Opinión
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50 años de la consagración episcopal de Samuel Ruiz
L

legó a Chiapas para convertir a los indios y los indios lo convirtieron a él. Hace 50 años Samuel Ruiz García fue consagrado obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Se mantuvo en el cargo por cuatro décadas, y en el transcurso de ese tiempo el clérigo tiene transformaciones personales, teológicas, eclesiológicas y políticas.

La realidad de marginación social, económica, política y eclesiástica (católica) de los pueblos indios chiapanecos hace que el obispo Ruiz paulatinamente vaya reformulando su óptica, de tal manera que transita del paternalismo al acompañamiento pastoral de los sujetos de la misión, tal como es concebida la misma en términos del catolicismo que a principios de los años 60 del siglo pasado tiene mutaciones importantes. Porque junto con la ominosa realidad de opresión padecida por los indígenas, que le toca palpar directamente, Ruiz García es impactado por el espíritu del Concilio Vaticano II (1962-1965), y es un decidido impulsor en Chiapas de la apertura al mundo impulsada por la cumbre eclesiástica.

Otro elemento en la reconfiguración del obispado de Samuel Ruiz, de uno verticalista tradicional hacia otro más encarnado en las necesidades de los indígenas, es que le corresponde comprobar los resultados de la presencia de una vertiente misionera protestante en los territorios de la vasta diócesis que le toca presidir. En 1960, por ejemplo, la misionera evangélica Marianna Slocum ya estaba por cumplir dos décadas de trabajo entre los tzeltales. Entonces el obispo Samuel Ruiz tenía una concepción muy esquemática y conspirativa del protestantismo. La opinión peyorativa la registra Fernando Benítez en la gran obra de su autoría, Los indios de México, pero como sea los resultados comprobables de la expansión protestante conducen al obispo a examinar más de cerca esa experiencia y sus recovecos.

En la pastoral de Ruiz García influye la eclesiología protestante, ya que ésta demostraba que la cercanía con las comunidades indias y el involucramiento de sus líderes en la dirección del trabajo tenía resultados sorprendentes en el fortalecimiento de la confesión religiosa. Don Samuel comienza a impulsar un enfoque misionero distinto al tradicional, en lugar de esperar a que los indígenas vayan a los centros católicos para ser ministrados, el obispo y el equipo que va conformando son los que van y se interiorizan en la cotidianidad de esos pueblos.

El contacto día a día con el mundo y las concepciones religiosas de los indios e indias hacen mella en la conciencia del obispo. En el proceso tiene su parte un movimiento que confluye en la segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1968, en Medellín, Colombia), donde Samuel Ruiz vigoriza la pastoral comprometida e incorpora a la misma principios de la naciente teología de la liberación. El obispo fortalece su entendimiento, y práctica, de que es imprescindible un trabajo eclesiástico que se caracterice por servir a las necesidades espirituales y materiales de las poblaciones mayoritariamente indígenas. La suya será, a partir de entonces, una misión integral y en la cual se quedan atrás las ideas espiritualistas que hacían caso omiso de la castigante pobreza de los indios.

Los críticos del prolongado obispado de Samuel Ruiz reiteradamente citaban las cifras adversas de la diócesis de San Cristóbal de las Casas respecto del cambio religioso. Acusaban al personaje de que como resultado de su trabajo, más político que eclesiástico, las zonas indígenas se caracterizaban por el acelerado crecimiento del protestantismo y/o la descatolización de esas regiones. Lo cierto es que en la expansión de la fe evangélica entre los indígenas coincidieron múltiples factores, por lo cual es un reduccionismo señalar a una sola condición o personaje como plenamente responsable de la pluralización religiosa.

En los 40 años del obispado de Samuel Ruiz García la Iglesia católica fortaleció su presencia en los pueblos indios, una presencia antes simbólica y en la que había ausencia pastoral y educativa de la institución. El masivo movimiento catequístico promovido por Ruiz García, que puso en manos de los indígenas las tareas eclesiásticas, transforma el rostro del catolicismo y lo revigoriza por uno en el que los antes marginados son actores imprescindibles y sujetos de una misión de la que se apropian.

Durante el año anterior al levantamiento zapatista del primero de enero de 1994 arreciaron los ataques, por parte del conservadurismo eclesiástico católico, hacia Samuel Ruiz. Una vez iniciada la aparición pública del EZLN sobraron quienes señalaron al obispo sancristobalense como el principal instigador de las acciones del Ejército Zapatista. Tal señalamiento fue una exageración, carente de sustento y racista para con los indígenas, ya que los presentaba como si fuesen personas manipulables y dependientes de lo señalado por un clérigo todopoderoso.

Tiene toda la razón el obispo Samuel Ruiz al señalar, en estos días que se ha cumplido el cincuentenario de su consagración obispal, que la nación mexicana sigue en deuda con los indígenas, y que para saldarla se hace necesario un cambio radical en el sistema político y económico causante de la marginación de los pueblos indios.