Opinión
Ver día anteriorSábado 8 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Metrópolis, hoy
S

i bien la Cineteca Nacional ha tenido algunos notables éxitos de público en su historia, no recuerdo avalanchas tan prendidas, desde el histórico portazo en la vieja Cineteca con motivo del estreno de Naranja mecánica (1971), de Stanley Kubrick, como las del recientemente concluido ciclo de clásicos del cine mudo musicalizados en vivo por diversos roqueros mexicanos.

Después del impacto de las dos primeras sesiones (de ellas di noticia en este espacio), quedaba en el aire la duda sobre la posibilidad de mantener al mismo nivel la expectativa y la convocatoria. La respuesta la dio de nuevo el público, tan contundente que fue necesario programar de emergencia una segunda sesión de la tercera película del ciclo, cuyas entradas también se agotaron de inmediato.

Se trató de la extraordinaria e hiperquinética alucinación visual creada por Dziga Vertov en El hombre de la cámara (1929), materia más que ideal para un experimento de musicalización en vivo. Tocó el turno a Alejandro Otaola (ex de Santa Sabina y La Barranca), quien para complementar lo básico de la dotación roquera convocó flautas, clarinetes y saxofón, lo que le permitió contrastar una mayoría de episodios percusivos e insistentes con algunos otros de materia sonora más dúctil y fluida.

Optando por vertientes cercanas a cierto tipo de jazz/rock abstracto, Otaola y cómplices ofrecieron un soundtrack cabalmente moderno que guardó numerosos puntos de contacto con la avanzada propuesta visual de Vertov. El personal pudo haber apreciado y agradecido, quizá, un poco más de variedad expresiva y dinámica en el contexto de un trabajo bien logrado. (Me cuentan que la segunda sesión resultó aún mejor).

Para la conclusión del ciclo, los dos integrantes de Yokozuna se enfrentaron a la excepcional cinta Metrópolis (Fritz Lang, 1927), que ha sido objeto de numerosos ejercicios de musicalización, desde el original de Gottfried Huppertz hasta el de Giorgio Moroder, entre otros. En lo general, Yokozuna profundizó más que sus colegas en el manejo de los matices y la variedad dinámica en el proceso de construir su “soundtrack al vuelo”.

Con predominio de las regiones duras del sonido de las guitarras eléctricas y la batería, los Yokozuna se metieron igual de duro al maquinismo brutalista que es uno de los elementos esenciales de la cinta de Lang. Algunos de nosotros, de raigambre más clásica, extrañamos quizá un enfoque más bárbaro, más a la manera de Bartók o Stravinski, pero en sus propios términos, la musicalización de Yokozuna fue potente y eficaz. Particularmente bien logradas, por ejemplo, las secuencias que muestran la mecánica marcha de los obreros cuasizombis embrutecidos por el trabajo deshumanizador.

Ante la ocasión de revisitar Metrópolis con motivo de estos exitosos experimentos musicales de la Cineteca Nacional, el espectador no puede menos que percibir con particular fuerza el contraste feroz entre la oligarquía explotadora en las alturas y la clase obrera explotada en las profundidades, un contraste que conlleva siempre latente la posibilidad del estallido social.

En el universo fílmico de Lang, las masas depauperadas se rebelan violentamente al conjuro hipnótico de la fascinante María-androide-femme fatale, a la que veneran casi como a una diosa. Las cosas no son muy distintas en nuestro entorno. Sólo cabe preguntarse retóricamente cuándo ocurrirá la explosión, qué tan sangrienta será y si nuestros alzados tomarán como guía espiritual a la Santa Muerte, a Malverde o a alguno de los apócrifos y charlatanes obispos de Pare de Sufrir.

Por lo pronto, el inusual interés generado por este ciclo de filmes mudos musicalizados en vivo y el éxito particular de cada sesión, se han conjugado para dar incipiente forma a posibles secuelas del proyecto. Por ejemplo, encargar la musicalización de algunas películas a djs y tornamesistas expertos, o convocar a músicos de concierto con habilidades para la improvisación. Ya echada a andar la idea, las posibilidades son numerosas.