Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Manolo
C

uando la plaza se abría al paso del torero que cimbraba la Monumental de México, un algo había en los aficionados promotor de las más intensas emociones. Desde la celeste altura y las lejanías del ensueño torero, Manolo Martínez (quien hoy cumple 13 años de su fallecimiento) encerrado en sus irrepetibles chicuelinas, giros al infinito, que resumen su historia y siguen enviando luz sobre el mundo torero.

Miradas penetrantes las del torero regiomontano que hipnotizaban a los toros y a los aficionados. Que a la fragilidad de espíritu oponía la apariencia de una fortaleza. De esa personalidad surgía su pase del desdén o el trincherazo que detenía el tiempo y el espacio. Para que su quehacer torero fuera el amor. Movimiento, fuerza y vida. Alborazados pensamientos en conmoción del placer al quiebre torero de su derechazo o pase natural que envolvían el coso de Mixcoac.

Torero que se muere y no se puede morir y oscila entre un no de dolor y un sí de arte que la ilusión destila. Con Manolo se fue la pasión de la fiesta y no aparece su heredero. Fiero afán que se da al despertar el día cuando el campo bravo sonríe con sus tonos suaves de dulce melodía, para que los amores toreros se vivan a plenitud.

Cómo tendrá que despertar el toreo en una temporada futura. Ya que de la actual apenas inició y ya parece que terminó. Máxime en tardes como la de ayer en que se celebraba un aniversario de la muerte de Manolo. En el silencio que surge la música que permite recobrar los recuerdos y alivia los dolores que nacen del espíritu.