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Bajo la Lupa

Obama en Moscú: en búsqueda de los recortes nucleares

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El presidente estadunidense, Barack Obama, saluda a invitados durante una celebración con familias de miembros del ejército con motivo del 4 de julio, ayer en el jardín sur de la Casa BlancaFoto Reuters
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ada vez es más notorio el síndrome de multipersonalidad que exhibe Obama, quien parece ajustarse multifacéticamente al incipiente nuevo orden multipolar.

Usamos respetuosamente el síndrome de multipersonalidad en referencia a Obama –de quien festejamos, más que su promisorio arribo, haya expulsado a Baby Bush, quien llevó a Estados Unidos y al planeta a la catástrofe limítrofe–, no en su acepción siquiátrica (disociación patológica en varias identidades), sino más bien en el sentido político alegórico para describir su desconcertante y camaleónica conducta no lineal en los ámbitos doméstico y exterior.

Hemos detectado que el verdadero Obama, que se traslucirá más en su segundo periodo presidencial –si se lo permiten los omnipotentes intereses de Wall Street (léase: la banca israelí-anglosajona) y el Pentágono, que lo tienen secuestrado y amarrado de manos y pies–, se encuentra agazapado en el perímetro energético: desde el desarme nuclear hasta su política de energéticos renovables, al unísono de la explotación del polémico cambio climático (sea real o inventado, da lo mismo: la poderosísima doble maquinaria tecnológica y multimediática de EU ha sido echada a andar inexorablemente).

La personalidad de abolicionista nuclear de Obama representa su lado más fascinante para quienes abogamos pública, infatigable y filantrópicamente desde 1981 por un mundo libre de armas nucleares.

La vocación abolicionista nuclear de Obama y la creación de zonas desnuclearizadas (desde Medio Oriente hasta la península coreana) suenan un tanto fantasiosas en el mundo bélico que legó la dupla depredadora de Dick Cheney y Baby Bush (en ese orden), manejada por los neoconservadores straussianos.

Existe una consistencia notable entre el discurso de Obama en Estrasburgo en abril pasado, sobre la supresión de las armas nucleares y un mundo desnuclearizado (De Defensa, 2/7/09), y el probable acuerdo marco para reducir la mitad de los arsenales nucleares de EU y Rusia, como adelantan Xinhua (3/7/09), la agencia noticiosa china, y Jason Ditz, del solvente portal antiwar.com (1/7/09).

Es la segunda vez que Obama visita Rusia –la primera como senador, y ahora como presidente– donde negociará, tanto con el presidente Dimitri Medvediev como con el poderoso premier Vlady Putin, una agenda cargada durante tres días, del 6 al 8 de julio, que va desde el contencioso nuclear iraní, pasando por la incandescente situación en el Cáucaso y el mar Negro, hasta el más amable, paradójicamente, desarme nuclear que conviene yugular a las dos superpotencias atómicas.

Sergei Prikhodko, principal asesor del Kremlin en política exterior, anticipó que Obama y Medvediev firmarán “un documento marco que delineará los parámetros principales para trabajar un acuerdo de remplazo del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (Start 1, acrónimo en inglés), que expira el 5 de diciembre próximo (Interfax, 3/7/09).

Son los tiempos de los vínculos (linkages) geopolíticos. Según Xinhua, Prikhodko insiste en conectar el sustancial recorte de la mitad de los actuales arsenales del Start 1 con el desistimiento de EU en colocar misiles antibalísticos en Polonia y la República Checa, considerados una provocación contra Rusia en su frontera inmediata, mientras Obama intentará entrelazar el contencioso nuclear iraní a su proyectado escudo misilístico en Europa del Este.

No hay que extraviarse con agendas secundarias, aunque sean primordiales y susceptibles de trueques transregionales, cuando todos los caminos llevan a la necesidad imperativa de concretar un futuro Start 2 que constituye jerárquicamente la prioridad de las prioridades del planeta.

Jason Ditz pone de relieve que el Start 1 permite a EU y Rusia poseer 2 mil 200 ojivas, aunque cada uno posea una mayor dotación y su desarme haya sido más lento a lo acordado. En un artículo previo (1/4/09), Ditz desmenuza que EU y Rusia poseen, mediante trucos contables y hermenéuticos, 4 mil 75 y 5 mil 200 ojivas, respectivamente.

A nuestro juicio, cada una de las superpotencias posee miles más de ojivas en reserva o en vías de desmantelamiento (exageradamente parsimonioso).

Adrian Blomfield (The Daily Telegraph, 1/7/09) avizora que un recorte de la mitad (¡supersic!) de los arsenales de Rusia y EU reduciría sus ojivas entre mil y mil 500.

El retirado diplomático indio M.K. Bhadrakumar (MKB) pone el dedo en la llaga sobre el designio del despliegue misilístico de EU en las puertas de Rusia y que le permite en forma sigilosa a Washington mejorar su tecnología y brindarle una precisión cercana a 100 por ciento (¡supersic!). Lo fundamental, según MKB: un efectivo sistema misilístico defensivo socava fundamentalmente la paridad nuclear de las dos superpotencias e inclina decisivamente el prevaleciente balance estratégico por más de seis décadas en favor de EU (Asia Times, 4/7/09). ¡Nada más!

Rusia debería buscar una salida honrosa a Obama para que abandone el provocativo despliegue misilístico que le heredó perversamente Baby Bush. Quizá, además del ineludible Start 2, una de las llaves maestras para la búsqueda diplomática rusa radique en la desnuclearización desde la península coreana hasta TODO (así, con mayúsculas) Medio Oriente.

Un sustancial recorte de las armas nucleares de EU y Rusia constituirá la piedra de toque del edificio del nuevo orden multipolar y obligará a las restantes potencias atómicas integrantes del Consejo de Seguridad (¡supersic!) de la ONU a imitar a los dos gigantes nucleares, no se diga las potencias nucleares clandestinas (literal), como Israel, India, Pakistán y Norcorea, las cuales deberán ser obligadas en su conjunto y simultáneamente a desprenderse de sus armas letales, y no en forma unilateral y selectiva de acuerdo con los intereses de EU, que maneja dos pesas y mil medidas en referencia al caduco y tan pisoteado Tratado de No Proliferación de Armas Atómicas.

No colocamos a Irán en la lista clandestina porque, hasta no demostrar lo contrario (más allá de las mendacidades propagandísticas de los multimedia israelí-anglosajones), todavía no posee armas nucleares.

La desnuclearización de TODO Medio Oriente –sin excepciones teológicas paleobíblicas, por más respetables sean, que atentan obscenamente contra las leyes internacionales–, finiquitaría de tajo tanto con el contencioso nuclear iraní como con la ominosa dotación unilateral nuclear de Israel (que posee un máximo de 400 bombas atómicas, según el excelso Boletín de Científicos Estadunidenses) que no ha aportado fehacientemente paz ni seguridad a la región y que se ha enfrascado étnica y religiosamente en una guerra permanente con sus vecinos multivariados, sean árabes o persas, desde hace 61 años.