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Fallecen cuatro policías en un nuevo atentado suicida en Chechenia

Llevaba el carguero secuestrado Arctic Sea un contrabando de armas, versión del Kremlin
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Expertos examinan la escena del atentado suicida de la semana pasada en Grozny, la capital de Chechenia, donde murieron cuatro policíasFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 26 de agosto de 2009, p. 23

Moscú, 25 de agosto. La sensación de que se quiere ocultar algo muy delicado, en vez de quitar el velo de misterio que rodea la desaparición y/o secuestro del carguero Arctic Sea, aumenta conforme pasan los días. Nada ha cambiado desde que los presuntos piratas y la mayor parte de la tripulación fueron traídos a Moscú, tras expresa orden del Kremlin, por los servicios secretos rusos.

Por lo pronto, el titular de la Oficina de Investigaciones de la procuraduría de Rusia, Aleksandr Bastrykin, confirmó que los 11 miembros de la tripulación que ya están aquí se encuentran en un sitio seguro, bajo vigilancia.

Los marinos –señala Bastrykin en entrevista que publicará mañana el diario gubernamental Rossiskaya Gazeta– no podrán ver a sus familias hasta que se determine si fueron o no cómplices de los supuestos piratas, que continúan recluidos en la prisión de alta seguridad de Lefórtovo.

El hecho de que los tripulantes ni siquiera hayan podido hablar por teléfono con sus familiares, lo que éstos han denunciado, sugiere a muchos que las autoridades rusas procuran evitar que aquellos formulen declaraciones a la prensa que pudieran poner en entredicho la versión oficial que algún día tendrá que ofrecer Rusia.

Para enredar más las cosas, Bastrykin no descarta que el buque mercante “transportara no sólo madera (…) Debemos registrar sin falta el barco para que en esta historia no queden interrogantes”.

Sin embargo, las filtraciones interesadas a la prensa local sólo generan más confusión en torno a este caso. Se atribuye al capitán del Arctic Sea, por poner un ejemplo, que cuando lo alcanzó el buque de guerra de la armada rusa, haber afirmado que el carguero pertenecía a Corea del Norte y que llevaba madera de Cuba a Sierra Leona, lo cual se verificó de inmediato con Pyongyang, que lo desmintió categóricamente.

El capitán sólo pudo haber dicho semejante despropósito amenazado por los piratas, pero el abogado de éstos declaró hoy que sus clientes no iban armados ni secuestraron a nadie.

En otra filtración, cuyo origen reconocido son los servicios secretos rusos, el matutino Moskovsky Komsomoliets revela, en su edición de hoy, que el Arctic Sea llevaba un contrabando de armas, pero añade –de manera un tanto descabellada– que los piratas fueron utilizados por el servicio secreto de un país de la Unión Europea, dando a entender que su encargo era sólo llevar el carguero a un puerto determinado.

Las fuentes del diario tampoco son convincentes al tratar de explicar qué sentido tendría encomendar tan delicada misión a secuestradores, con antecdentes penales, en lugar de capturar el barco en aguas territoriales suecas.

Según su poco creíble versión, alguien quería robarse el armamento escondido en el Arctic Sea, debido a que Rusia no reclamaría nada por temor a ser acusada de tráfico ilegal de armas.

Mientras, un nuevo atentado suicida en Chechenia, el tercero en apenas cinco días, se cobró este martes la vida de cuatro policías.

El atacante, identificado por Ruslán Aljanov, ministro del Interior de esa república norcaucásica, como Magomed Shajidov, un ex guerrillero que fue condenado en 2004 a cinco años de cárcel y que, al cumplir su pena, se reincorporó a la lucha armada, hizo estallar los explosivos que llevaba adheridos al cuerpo junto al grupo de policías en un taller mecánico.

El atentado se produjo el día siguiente de una fugaz visita que realizó en secreto el primer ministro Vladimir Putin a Chechenia para, de acuerdo con el escueto comunicado de su servicio de prensa, conversar con el presidente checheno Ramzán Kadyrov sobre la situación en el país.

Por lo común, ese tipo de visitas en helicóptero, a juzgar por las anteriores, tienen una duración de entre 15 minutos y media hora, lo justo para poner unas flores en la tumba de Ahmad Kadyrov, el primer presidente checheno pro ruso y padre del actual, asesinado hace cinco años por la guerrilla separatista en un atendado con bomba, y para sacarse la foto de rigor.