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Eugenia Arenas abrió exposición fotográfica en homenaje al Bombay y otros antros

Velada de complicidad y humor para mostrar el mundo de las ficheras

Convirtieron la Casa de América de Madrid en un inmeso cabaret al aire libre

Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 1º de julio de 2009, p. 6

Madrid, 30 de junio. La Casa de América de Madrid se transformó, hace unos días, en un inmenso cabaret al aire libre.

Había ficheras de vestidos ajustados y maquillaje prominente, con sus santitos protectores, con sus decorados kitsch en los que hay dragones, caparazones de perlas y, por supuesto, las intensas llamas rojas como alegoría del infierno.

La fotógrafa mexicana Eugenia Arenas inauguró, con una puesta en escena irónica y festiva, una exposición sobre los cabarets Bombay, Barba Azul, Babalaika y Run Run, en la que las protagonistas son las chicas que se alquilan para bailar por una ficha.

Arenas se encontró por azar con este proyecto, al que ha dedicado cinco años. Un día, después de ver una de tantas películas de Gabriel Figueroa y de los años 50 del siglo anterior, se preguntó: “¿Qué ha pasado con todos estos sitios, los cabarets?, que fueron santo y seña de una época en México.

Al poco tiempo inició su trabajo de campo, primero indagando cuáles eran los viejos cabarets que seguían en pie, después preguntando si podía entrar –en algunos sólo ingresan hombres– y después, lo más difícil, insistiendo a sus protagonistas para que se dejaran fotografiar.

De ahí nació la exposición Amor de cabaret: la noche en México, que se expone a partir del miércoles en la sala Guayasamín de la Casa de América.

De Estados Unidos a España

La muestra consta de 30 instantáneas en blanco y negro, la mayoría captadas con cámaras análogas, que exhiben con humor y respeto la vida en los cabarets de bailarinas, cuidadores del baño –ahí están Chespirito y La mami del Run Run– y de algún dueño con la cara borrada por el humo del cigarro y la oscuridad.

En cada fotografía hay una historia, en cada persona que conocí en estos cinco años hay, desde luego, una historia para reseñar. Siempre he intentado hacer estas fotografías con el mayor respeto y con la mejor de las intenciones, explicó a La Jornada.

Arenas también reconoció cierta nostalgia por la paulatina desaparición de muchos cabarets que tuvieron auge en los años 50. “Ahora quedan abiertos muy pocos, el Barba Azul y el Bombay son de los originales, alguno con más de cien años de historia, que todavía no se ha cerrado o se ha transformado en otra cosa, como en table dance. Otros, como el Run Run, lo cerraron por orden de políticos conservadores y pacatos, como Diego Fernández de Cevallos”, explicó.

Arenas recordó que en la época de oro de los cabarets, en la ciudad de México había más de cien, a donde la gente iba a bailar, había música en viva y junto a la decoración se convertían en sitios surrealistas y maravillosos, donde todo es un ritual, desde las bebidas, los templos de oración instantánea o los cuartos oscuros, donde se llegó a encontrar camuflados en la oscuridad a dos dragones inmensos, expulsando fuego por la boca.

La exposición de la artista mexicana ya estuvo en San Francisco y Los Ángeles, y ahora visita Madrid después de su paso por Cádiz. En esta ocasión, Arenas pensó en algo diferente para difundir la muestra, por lo que se decidió crear un pequeño espectáculo en el que se diera vida, al menos por media hora, al ambiente de los cabarets mexicanos.

El patio central de la Casa de América se llenó de butacas colocadas de forma aleatoria, todas viendo de frente a un gran escenario con una guitarrista –Teresa García Herráez– y una cantante –Carmen Gabriel Lozada–, quien interpretó sobre todo boleros para las chicas del cabaret. El espectáculo fue escrito y dirigido por la dramaturga y actriz mexicana Amaranta Osorio, quien señaló que la obra se inspiró en las fotografías de Arenas y siempre como una manera de rendir homenaje a esas mujeres de vidas difíciles.

Las actrices que encarnaron a las cabareteras fueron Nieves Mateo, Estela Redondo y Gema Aparicio. El resto de los figurantes los puso el público, que compartieron con complicidad y humor una velada en Madrid a la manera de los viejos cabarets de la ciudad de México.