Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de agosto de 2009 Num: 755

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Pérez-Reverte: con el corazón desbocado
JORGE A. GUDIÑO

El alfabeto de Babel
SALOMÓN DERREZA

Sergio Ramírez: de una tierra de pólvora y miel
RICARDO BADA

Siete mujeres y Picasso
HÉCTOR CEBALLOS GARIBAY

Rius: 75 años en su tinta
JUAN DOMINGO ARGÜELLES entrevista con EDUARDO DEL RÍO

Juana de Ibarbourou: 80 años de Juana de América
ALEJANDRO MICHELENA

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Javier Sicilia

La creación y el vacío

Este año, consagrado a Darwin y al evolucionismo, no es innecesario pensar en su contraparte: la creación. El concepto no pertenece al racionalismo, que quiso aniquilar a la poesía como un método de conocimiento, sino a la intuición poética de las grandes tradiciones religiosas. Una de ellas, quizá la más profunda y hermosa, se encuentra en la doctrina del tsimtsum (“contracción”) que el gran místico judío Isaac Luria formuló en el siglo XVI y que otra mística, Simone Weil, precisó para el siglo xx en algunas reflexiones de La gravedad y la gracia y en un hermoso ensayo, “El amor de Dios y la desdicha.”

La idea, usaré la terminología occidental, nace de una profunda intuición sobre lo que Santo Tomás llamó “el tercer amor” –no eros , que siempre es carencia y posesividad; tampoco filia, que siempre se deleita con un otro que es causa de su alegría; sino agape o lo que conocemos con es palabra latina tremendamente prostituida y manoseada: caridad. Téos agapé estin (“Dios es caridad” o, para usar la traducción más común, “Dios es amor”) dice la Primera epístola de San Juan IV, 8 y 16. Ese amor, como lo señalé en mi pasado artículo, “Lo apofático”, es un amor de disminución, es decir, de renuncia o, para usar la palabra de Luria, de tsimtsum. Si Dios es omnipotente, la única manera en que habría podido crear el universo –de lo contrario sólo estaría Él– es retrayéndose, diminuyéndose, haciendo un gran vacío de sí, es decir, un acto de amor, de agape. Por ello, Dios aparece siempre como ausencia, como presencia oculta en su creación.

Esta intuición genial –que se encuentra explicitada de manera tremendamente escandalosa en la encarnación y la cruz, que la tradición llama con la palabra griega kenosis (“vaciamiento”)– no estaría, supongo, reñida con el concepto moderno del Big Bang y de la expansión del Universo a partir de un vacío o, como dicen los físicos en su lenguaje aséptico, de “una singularidad infinitamente pequeña”. Pero me interesa más, no sólo por la profundidad poética y espiritual que guarda, sino por su percepción del misterio a través del mundo que percibimos, su vínculo con la noción budista.

Para el budismo no hay concepto de Dios. Si algo puede nombrarlo es el sunyata, el vacío, del que emanan las cosas. No una realidad meramente genealógica, sino, me parece, semejante al tsimtsum de Luria o al agape del crsitianismo: el retiramiento por el que las cosas aparecen en un maravilloso dinamismo de libertad, la existencia de algo cuya sustancia es la compasión y que es captable en la contemplación de un lago, en la escucha del viento, en la caída de la hoja de un árbol, en el trabajo diario.

Quien mejor ha mostrado esa realidad dentro del budismo es el monje Basho, que llevó el haikai de Teitoku y Soin a las profundidades espirituales del sunyata. Cuando se lee a Basho, dice Octavio Paz –que junto con Eikichi Hayashiya ha hecho la mejor traducción al español de Oku no Hosomichi (Sendas de Oku)– sonreímos “de compasión, [de] ese sentimiento de universal simpatía con todo lo que existe, esa fraternidad en la impermanencia con hombres, animales y plantas”. Diría algo más, sonreímos porque entendemos que el mundo es esa maravilla que debemos dejar desplegarse sin nuestra intervención, por amor –en el sentido de agape– a esa vacía gratuidad por la que el mundo se despliega.

Al contemplar, nos negamos a participar y, al hacerlo, somos en una comunión fraterna con el vacío mismo que permite la vida. Es lo que Weil llamaba la gracia, lo contrario a la pesadez de la fuerza que siempre es expansiva, que siempre quiere intervenir.

Basho lo dice en un hermoso haiku: Narciso y biombo:/uno al otro ilumina,/ blanco en lo blanco.”

“El poeta –escribe Paz al cementarlo– traza en tres líneas la figura de la iluminación” para decirnos que “la verdadera iluminación es la no-iluminación”: la contemplación de lo cotidiano donde los contrarios se resuelven en el unidad del vacío que es el amor, la compasión que, paradójicamente, contiene todo y lo hace posible en la dinámica armonía de su renuncia a ser.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco- CM del Casino de la Selva , esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la appo , y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.