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Lleva la música a toda la gente con la consolidación de las transmisiones en vivo vía Internet

Inicia temporada la Filarmónica de Berlín entre aplausos y vítores

El estreno de una obra de la finlandesa Kaija Saariaho, entre las novedades del primer concierto

Usamos la tecnología para que las personas sepan que se siente estar en una sala, afirma Rattle

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El triunfal inicio de temporada de la Filarmónica de Berlín pudo seguirse y sentirse en todos los rincones del mundo gracias a las transmisión por la webFoto Pablo Espinosa
 
Periódico La Jornada
Lunes 31 de agosto de 2009, p. a10

La inauguración de la Temporada de Conciertos 2009/10 de la Filarmónica de Berlín arrastró en su caudal de vítores, aplausos, de plano aullidos entre el público en éxtasis, varias noticias más: la consolidación del exitoso sistema de transmisiones en vivo vía Internet, el estreno de una obra de la finlandesa Kaija Saariaho, una apoteosis volcánica con la Sinfonía Fantástica de Berlioz, la implementación de una nueva serie de transmisiones, ahora en YouTube, y el anuncio de una larga lista de más maravillas, entre ellas la programación de la temporada que inició en plan grande y fue disfrutada en todos los rincones del planeta donde funge la web.

Todo esto es obra de un equipo que guía el instinto, empuje, inteligencia, la pasión de Sir Simon Rattle, quien como titular de la filarmónica berlinesa se ha propuesto encandilarla como la orquesta del siglo 21, lo cual no es un eslogan, sino el firme propósito de dar la música a toda la gente, porque la merece.

La frase aquella si no podemos cambiar de país, cambiemos de tema se vuelve ahora cambiemos de país y cambiemos de tema, ya que basta con adquirir un boleto para un concierto o un abono para la temporada completa en www.berliner.philharmoniker.de, y de inmediato realizamos el ritual: llegamos a las inmediaciones de la sala, la bella Philharmonie, disfrutamos del aire transparente de Berlín, nos discutimos un buen whisky en el vestíbulo, tomamos nuestra butaca y experimentamos junto al público que está allá, nosotros en casa, la emoción de los preámbulos del concierto: la entrada de los músicos, la afinación de los instrumentos y ese hermoso silencio que se forma instantes antes que el director enarbole la batuta y cruce el firmamento de la primera anacrusa.

El primer concierto de la temporada empezó con una obra inglesa dirigida por un inglés: Rattle, haciendo sonar la Guía Orquestal para Jóvenes, de Benjamin Britten. Límpido el sonido, impresionante la marcha inicial en el perfecto control del sonido, los matices, los volúmenes, las texturas, los colores, la luz de la mejor orquesta del planeta. Una paráfrasis exquisita de un rondó de Purcell. La sensualidad del par de oboes, la exaltación de los sentidos que despiertan los límpidos tutti orquestales dibujan en el imaginario, en sonidos, el equivalente a un óleo de Degas, un desnudo donde la redondez del mundo cobra sentido.

Al terminar la obra, el primer estruendo en salvas de aplausos de la temporada es digno de efeméride. He aquí el alfa. Largo y delicioso el camino hacia el omega.

Enseguida se suman más músicos a la orquesta. Los preparativos para el estreno de Linterna mágica, partitura de la finlandesa Kaija Saariaho (Helsinki, 1942), crea un suspense espléndido que se despliega en luz. Porque luz es la fuente mágica de esta obra, escrita en homenaje a Ingmar Bergman y luz se desprende de los instrumentos en secuencias sonoras cuyo misterio remonta a las atmósferas de Ligeti, los efluvios acuosos de toda la música finlandesa posterior a Sibelius, el emplazamiento de acordes de intensidades vastas.

En el ombligo de la obra los alientistas alternan flautas, fagotes, clarinetes a musitaciones, emisiones de voz que repliegan a rituales antiquísimos, cánticos de Edda, voliciones raigales que rebotan en percusiones telúricas rememorativas de Le Sacre de Stravinsky. Aullidos en violines. Fiesta tribal.

Cuando termina la obra, la autora se despega de su butaca y sube a escena para agradecer las ovaciones.

Intermedio.

Como es costumbre en las transmisiones en tiempo real, en el intermedio los espectadores frente a la computadora casera tenemos bonus a pasto, en esta ocasión una entrevista con Sir Simon Rattle, quien despliega paciencia y sapiencia frente a las preguntas de un reportero de Die Zeit.

Lo primero que hace Rattle, siempre con un sentido del humor bondadoso y cálido, es derrumbar con una sonrisa esa tendencia de los periodistas de calificar, a ponerle nombre a todo, a categorizar. Mediatizar. El reportero intenta hacer que Rattle responda que sí a lo que se aventura en calificar como la era pos disco compacto, ya que, dice, las grabaciones discográficas ya son historia. A lo que Rattle responde con ventura: “Mire, nadie sabe, esperemos los suficientes años como para ver si esto que estamos haciendo, transmitir conciertos en vivo por Internet, seguirá siendo el futuro algún día. Nadie sabe. Lo que nos interesa a nosotros al realizar estas transmisiones –responde ahora a la pregunta de que si de lo que se trata es de ganar mucho dinero con estas transmisiones– es darle la música a quien le pertenece, a la gente. Lo que queremos es que la gente sepa lo que se siente estar en un concierto. Además, mire, el mundo se pone cada día más difícil, a la gente se le imponen cada vez más barreras para viajar. Y esta es una oportunidad de que la gente se junte. Cierto, utilizamos la más avanzada tecnología, pero con una idea muy simple: hacerle sentir a las personas qué se siente estar en un concierto de la Filarmónica de Berlín, en vivo”.

En cuanto culminó la fantástica Sinfonía Fantástica, de Berlioz y todo el mundo se puso a aullar de contento, a aplaudir como loquitos, a brincar de felicidad en las butacas, el resto del mundo supimos, nuevamente, qué se siente estar en un concierto de la Filarmónica de Berlín.

Felicidad.