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Justifican los militares hondureños el golpe de Estado contra el presidente constitucional

Manuel Zelaya pretendía desaparecer las fuerzas armadas, afirman golpistas

El mandatario buscaba fortalecer la Policía Nacional, sostiene un documento de la entidad castrense

El texto, titulado Documentación para el Pentágono, fue llevado a Washington por dos coroneles

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El jefe de las fuerzas armadas hondureñas, general Romeo Vásquez, saluda en Tegucigalpa al presidente de facto Roberto Micheletti, ayer durante una ceremonia por el Día del ReservistaFoto Ap
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Periódico La Jornada
Domingo 9 de agosto de 2009, p. 20

Tegucigalpa, 8 de agosto. Los militares hondureños dicen que ejecutaron el golpe de Estado en defensa de la Constitución o, cuando se sinceran, que lo hicieron para detener al socialismo que avanzaba derechito hacia el corazón de Estados Unidos. Sin embargo, sus razones pueden ser más groseramente pragmáticas. La Jornada tiene copia de varios documentos que las fuerzas armadas hondureñas han utilizado para defender su actuación el 28 de junio.

Uno de ellos se titula Análisis de las fuerzas armadas en relación a la IV urna, y en una de sus partes medulares afirma: Existe la posibilidad de que puedan aparecer sectores políticos, que visualizando una tendencia institucional a apoyar esta iniciativa, en un futuro busquen mecanismos para minimizar al extremo las funciones de las fuerzas armadas con tendencia a desaparecerlas y fortalecer la Policía Nacional.

Los documentos, contenidos en un disco compacto titulado Documentación para el Pentágono, fueron llevados a Washington por dos coroneles que acudieron a entrevistarse con funcionarios del gobierno y legisladores.

El texto citado fue elaborado la víspera de la encuesta convocada por el presidente José Manuel Zelaya, que nunca se realizó porque durante la madrugada de ese día el mandatario fue capturado y echado de Honduras.

En dicha encuesta, los hondureños manifestarían su acuerdo o desacuerdo con la instalación de una cuarta urna en las elecciones del 29 de noviembre (las otras tres son para elegir presidente, diputados y alcaldes). En la cuarta urna, a su vez, los electores aprobarían o no la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) que tendría la tarea de redactar y aprobar una nueva Constitución. Zelaya pretendía, dicen colaboradores suyos, ganar la mayoría en la ANC y presentar su candidatura a la presidencia en 2013.

Los golpistas aseguran que con los resultados de la consulta en la mano, Zelaya tenía listos decretos para disolver el Congreso y la Corte Suprema de Justicia e instalar la Asamblea Constituyente sólo con sus seguidores.

¿Qué pasaría con las fuerzas armadas de instalarse la Constituyente? Los estrategas de las fuerzas armadas entregaron al comando del estado mayor conjunto conclusiones como la siguiente: Independientemente la posición que adopte las fuerzas armadas, la conformación de la ANC podría tener implicaciones hacia la institución, ya que esta asamblea podría tomar en consideración esa posición de la institución, al momento de hacer reformas al capítulo de Defensa de la Constitución de la República.

Los militares son muy celosos de ese capítulo constitucional, pues hace apenas 10 años perdieron la autonomía que les fue otorgada después del primer golpe de Estado que protagonizaron, en octubre de 1956. Desde esa fecha hasta 1982, y salvo un breve periodo con un gobierno civil, los militares ejercieron el poder en forma directa durante aproximadamente 19 años, convirtiéndose así en el verdadero árbitro de los destinos del país. El monstruo creado en los años 50 se había vuelto incontrolable (Los Deliberantes, de Matías Funes).

Durante esos años, los militares hondureños se volvieron millonarios, muchas veces en sociedad con empresarios que sabían halagarlos. Fue hasta 1999 cuando la autonomía de las fuerzas armadas fue eliminada por el Congreso y suprimido el servicio militar obligatorio de dos años. Aunque todavía les quedan a los generales polvos de aquellos lodos.

La marcha de los reservistas

Desde los camiones del ejército reparten las camisetas blancas. Las reciben ancianos, hombres maduros y otros aún jóvenes. En la parte frontal las camisetas tienen la bandera de Honduras y dos figuras de soldados: Reservistas en defensa de la democracia, se lee. En la parte trasera, la misma leyenda de las marchas blancas: Por la paz y la democracia. Con letras más pequeñas se completa el mensaje: Todo hombre debe ser soldado cuando se trate de combatir la tiranía.

Los reservistas de las fuerzas armadas, veteranos del servicio militar, se reúnen cerca de la casa presidencial, al grito de ¡Viva Romeo Vásquez! (jefe máximo de las fuerzas armadas y protagonista central del golpe). Marchan formados por edades, para celebrar el Día del Reservista, algo que habitualmente hacen en las guarniciones militares. No esta vez. El presidente de facto, Roberto Micheletti, necesita mostrarse de la mano de la cúpula militar, y lo hace frente a unos mil reservistas que no ocupan ni la cuarta parte del estacionamiento bautizado como Plaza de la Democracia: Jamás empuñaremos el arma contra un hermano, tan sólo queremos medidas disuasivas para frenar la violencia.

El general Romeo Vásquez también toma el micrófono: Ningún soldado se puede quedar durmiendo si hay un enemigo cruel que quiere avasallar las fronteras ni si sabe que se está violando la ley.

¡Victoria, ardor y valentía!, gritan los marchistas de camisetas blancas. ¡Valor y generosidad se exigen a quienes se consagran a ti!, combinan el grito con el un, dos, tres, cuatro de su paso marcial. Muchos de ellos no son reservistas sino militares en activo. O empleados de las fuerzas armadas, como Yolanda Zúñiga, quien lleva 26 años como auxiliar en recursos humanos y cuenta que después de ver a Micheletti se irán a un almuerzo a la guarnición.

