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Foro en Casa Lamm plantea alternativas

Persistirá el racismo en tanto no se tenga un país más justo
 
Periódico La Jornada
Miércoles 9 de septiembre de 2009, p. 23

Mayor bienestar para la población, acceso colectivo de los grupos discriminados al poder, y avance social y político de las comunidades indias y afrodescendientes, fueron algunas de las opciones que sugirieron Rodolfo Stavenhagen, José Agustín Ortiz Pinchetti, María del Carmen Quintero y Agustín Basave para terminar con el racismo en el país.

En el foro Racismo mexicano: ¿una minoría criolla discrimina a una mayoría mestiza?, organizado por Casa Lamm y La Jornada, comentaron que ese fenómeno persistirá en tanto no se tenga un país más justo y no se entienda que todos somos mexicanos, sin importar el color de la piel, lenguas ni raza.

Ante un público que llenó el salón Tarkovsky de Casa Lamm, Stavenhagen apuntó que el racismo es un fenómeno social que se construye socialmente para ciertos fines de dominio; es una tendencia social, ideológica o política de rechazo al otro por supuestos atributos biológicos, culturales o étnicos.

Los teóricos, dijo, se han pasado construyendo la justificación de la estructura del poder y con esa visión se apunta que todos somos mexicanos, pero unos dicen que son más mexicanos los indígenas, otros los mestizos y muchos más que son los criollos. Esta discusión no ha concluido y revela que el racismo es una ideología que sigue prosperando en el país, aunque está soterrada porque va en contra del mito nacional de que en el país no hay racismo.

Dicho fenómeno continuará mientras no estén abiertas las posibilidades de acceso a la educación para los indígenas y se les brinden mayores oportunidades para evitar su deserción en los diversos niveles educativos, y se multipliquen, como en otros países, los liderazgos indígenas con elevados niveles de escolaridad, añadió.

Agustín Basave asentó que debe construirse una segunda barrera al dinero y a la clase social en el contexto de la batalla contra el racismo y de los estereotipos; hay que superar la negación porque no es la raza lo que nos debe separar.

La antropóloga María del Carmen Quintero recordó que durante la Conquista y la Colonia se usó el color de la piel para clasificar grupos de personas. La idea de la pureza de la sangre, que procedía de la cultura española, fue un elemento de estratificación en la sociedad colonial; así, blanquear la piel y la cultura del país ha sido un imperativo de las elites que se proyecta hacia el conjunto de la sociedad y llega a ser asumido como propio; en tanto, el indigenismo se basó en la occidentalización cultural de las comunidades indias.

Esa situación sigue operando casi inadvertidamente, dijo, y sustentó: en la ciudad de México sus efectos pueden verse como un encadenamiento de blanqueamiento cultural necesario para poder desplazarse socialmente, trabajar y ascender, y el límite extremo de las posibilidades en ese encadenamiento lo marca el color.

La creencia general, abundó, era que en el país no había racismo y el mejor argumento parecía ser el mestizaje; incluso se decía que en México y en América Latina el racismo era más suave que en Estados Unidos porque el ascenso económico y social borra la huella racial. Pero la desigualdad social, económica y cultural persiste y tiene color, y en el neoliberalismo ésta se ha acentuado.