar elegido para celebrar el triunfo de las votaciones. Había algarabía y hasta euforia minutos antes de la elección final. El comentario más recurrente era que si Chicago había sido eliminada, la mejor opción era Madrid porque el proyecto de Río de Janeiro era muy malo

Fue un silogismo que se convirtió finalmente en el origen de una decepción mezclada de rabia y frustración, que provocó inclusive el llanto desconsolado en decenas de madrileños entusiastas y convencidos de su corazonada.