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El sepelio se realizó con discreción en la ciudad de Wuppertal

Alemania rinde amplio tributo a la coreógrafa Pina Bausch

Su hogar artístico la honrará en agosto, cuando su compañía regrese de una gira

Ella se aproximó al escenario sin renunciar a su aspiración crítica cultural, dice a La Jornada su biógrafo

Foto
Pina Bausch, en imagen de 1994, durante su visita a MéxicoFoto Fabrizio León
Especial
Periódico La Jornada
Jueves 9 de julio de 2009, p. 4

Wuppertal, Alemania, 8 de julio. La coreógrafa y bailarina Pina Bausch es recordada estos días en Alemania con la transmisión de varias de sus obras y documentales por televisión, que proponen una mirada retrospectiva a su trayectoria.

Considerada la coreógrafa más importante del siglo XX, Bausch revolucionó la danza moderna y reformuló el término danza-teatro, movimiento que tiene sus raíces en el expresionismo alemán de principios del siglo XX, que buscaba distanciarse del ballet clásico.

Al frente de su compañía Tanztheater Wuppertal, Bausch cosechó una lluvia de triunfos y reconocimientos alrededor del mundo.

Su hogar artístico, Wuppertal, honrará en agosto a la llamada madre coraje de la danza moderna con una ceremonia luctuosa. Entonces habrá vuelto de su gira europea la compañía que dirigió la coreógrafa desde 1972 hasta su sorpresiva muerte, el 30 de junio pasado, cinco días después de que le diagnosticaran cáncer.

Corte de tajo a varios proyectos

Para los bailarines de Bausch, que se enteraron de su deceso en Polonia, la pérdida ha sido un shock del que no se recuperan. Su muerte prematura, poco antes de cumplir 69 años, provocó conmoción y un duelo profundo en el ámbito de la danza y el teatro en el mundo entero y cortó de tajo numerosos proyectos.

Se la esperaba en el Festival de Teatro Chéjov de Moscú, el 13 de julio, donde daría una conferencia que sería el preludio de cuatro presentaciones de Los siete pecados capitales (1976), obra basada en textos de Bertolt Brecht y música de Kurt Weil, que es considerada clave en su trayectoria.

“Lo verdaderamente nuevo en el ámbito de la danza-teatro llegó con esa puesta en escena de Brecht-Weil, cuando Pina lanzó por la borda todo lo que se sabía hasta entonces sobre la danza, incluso la dudosa pretensión de ser tomada con seriedad.

Así comenzó su aproximación abierta, coqueta y divertida sobre el escenario sin renunciar ni un segundo a su aspiración crítica cultural, dijo a La Jornada su biógrafo Jochen Schmidt, quien acompañó a la coreógrafa a lo largo de tres décadas como crítico de danza del diario Frankfurter Allgemeine.

Schmidt escribió el libro Pina Bausch: Tanzen gegen die Angst (Bailando contra el miedo), en el cual afirma que en el transcurso de una década la coreógrafa reformuló el lenguaje de la danza moderna haciendo una apelación en favor de la libertad de la mente y el cuerpo.

Esa búsqueda de un nuevo lenguaje fue lo que la convirtió en una figura tan relevante a partir de los años 70 y principios de los 80, un lenguaje con el que los seres humanos pudieran comunicarse mejor, que Pina encontró por lo menos para ella y sus bailarines, explica Schmidt.

Sus coreografías revolucionarias y radicales, basadas en danza, teatro hablado, pantomima, ópera y música, provocaron conmoción en el público en los años 70, pero atrajeron desde entonces a peregrinaciones de aficionados a Wuppertal, ciudad obrera en la parte occidental de Alemania, que querían presenciar sus obras, aclamadas por algunos, vituperadas por la crítica e incomprendidas por un público conservador local que no salía de su asombro y reaccionó no pocas veces con agresiones y tumultos.

“En los primeros años el público reaccionaba escupiéndole en su propio teatro; le llegaron a jalar el pelo y en la noche recibía llamadas anónimas que la insultaban y la apremiaban a abandonar la ciudad; incluso uno de los críticos más importantes de la época, Horst Koegler, calificó las piezas de Bausch de wohnküchenmief (tufo de cocina casera), aludiendo a que eran invenciones de provincia”, recuerda Schmidt.

