Opinión
Ver día anteriorViernes 17 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La paciencia se acaba
E

l mundo se encuentra inmerso en graves problemas, como el cambio climático, las crisis alimentaria y energética, y la pérdida de biodiversidad, que implican una seria amenaza para el futuro de la humanidad.

México, además, se enfrenta desde hace varios años con otros problemas que tienen que ver con la economía, la educación, la salud y la impartición de justicia. Aprovecho la ocasión para recordarles a los ministros de la Suprema Corte de Justicia lo que el moralista francés Jean de La Bruyere escribió en el siglo XVII: Una cualidad de la justicia es hacerla pronto y sin dilaciones; hacerla esperar es injusticia.

Estos asuntos, que tanta desigualdad social encierran, obedecen a tres causas principales: corrupción, corrupción y corrupción, que hasta ahora no hemos podido arrancar del alma nacional.

En relación con el tema de la salud, dos noticias aparecidas en la prensa de esta semana han sacudido mi conciencia. El 26 de junio de 2009 falleció la doctora en ciencias Patricia Rodríguez tras ¡seis semanas! de desatenciones médicas sucesivas en tres diferentes hospitales del ISSSTE.

El 14 de julio de 2009 murió en Madrid un bebé prematuro al que una joven enfermera, en su primer día de trabajo en la unidad de cuidados intensivos de neonatología, le provocó una embolia al aplicarle por vía endovenosa una fórmula alimentaria que debió administrarse a través de una sonda nasogástrica.

Es evidente que en ambos casos ocurrieron dramas personales desgarradores y negligencias punibles; pero a mí me preocupa más el deterioro que observo en los sistemas de salud pública a escala mundial. Los gobiernos cada día dedican menos recursos a la salud pública y a la investigación científica, y a veces privatizan los servicios al dejarlos en manos de particulares, con las consecuencias que ya vimos en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora.

Los hospitales cada día cuentan con menos equipos y medicamentos necesarios para atender a un número siempre creciente de enfermos. Los pacientes se quejan, con razón, de que nadie los escucha; muchas veces sufren maltrato y otras deben sopotar tiempos de espera demasiado prolongados para poder acceder a una consulta médica o una intervención quirúrgica. Los sistemas de salud también son injustos con los médicos y las enfermeras que se encuentran sometidos a enormes cargas asistenciales de gran responsabilidad, a cambio de bajas remuneraciones y pobre protección social.

Con honestidad, habría que reconocer que nuestros sistemas de salud actuales son inoperantes, burocráticos y deshumanizados (recuerden los primeros días de la epidemia de la influenza humana A/H1N1).

También los encuentro moralmente deletéreos porque se ceban en los pobres más pobres y producen víctimas inocentes, tanto entre los pacientes y sus familias, como entre los médicos y las enfermeras.

El cineasta francés Claude Chabrol dijo que el horror no es el crimen que se comete, sino todo lo que sucede antes y que lleva a ese crimen.