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La película de Ulrich Seidl se proyecta en la Cineteca Nacional y Lumiere Reforma

Import/Export no es para divertir, sino para poner un espejo ante el espectador”

El filme, nominado a la Palma de Oro en Cannes, sobre gente que se vuelve mercancía, dice

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Al principio se trataba sobre todo de fronteras físicas que la gente tiene que cruzar. Pero a lo largo de la filmación se comprobó que estos límites ya no importan, explicó en entrevista el cineasta austriaco. La imagen, un fotograma de la película
 
Periódico La Jornada
Martes 18 de agosto de 2009, p. 9

La cinta Import/Export (Austria, 2007) se mueve en varios niveles: es una historia sobre la migración, la globalización y el sistema económico dominante, pero también sobre las fronteras entre individuos, sobre las relaciones humanas. El filme cuenta una ficción con ambiente de documental: las locaciones son verdaderas y muchos actores han tenido los oficios que ejercen en la película.

Import-export es un término económico que representa el transporte e intercambio de mercancía. Esta película trata de personas que se convierten en mercancía. Personas a quienes se les impone dónde y durante cuánto tiempo serán necesitadas. Nuestro sistema económico en Occidente actúa exclusivamente según el criterio de la ganancia y hace mucho que dejó de lado el aspecto social o humanitario. Durante toda la película, Olga y Pauli (los protagonistas) intentan encontrar un lugar para vivir una existencia decente en un ambiente hostil”, dijo en entrevista, vía correo electrónico, el director Ulrich Seidl.

Al principio, en el guión, se trataba sobre todo de fronteras físicas, entre Europa del Este y Occidental, que la gente tiene que cruzar. Sin embargo, a lo largo de la filmación se comprobó cada vez más que este tipo de límites físicos ya no importan. La película habla de otro tipo de confines, de los que hay dentro de nuestra sociedad europea: de quienes poseen y quienes no, de la gente que viene de abajo y busca subir, siguió Seidl.

La cinta, nominada a la Palma de Oro en el festival de Cannes, incomoda, no deja en paz al espectador. Le ofrece descanso en escasas escenas. Mis películas no sirven para divertir, sino para poner un espejo ante el ser humano, aunque lo afecte. Lo digo en un sentido muy, muy constructivo y positivo. Mi papel no consiste en adornar situaciones y circunstancias humanas, sino en hacer que la gente tome conciencia, consideró el realizador.

En su diario, su asistente, Klaus Pridnig, cuenta que dos de las tres veces que lo vio sonreír, feliz, durante el rodaje, fue en medio de una ventisca y cuando había una temperatura de 30 grados bajo cero.

A veces es necesario tener condiciones extremas de filmación para crear escenas especiales. Creo que las condiciones meteorológicas extremas, como un frío de 30 grados bajo cero, desafían al equipo y a los actores; exigen tanto que las imágenes filmadas acaban teniendo una fuerza que también llegará al espectador. Mi modo de hacer películas en realidad siempre es una aventura. El proceso de creación es como un viaje a un país desconocido, como una excursión sobre una cresta entre lo artificial de la realización de las películas y la vida real en la que uno se adentra, explicó Ulrich Seidl.

La tercera vez que Pridnig dice que vio sonreír al director fue en un bar, cuando todo estaba patas parriba, porque el cineasta insistía en no intervenir con el lugar y había unos borrachos haciéndoles la vida imposible.

Propiciar resultados emocionantes

Otra de las características de Seidl es que busca trabajar en locaciones reales: hospitales, una vecindad de gitanos, una oficina de sexo por Internet y el mencionado bar.

En mis películas, la autenticidad y la credibilidad son de suma importancia. Por tanto, las locaciones reales son la base imprescindible. Por eso, muy a menudo me dejo inspirar por los escenarios que encuentro, que también son el punto de partida de las escenas, aunque no estén en el guión. Para mí, filmar largometrajes implica, entre otras cosas, que los actores (a quienes les dimos instrucciones y se prepararon con ese fin) actúen en un entorno documental, dijo el cineasta.

De la misma manera en que busca que las locaciones aporten a este ambiente documental, también los actores intervienen en esto, por lo que mezcla profesionales y no profesionales, y busca que conozcan de primera mano las ocupaciones que interpretarán: Olga (Ekateryna Rak) trabajó como enfermera y Pauli (Paul Hofmann) estuvo desempleado, como en la cinta.

“Muchas veces contraté a no profesionales porque garantizan la autenticidad de la película, y porque la mezcla de profesionales y no profesionales generalmente trae resultados más emocionantes. En Import/Export tuve muy claro que los dos papeles principales tenían que estar ‘realmente’ ocupados: Olga tenía que salir del entorno representado en la película y no haber nunca ido a Occidente. Y Hofmann fue mejor para este papel que todos los actores que hubiéramos podido encontrar.”

Antes de filmar en la clínica de geriatría, trabajaron en ello durante meses: ensayaron, conocieron las historias de los ancianos, observaron su cotidianidad; los actores trabajaron en la clínica y durante semanas ocuparon las funciones que interpretarían (Maria Hofstätter de enfermera, y Rak en intendencia). Para los moribundos fuimos un cambio bienvenido en su existencia aislada y solitaria.

Import/Export se proyecta en la Cineteca Nacional y en Lumiere Reforma.