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El pudor y la estrechez de pensamiento alimentan la incomprensión, dice Carla Guelfenbein

El resto es silencio explora las trabas que ahondan la incomunicación en la familia

Publicada por Editorial Planeta, se trata de la tercera novela de la escritora chilena

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En su país, la novelista causó suspicacias por ser autora de best sellers; sin embargo, hoy día reconocen su valor y ha sido traducida a 15 idiomasFoto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Domingo 30 de agosto de 2009, p. 4

Las grandes diferencias y peleas entre los seres humanos suelen comenzar con pequeños malentendidos: cosas que damos por sentadas y que no eran así; apariencias que impiden la comprensión de lo esencial, silencios que van ahondando cada vez más las distancias.

La familia es uno de los espacios en donde más se producen estos huecos de comunicación, que a la larga pueden convertirse en trágicas bolas de nieve. Tal es el núcleo de la novela El resto es silencio (Editorial Planeta), tercera obra de la escritora chilena Carla Guelfenbein, de reciente aparición en las librerías del país.

El tema de la incomunicación ha existido desde el momento mismo en que Adán y Eva son expulsados del paraíso por no discutir qué iban a hacer. El pecado y el error no fue comer la manzana, sino no haberse comunicado, señala la autora en entrevista.

A través de esta novela, Guelfenbein pretende explorar los mecanismos que alimentan la incomprensión, como el pudor, la reducción del lenguaje y del pensamiento, la falta de claridad de lo que queremos decir.

Atrapados entre las apariencias

En El resto es silencio, se cuenta la historia de Tommy, un niño de 12 años que descubre –al grabar furtivamente las conversaciones de los amigos de su padre– que su mamá no murió por una enfermedad, sino que se suicidó.

Al mismo tiempo que el pequeño emprende una búsqueda de la verdad y de su historia, su padre, Juan, un talentoso cardiólogo, comienza a derrumbarse tras saber del fallecimiento de un paciente, lo que lo lleva a hundirse en una espiral de recuerdos dolorosos.

En la misma trama, el lector encuentra a Alma, la segunda esposa de Juan, quien cede a la tentación de un romance con su antigua pareja, cansada de un marido frío y distante que tiene miedo de expresar sus sentimientos.

Como dice Paul Auster, la verdadera distancia entre las personas no está entre dos desconocidos, sino dentro de las familias y los grupos. Todos los personajes de la novela viven juntos, pero están atrapados en el mundo de las apariencias y no tienen la más mínima idea de lo que sucede con los demás, apunta la autora.

En sus dos libros anteriores, la escritora chilena había explorado las inquietudes y preocupaciones de una mujer y de un hombre; esta vez asumió la voz de un niño, para lo cual se ayudó de sus propias experiencias de infancia, cuando el mundo parecía ser tan vasto, y del contacto con su propio hijo.

Dedicada a explorar las relaciones personales de manera intimista, Carla Guelfenbein ha tenido una recepción comercial exitosa en varios países, pero en un principio ese factor jugó más en su contra que en su favor, al menos en su país natal.

La novelista tuvo que pelear contra la suspicacia que generó en el medio literario chileno por ser autora de best sellers. Ahora, con el apoyo de editoriales importantes de Europa que me han traducido a 15 idiomas, ya me reconocen, aunque en realidad eso nunca me preocupó.

Con la convicción de seguir sobre la misma línea, Guelfenbein no se deja engañar por la aparente contradicción entre la literatura sentimental y la racional. No se puede sentir sin pensar, ni viceversa. Hay que desechar ese prejuicio y ver que ambas formas de expresión se complementan.