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El artista estadunidense cambió la sintaxis dancística y modificó la escultura del cuerpo

Muere a los 90, el coreógrafo Merce Cunningham, visionario de la danza

Armó una dupla destellante con el compositor John Cage, para rencaminar el arte de la escena

Foto
El coreógrafo estadunidense con la bailarina Carolyn Brown, durante una presentación en Londres, en 1964.Foto Ap
 
Periódico La Jornada
Martes 28 de julio de 2009, p. 4

Falleció un gigante: el coreógrafo estadunidense Merce Cunningham, a los 90 años de edad.

Varias las vertientes de su valiosa ventura: cambió la sintaxis de la danza, modificó la escultura del cuerpo, inventó andamios invisibles en el aire. Pareja sentimental y de trabajo de otro coloso, el compositor John Cage (1912-1992), armó una dupla destellante para rencaminar el arte de la escena. Del movimiento infinitesimal al largo aliento, del gesto sinóptico al despliegue coral, sus creaciones son impronta, ejemplo referente ineludible en la historia cultural del mundo.

La última visita de Merce Cunningham a México ocurrió al despuntar la última década del siglo pasado. Llenó la sala principal del Palacio de Bellas Artes, bailó al frente de su compañía y entonces vació la sala: pocos, muy pocos los que se quedaron en sus asientos, porque fueron los únicos que entendieron el mensaje artístico, pleno de ludismo, inteligencia, humor hiperácido, del maestro que realizaba movimientos intencionalmente simiescos, desnudó por completo el escenario y tomó algunos dimmers y reflectores para arrojar esos chorros de luz a las pupilas de los circunstantes. El resto huyó.

Un par de años después celebró los 40 años de fundación de su compañía de danza, que es emblema. En Nueva York, reportó La Jornada, la Merce Cunningham Dance Company estrenó Beach Birds, con música de John Cage, quien había fallecido siete meses antes.

“Lo extraño –apuntó entonces Cunninhgham–, extraño nuestras conversaciones. Muchas cosas. Extraño la manera tan original en que veía y escuchaba.”

Unos días antes de la función de estreno, organizó una fiesta en lugar de un funeral: Sé que John ha sido muy importante para una gran cantidad de personas. Fue maravillosa fiesta. Yo no quería hacer ninguna ceremonia fúnebre. John no hubiera asistido.

En escena, la noche del estreno: aves, cuerpos, soledades multiplicadas por medio del movimiento natural de los seres vivos. Bailarines que toman las posiciones naturales de las aves. Ahora un mirlo, ya una alondra, enseguida un apareamiento de grullas en escena. Y el silencio como música. El concepto zen de John Cage. Y un piano suelta tenue, en extremo tenue, el resorte de un par de teclas en unísono y dos palos de lluvia iluminan el ambiente, tensado por las aves, que danzan. Cantan, gimen. Iluminan.

“Nosotros –dijo Cunningham a propósito de su trabajo con Cage– iniciamos nuestras colaboraciones con la certeza de que el elemento unitario que comparten danza y música es el uso del tiempo.

“Eso nos condujo a la idea de que si coordinamos danza y música podrían constituirse en entidades separadas –independientes e interdependientes– compartiendo un tiempo común y reuniéndose solamente en los puntos estructurales. Es de esta manera como la música coexiste con la danza, más que subrayar o reforzar el movimiento. De la misma manera la vista y el sonido coexisten en nuestras vidas, la de John Cage y la mía.”

Además del trabajo en matrimonio con John Cage, Merce Cunningham se acompañó de otros vigías de ruta: Andy Warhol, Robert Rauschenberg y Jasper Johns, entre otros, con quienes construyó escenarios más allá de la vanguardia, de la imaginación y los sueños puestos en la vida cotidiana.

En silla de ruedas, Cunningham sabía pronta su partida. Mantuvo actividad al frente de su compañía de manera admirable. Visionario, creó las condiciones para que cuando no estuviera presente físicamente, su legado perviviera.

Evitó lo que sucedió con su maestra, Martha Graham, cuya compañía de danza murió con ella. O el destino aún incierto de la compañía de Pina Bausch, muerta el 30 de junio anterior.

Como reportó en estas páginas Eva Usi, el especialista Jochen Schmidt, crítico de danza del periódico Frankfürter Allgemeine, teme por el futuro del legado, unas 40 grandes obras maestras de Bausch, que a la desaparición física de su autora, pudieran quedar al garete.

El caso de Cunningham es contrario, él mismo previó un plan de legado viviente, que incluye una última gira de dos años de la compañía de danza cuando ya no pueda dirigirla, tras lo cual será disuelta de manera definitva.

Un fondo quedará a cargo de los derechos de autor y de la preservación del legado de Cunningham, para facilitar su transmisión a otras compañías de danza y a las generaciones posteriores.

Dotado con 8 millones de dólares, el plan incluye programas de enseñanza y creación de cápsulas audiovisuales en soporte digital con cada una de las obras importantes de Cunningham, quien fijó hasta el precio único que costarían en Nueva York las entradas al espectáculo de despedida: sólo 10 dólares.