La misma Bausch recordó ese doloroso comienzo en un documental filmado por Anne Linsel en 2006: No soy una persona que huye cuando una situación se vuelve difícil, pero sí fue algo muy duro.

Para el público acostumbrado a las presentaciones de ballet clásico, las obras de Bausch fueron una provocación. Creo que no entendieron lo que quería yo decir. Yo no quería provocar; nunca fue esa mi intención y me dolía lo que pasaba, pero no podía hacer las cosas de otra manera, afirmaba la coreógrafa de luminosos ojos azules y expresión melancólica.

El miedo, hilo conductor

Pina Bausch abordó en sus obras prácticamente todos los temas que atañen a la existencia humana para provocar la reflexión en su auditorio. Con escenografías vanguardistas y coreografías de fuerza arcaica y una musicalización muy diversa, sus obras tematizan la difícil coexistencia humana: el amor y la soledad, la frustración, el terror y el miedo, la explotación de las mujeres por los hombres, la niñez y la muerte, la memoria y el olvido.

La coreógrafa planteó sin miramientos conflictos que se desarrollan en el escenario ante los cuales no había refugio ni huida, que recordaban al espectador su propio desgano y desamor, sus limitaciones y defectos. Familias enteras se peleaban en el auditorio, recuerda Marion Cito, responsable del vestuario.

Si intenta uno definir lo que tratan de transmitir las coreogra-fías de Bausch y cómo funcionan, automáticamente llega a la noción de miedo, escribe Schmidt en su libro. Algo que la tímida bailarina prodigio, egresada de la escuela Folwang, de Essen, definía como hilo conductor y motor de su proceso creativo.

El miedo siempre estuvo presente, sobre todo cuando, a la edad de 33 años, tuvo que dirigir por primera vez a 23 bailarines. La coreógrafa desarrolló un proceso creativo que se hizo famoso. Preguntaba a sus bailarines sobre distintos temas y situaciones e intuitivamente iba construyendo una nueva pieza.

Todos teníamos que aportar algo, Pina nos hacía preguntas que podían responderse en total libertad, hablando, con movimientos o con lo que quisiéramos, recuerda la bailarina Ruth Amarante.

Tenía una apertura tremenda; era inmensamente libre, de manera que rechazaba cualquier cosa que la limitara. Derribó todas las barreras que se le pusieron en el camino, afirma Schmidt.

Sepelio en Wuppertal

Interrogado sobre el legado de la artista, el crítico se expresa con desazón. Pina Bausch compuso unas 40 grandes coreografías, piezas que han sido retomadas en el repertorio y puestas nuevamente en escena a lo largo de estos años, pero no sé si esto será duradero, afirma y recuerda cómo la compañía Martha Graham murió casi junto con su creadora.

Me temo que algo parecido sucederá con la compañía Tanz-theater Wuppertal y las piezas de Pina Bausch. No hoy ni mañana, pero con el tiempo me temo que de esta gran artista no quede mucho, manifiesta con tristeza.

El experto explica que las piezas de Bausch son sumamente complejas y sólo habrá posibilidades de mantenerlas con vida si los bailarines de los años iniciales, como Dominique Mercy, Meryl Tankard y Jo Ann Endicott, se dedican a ello.

La última obra de Bausch, todavía sin nombre, fue estrenada en Wuppertal el pasado 21 de junio; en ella buscaba una introspección en el pasado de Chile, donde conoció a su segundo esposo, el profesor de literatura y poeta chileno Ronald Kay, padre de su hijo Rolf Salomon. Se la veía delgada, pálida y cansada, pero así se veía desde hace años, señala Schmidt.

Pina Bausch fue enterrada hoy en el cementerio de Wuppertal en una ceremonia íntima, informó el Teatro de Wuppertal.

Dentro de unos días se efectuará una ceremonia oficial en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia y la ciudad de Wuppertal.

La compañía anunció que mantendrá su programa en la próxima temporada, a pesar de la muerte de su directora.