Zúñiga es de las ciudadanas que claman por olvidarnos de lo que pasó, una convencida de que los siete y medio millones de hondureños vamos a tener que cargar con un castigo inmerecido de la comunidad internacional. Independientemente de lo que hagan los dirigentes políticos, los más afectados van a ser los pobres del campo, y eso no lo entienden los otros países.

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Uno de los reservistas participantes en el acto realizado frente a la casa presidencialFoto Reuters

La señora que marcha con los reservistas tampoco cree en el acuerdo de San José, en Costa Rica: Mel Zelaya tiene mucho carisma, mucha facilidad de palabra, allá puede firmar una cosa y si viene acá hacer otra.

Una banda de guerra y siete banderas de Honduras encabezan la marcha protegida por soldados y policías, para honrar a la cúpula militar que poco antes del golpe elaboraba este análisis contenido en el texto citado: “Es de recordar que en un pasado reciente las fuerzas armadas fueron atacadas por diferentes sectores, incluso hasta por los mismos países aliados a los cuales apoyó en sus luchas por erradicar la expansión de proyectos políticos-ideológicos, regionales, generando una mala imagen y señalamientos extremos, que para muchos era el fin de una de las instituciones más nobles… Pero en base a un trabajo transformador se consiguió levantar la imagen de las fuerzas armadas, y retomar las condiciones de credibilidad con el pueblo hondureño”.

Esa imagen está nuevamente en entredicho.

Romeo Vásquez y el estado mayor acabaron con el honor de las fuerzas armadas y con la imagen que les había costado 25 años construir, dice el dirigente campesino Rafael Alegría.

Estamos para defender la patria y no nos vamos a arrodillar, aunque haya campañas para desprestigiarnos, reta Romeo Vásquez, quizá menos preocupado por las campañas de la resistencia al golpe de Estado que por las declaraciones de Elvin Santos, candidato liberal a la presidencia de la república, y del empresario Adolfo Facussé, dueño de buena parte de la industria textil, quienes ahora piden castigo para los militares que sacaron a Zelaya del país.

El triunfo de la tercera opción

En voz de su principal asesor jurídico, Herberth Bayardo, los militares reconocieron, apenas pasado el golpe, haber cometido un delito al llevar a Zelaya a Costa Rica.

Los movimientos militares son fríamente calculados, como las matemáticas, todo se hace en forma bien panificada, dice el general Romeo Vásquez.

Los cálculos de los militares respecto de la expatriación del presidente hondureño se hicieron con antelación. Las fuerzas armadas lo explican en otro documento titulado Preguntas después de la sucesión presidencial.

“¿Por qué fue sacado (del país) el presidente Zelaya?

“Fuerzas armadas. Respuesta: Puede interpretarse que esto haya sido un error de procedimiento al no haber llevado a cabo su detención y posterior encarcelamiento para presentarlo ante la justicia, pero la validez de lo actuado se confirma con el hecho de que no ocurrió ningún derramamiento de sangre al no tenerle detenido en territorio nacional.

En Honduras se tienen casos de comportamiento de turbas que han atentado contra las instalaciones del Estado (el caso de encarcelamiento de un ex alcalde en la ciudad capital).

El documento también presenta las alternativas del Estado de Honduras frente a la situación creada por el presidente Zelaya:

Fuerzas armadas. Respuesta: A nuestro entender se tenían tres opciones: 1) Quedarse de brazos cruzados y esperar que (José Manuel) Zelaya disolviera de forma irreversible los demás poderes del Estado, como está comprobado que lo tenía preparado; 2) Sustituir al ex presidente de una forma diferente a la actuada, dándole con ello tiempo para recurrir a sus aliados políticos, ideológicos y militares de la Alternativa Alba dirigida por Hugo Chávez desde Venezuela. Esta opción implicaba el derramamiento de sangre.

El golpe de Estado del 28 de junio fue la consumación de la tercera opción, que explican así los militares, en el documento del que La Jornada posee copia (se respeta la prosa original): “3) Ejecutar una acción sorpresiva e incruenta para evitar que Zelaya consumara sus planes de perpetuarse en el poder y destruyera el sistema democrático que hemos defendido y defenderemos...

Se decidió llevar a cabo las acciones de la tercera opción. Sentimos que de haberse seguido la opción 2, una vez que Zelaya hubiera afianzado su poder tras un fallido intento de destituirlo, ninguno de los que hoy están censurando la transición constitucional habría hecho nada por ayudar a los hondureños a sacudirse de un dictador, como la historia lo demuestra no sólo en América Latina.

Las acciones de la tercera opción llevaron a Honduras a una crisis política que el próximo martes traerá aquí a seis cancilleres de países miembros de la Organización de Estados Americanos. El gobierno hondureño de facto les da la bienvenida como oyentes. Insulza puede venir a gastar dinero como un turista más, extiende la alfombra Micheletti, la noche del viernes.

Este sábado, desde Washington, Insulza no acusa recibo de la bofetada: La misión no va con el propósito de imponer una posición, sino a dialogar sobre el acuerdo de San José,

Mientras, el activismo de la embajada de Estados Unidos sigue a toda marcha. Ayer viernes, el embajador Hugo Llorens recibió a algunos ministros del gobierno de Zelaya que no salieron del país. Hoy recibe a dirigentes de la resistencia. Hay en funcionarios y líderes un moderado optimismo. Vamos más rápido de lo que se pensaba, dice uno.

Pero la agenda pasa por la visita de los cancilleres la semana que comienza, y por la reinstalación de la mesa de diálogo en Costa Rica, cualquier día de la semana que arranca el lunes 17.