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Celebraron con baile el comienzo de la Revolución Cubana

En el salón Los Ángeles se dio soberbia mezcolanza de rumba y ron
 
Periódico La Jornada
Martes 28 de julio de 2009, p. a10

Dicen que el Che Guevara sentenció que no había libertadores, sino que cada quien es el suyo propio y el viernes en la noche la sentencia, desde luego que dictada en términos políticos, tuvo cabal cumplimiento en el sentido lúdico para un festejo más del histórico asalto al cuartel Moncada.

Una agrupación mexicana de leal amistad con la lucha del pueblo cubano convocó a propios, y a alguno que otro ajeno, para que al calor que produce la soberbia mezcolanza de la buena rumba y el inmejorable ron, celebraran la efeméride en el sitio de prosapia: el salón Los Ángeles, que, válgase la mención, está a unos días de llegar a su aniversario número 72 y que cuenta ya con un nicho dedicado a San Dámaso.

Aunque no tan nutrida como en otros años, algo atribuible a la crisis o a la poca difusión, la fiesta por el comienzo de la gesta revolucionaria de Cuba combinó rumba y ron para solaz de la concurrencia.

Mojitos, cubas y cervezas, circularon con profusión, no obstante las largas filas y al burocrático trámite de primero formarse en el banco para obtener la ficha para apagar la sed y luego pasar al lugar de abastecimiento.

El lado musical fue cubierto por los grupos Son de Maíz, en primera instancia; le siguieron Kike y su Aché y Los Chilangos de La Habana, integrado por músicos isleños que han quedado en México y que fueron los que más alborotaron la galería, fundamentalmente a la masculina, cuando al escenario, ornamentado con las banderas de México y Cuba, a ambos lados, accedió Bebé, monumental mulata, quien dejó de lado los formalismos de las nacionalidades y empezó sus voluptuosos movimientos que de inmediato atraparon la atención de todos con punto de climax cuando el cantante advirtió: así se mueve una cintura caribeña, un ejercicio que exudó sexo pertinente a cualquier clase de ideología y que propició que afloraran los teléfonos celulares accionados por nerviosas manos.

Ya de retirada se pudo leer en la parte posterior de los ajustados pantalones de la beldad, algo así como etéreo, a lo que un concurrente exclamó: ¡chico, ese trasero es terrenal!, aunque en realidad las letras eran cuatro y decían A-E-R-O.