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Al otro lado de la página, otra visión de la realidad de la lectura en el país

Más allá de cifras, lo trascendente es que se halle sentido al acto de leer
Foto
Daniel Goldin es responsable de la división de literatura infantil y juvenil de OcéanoFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Lunes 22 de junio de 2009, p. 9

La realidad de la lectura en México no puede quedarse en un discurso unitario, limitarla a la frase no se lee o a las cifras que se publicaron hace unos años en la Encuesta Nacional de Lectura, la cual anunció que en el país se leen 2.9 libros al año por persona, advierte el editor Daniel Goldin, quien ofrece un giro en la forma de ver la cultura de la palabra escrita en el libro Al otro lado de la página: imágenes de la lectura en México.

El de la lectura es un fenómeno mucho más complejo, que necesita de políticas de Estado, no de gobierno, que tengan continuidad y permitan hacer de la lectura y la escritura un verdadero acto de reflexión. Por ello, el propósito de Al otro lado de la página, realizado en coautoría con el fotógrafo Carlos Díez Polanco, es presentar la complejidad de la relación con la palabra escrita mediante textos e imágenes captadas en todo el país por Díez Polanco y otros fotógrafos.

Así, este volumen, editado por Santillana, permite no sólo el análisis y la reflexión al ofrecer datos duros, sino también da un aspecto divertido, con lo cual se busca llegar a diferentes interlocutores, no sólo a los académicos, sino también a poetas, sociólogos o políticos.

Afirmaciones innecesarias

Afirmar que en México se lee o no se lee es exactamente lo mismo, añade Goldin, responsable de la división de literatura infantil de la editorial Océano. “Ninguna de las dos cosas nos permiten reconciliarnos con el país. Decir que no se lee no es cierto: la gente lee o escribe para muchísimas cosas, y eso lo demostró la Encuesta Nacional de Lectura. Se leen revistas, libros, periódicos, mensajitos de teléfono, instructivos; no por leer libros las personas van a ser más sabias.

Pero decir que los mexicanos sí leen tampoco significa gran cosa. Más que afirmaciones, tenemos que tratar de entender y ofrecer espacios para que a través de la palabra escrita la gente se desarrolle como persona, ciudadano o profesional, y se involucre en el mundo política o culturalmente. Es decir, vamos a crear esos espacios de la lectura y la escritura.

Leer en México significa, de entrada, que prácticamente 93 por ciento de la población es capaz de leer, cuando hace un siglo la proporción era casi inversa: había alrededor de 80 por ciento de analfabetas, y la mayoría de esta población se formó en su infancia con pocos libros o con padres que le tenían miedo a la lectura.

“Creo que hoy leer y escribir significa una práctica cotidiana que tiene sentidos muy distintos: para algunos es chatear, mandar mensajitos por el teléfono; para otros es leer instrucciones; para otros es medio teclear en la computadora; para otros es leer a Thomas Mann o a Juan Rulfo, y debemos despejar esa nebulosidad e intentar comprender la naturaleza de leer y escribir.”

También ha quedado rebasada la división entre lectura por placer y lectura por obligación. “Han dejado de ser las opciones únicas. Creo que lo verdaderamente importante es que la lectura y la escritura tengan sentido. A veces la lectura obligada se transforma cuando la novela que te dejaron leer te causa placer.

“Es una cosa muchísimo más compleja, lo verdaderamente trascendente para mí es que cada uno de los usuarios de la cultura escrita, en la mayor parte de los actos de escritura o de lectura que realice, encuentre sentido, y eso lo vemos muy poco. Por ejemplo, cuál es el sentido de leer y escribir: pasar un examen; entonces pasas el examen, pero no hay un sentido que te permita ser más dueño de ti o de reflexionar, detenerte en el mundo, ver las cosas de otra forma, participar en tu circunstancia de forma distinta; entonces el hincapié lo haría en el sentido personal y social de los actos de escritura y lectura.

“Lo que encontramos en las prácticas escolares –añade– es una lectura por prescripción, o por proscripción; me parece que si tanto hablamos de la lectura por placer, entonces vamos a dejar a los chicos en libertad, y eso implica también asumir otro reto: no darle la espalda a los lectores.”

Políticas cuestionadas

En el país se necesita dar continuidad a la política oficial referente a la lectura. “Existe la gran tradición en el Estado mexicano de dotar de libros, de apostar por la lectura, aunque cada vez se ha visto más cuestionada. A estas alturas del año no se sabe si va a haber bibliotecas de aula o escolares, y si las hay tampoco quiere decir nada.

“Lo que tiene que haber es una apuesta real para que en verdad se usen las bibliotecas y las de las aulas, para que se cree la figura del bibliotecario escolar, porque si bien es cierto que ha habido una política de creación de bibliotecas, pero tienen pocos bibliotecarios y mal pagados.

“Me parece que la inversión en capital humano es aleatoria, caprichosa, y revela que en el fondo no se ha comprendido la trascendencia. Igual que en políticas educativas, que se dice vamos a destinar tal y tal presupuesto a la educación. Ya llegó el momento no de decir ‘es importante destinar más presupuesto a la educación’, sino de ver en qué partidas y cómo se utiliza el presupuesto, si va a ser para incrementar las prerrogativas de los maestros, para crear nuevos centros o si va a ser para verdaderamente contemplar un sistema que nos permita encarar los retos que en este momento nos está presentando el mundo.”