Opinión
Ver día anteriorDomingo 5 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Despertar

A la mañana siguiente

L

a competencia electoral ha provocado en los políticos y los observadores una fascinación temporal. Pero creo que ya es hora de ser más proactivos. Pensemos en lo que va a pasar a partir de mañana. Se desencadena la sucesión presidencial y además tenemos que encarar el quiebre económico, la ingobernabilidad creciente y las consecuencias sociales y políticas de estos fenómenos.

Lo más oscuro es la recesión. Mucho peor que la de 95, sin las expectativas de recuperación que tuvimos entonces. Para 2010 el desempleo llegará a un millón. La baja de salarios e inversiones que padecen todos los países se agravará en el nuestro por la debilidad del fisco y del mercado. La baja del precio del petróleo, el agotamiento de las reservas, la caída de las remesas, el fenómeno generalizado de la violencia y las tonterías del gobierno se asocian: estamos ante la tormenta perfecta.

Es muy probable que la sociedad despierte con furia. Son 30 años sin crecimiento, con una desigualdad cada vez más insoportable y con una concentración monopólica que asfixia el mercado. Además nos miraremos en el espejo de los 200 años de la Independencia y de los 100 de la Revolución. Somos un protectorado de Estados Unidos y el país es uno de los más injustos y desiguales del mundo. Nuestra democracia es un esperpento. Reto a los panistas que intenten festejar los primeros 10 años de la alternancia.

Podría haber violencia, pero tenemos que evitarla. Las revoluciones violentas terminan mal: los peores sobreviven, aplastan a los demás y luego encarnan los vicios de los reaccionarios derrocados. Necesitamos una revolución de las conciencias y nuestra única vía es la democracia, empezando desde los municipios hacia arriba. Es un camino lento y difícil, pero es el único que conlleva una esperanza de modernización.

Las instituciones actuales se encuentran en estado deplorable: inmaduras y decrépitas al mismo tiempo. Ni los partidos, ni los órganos del Estado son capaces de manejar los conflictos que se avecinan. La inestabilidad y la violencia ya están aquí, sin ninguna insurrección. Debemos apostar al despertar ciudadano que se exprese en nuevas formas de organización política.

Ese es el camino que yo veo. La organización popular pacífica: grupos que se organicen en cada uno de los municipios y que se articulen. Sin ella no podemos desplazar del poder a las 50 familias que integran el núcleo de la oligarquía, que no contentos con ser los beneficiarios de la actividad económica están interviniendo cada vez más en el manejo del gobierno, convirtiendo a los políticos y a los gobernantes en sus agentes. Creo que sería justo reconocer que es el camino de Andrés Manuel y de su movimiento. En la edificación de una organización popular y democrática estamos empeñados hace más de 30 meses.