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El artista catalán presenta exposición en la galería Ethra de la colonia Juárez

Manel Pujol Baladas convierte la sonoridad en imágenes

Utiliza partituras como lenguaje visual

Reúne 50 obras matéricas y trabajos en papel que giran alrededor de piezas de Ludwig van Beethoven, Carlos Chávez y Allan Pettersson

Foto
El artista catalán Manel Pujol Balada, con Carlos Payán, director fundador de La JornadaFoto Javier Armas
 
Periódico La Jornada
Sábado 20 de junio de 2009, p. 3

Para el artista catalán Manel Pujol Baladas (Vic, 1947), de lo sonoro nace la imagen. Por eso, sostiene, sería ideal que un pintor pudiera ponerle música a sus cuadros y un músico imágenes a sus composiciones.

De lo sonoro nace la imagen es el título de su exposición montada en la galería Ethra.

Para el pintor un texto de Silvestre Revueltas define muy bien la relación pintor/músico: “Cuando Revueltas termina La coronela, una obra muy criticada, dice, quisiera completar esta obra dándole color, poniendo imágenes”.

Entonces, cómo traducir en imágenes todo esto que uno siente. Es un reto, pero puede existir. Claro, es una historia muy personal, porque en el fondo uno pinta para sí mismo, porque si no, sería engañarse.

De lo sonoro nace la imagen, título puesto por Fernando Gálvez de Aguinaga, curador de la galería ubicada en la calle Londres 54, colonia Juárez –abierta hace ocho meses– comprende alrededor de 50 pinturas matéricas y obra en papel, que gira en torno a obras específicas de Ludwig van Beethoven, Carlos Chávez y Allan Pettersson.

En el fondo, apunta, es un trabajo conjunto, porque pinto a través de la música que me interesa, me llega y me hace sentir cosas.

Interés por la parte espiritual

Pujol Baladas siempre ha trabajado con música: “Cuando llegué a México hace 11 años había una parte instrumental en el cuadro, había como escenarios, donde salían elementos de la orquesta, por ejemplo, violines.

“En el fondo, lo que en realidad me interesaba era la parte espiritual, la que te llega adentro, que era la música, no tanto la instrumentación ni los escenarios. Fui dejando esto para basarme más en la partitura, que uso como lenguaje visual de entrada a la pieza.

“Creo que el cuadro de verdad es el fondo, es el tratamiento de fondo. Y la partitura o las notas musicales, lo que me ayudan es a componer y tener un diálogo más directo con el espectador.

Últimamente he dejado, inclusive, las notas porque pienso que la validez de la obra ya es el sentimiento, puramente la parte abstracta. Eso ha sido una evolución que ha pasado en México, donde me he vuelto más abstracto.

La sorpresa, vida del cuadro

Las composiciones presentes son los conciertos para arpa, de Carlos Chávez; la Sinfonía No. 8, de Pettersson; la Sonata para piano No. 29 Claro de luna y la Quinta sinfonía, de Beethoven.

Mientras los cuadros en torno a las obras de Chávez son monocromos, con las de Pettersson empieza a haber un poco más de nota de color.

Pettersson, apunta el entrevistado, tuvo una vida muy dura, de joven fue mal tratado al punto de tenerse que ir de casa. Empezó como instrumentista, después pasó a la composición. Mediante la música empieza a vomitar todo lo que le pasó. Esta parte espiritual, estas gra-fías, contrastan con la parte física, negra, realmente de dolor, que es la que intenta quitarse de encima de alguna manera.

Es en las obras dedicadas al compositor sueco, donde Manel Pujol tiene un mayor desarrollo del craquelado.

El artista sólo llevó la obra de Petterson al papel: Hay dos movimientos de la octava sinfonía, en el primero trabajo con una sola forma y en el segundo la desdoblo, donde la nota fluye en medio desde estas dos grafías.

La pintura realizada en torno a la música de Beethoven se encuentra en el segundo nivel de la galería alojada en una casa porfiriana, cuyo responsable es Rodrigo Borrás Delgado.

Allí se impone el rojo que representa la pasión. Si en un momento de Claro de luna el célebre compositor se enamora de su transcriptora”, en la Quinta con estas explosiones de color es como si la batuta pintara.

Pujol Baladas utiliza mesas bajas, de 70 centímetros de alto, donde “trabajo las materias, donde puedo visionar bien la obra, pero además me alarga el brazo y si no, doy la vuelta para completar la pieza porque no la puedo levantar hasta que está seca. Primero, monto todas las materias, todo el fondo, y ya seco, puedo ir incluyendo el trabajo de dibujo que además es un tratamiento en agua –a veces hay toques de óleo al final–, pero mientras esté mojado puedo modificar cosas.

Sí es una pintura pensada, elaborada mentalmente, pero que me dejó sorprendido y a veces la sorpresa hay que saberla usar porque es la vida del cuadro.