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Es un campeón porque ya está con Dios; no hay rencor ni contra Omar ni contra su familia

Cuando un hijo quiere hacer algo es imposible pararlo, comentó el padre del Texano

Familiares y amigos dieron el adiós en un cementerio de Guadalajara al fallecido boxeador

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Pesar de los familiares de Marco Antonio Nazareth y de los presentes en el cortejo fúnebreFoto Arturo Campos Cedillo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 24 de julio de 2009, p. a18

Guadalajara, Jal., 23 de julio. Marco Antonio Nazareth es un campeón porque ya está con Cristo, expresó su padre, del mismo nombre, en el último adiós que unas 150 personas dieron al boxeador, quien perdió la vida por un derrame cerebral tras el combate que sostuvo el pasado sábado ante Omar Chávez, hijo del ex campeón mundial mexicano Julio César Chávez.

A las 11 horas, el cuerpo del Texano ya estaba en el cementerio del poniente de la Zona Metropolitana de Guadalajara en un ataúd café. Sus amigos, hermanos, padres, sobrinos y demás familiares fueron llegando en autobuses y automóviles provenientes de Puerto Vallarta, lugar donde nació hace 23 años.

Cuando un hijo se dispone a hacer algo es imposible pararlo, comentó el progenitor de Marco Antonio.

–Yo te voy a preguntar algo papá, ¿por qué no dejas la locución? –preguntaba siempre el púgil a su padre cuando éste le decía que dejara el boxeo, recordó el hombre.

–Porque es lo que amo, hijo –respondía al Texano.

–Es lo mismo padre –era la respuesta del joven boxeador.

Como esas, muchas historias rondaron en el ambiente antes que Nazareth fuera enterrado y colocaron en su tumba algunas flores, camisetas, una tejana negra, un par de guantes rojos y cayeron muchas lágrimas sobre el féretro.

Desde que el Texano decidió ponerse unos guantes, su madre, Livier Aréchiga, ya no vivió en paz: yo siempre le pedía a Dios que lo retirara del ring.

Luego de la pelea del sábado, un conocido de la familia, según relató Aréchiga, se acercó a ella y le narró que había tenido un sueño en el que había un cuadrilátero en cuyas cuatro esquinas había oro, la representación del dinero para todo boxeador, pero que entonces bajaba un ser luminoso al centro del lugar y cerraba las mismas puertas con cuatro candados de plata.

Para la madre del Texano eso significó lo que siempre pidió en sus oraciones, que se retirara a su hijo mayor de los cuadriláteros.

Desde hace más de un año mi esposa y yo le pedíamos a Dios que Marco Antonio dejara el boxeo, que se alejara del ring. Para nosotros era una angustia tremenda y ahora, aquí está, descansando al lado del creador, como todo un gran campeón que lo fue en vida, añadió el papá.

Dijo que no había rencores; ni con Dios, ni con Omar, ni con la familia Chávez. Pudo haberle pasado a él, agregó en referencia al menor de los Chávez.

Desde que cayó a la lona, el Texano ya había emprendido un camino sin retorno: 90 por ciento de su cerebro ya no funcionaba, detalló su progenitor.

En el fondo: llanto, gritos de aquellos que aún no se resignan a que alguien a quien vieron apenas con vida el pasado sábado ya no estará con ellos.

Yo le pregunté antes de la pelea, ¿qué vamos a hacer para festejar?, y él me dijo que luego del combate quería irse a descansar a su casa; ahora ya está en ella, alcanzó a articular su tía Gris.

El ex alcalde de Puerto Vallarta, Gustavo González Villaseñor, quien era padrino del pugilista, recordó que el joven acudía a ayudar a los albergues para niños desprotegidos.

Él quería hacer dinero para construir un lugar para los niños de Puerto Vallarta. Antes de la pelea me habló y me dijo que iba a dejar la vida en ese combate, eso me impactó, agregó.

Luego del acto religioso, el féretro fue bajado entre el llanto de sus hermanos Alan y Giovanni, quienes se resistían al hecho, al igual que sus padres.

Un hombre soltó unas palomas blancas, la Banda Nueva Esperanza tocó algunas melodías, al igual que lo hizo después una joven con su violín.

Y la tierra comenzó a tapar el ataúd del Texano, mientras los presentes coreaban: ¡campeón, campeón, campeón…