Opinión
Ver día anteriorJueves 18 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Lejos
U

na de las cosas que hay que agradecer a Otto Minera es su incesante búsqueda de obras muy interesantes y dramaturgos poco o nada conocidos por nosotros. De la notable Caryl Churchill únicamente habíamos visto A number que dirigió Mario Espinosa con el título de Las copias con muy buen éxito de público y crítica, por lo que es extraño que otros directores no se hubieran interesado en otros textos de la controvertida, y ya muy estudiada por la crítica, dramaturga inglesa. Se sabe de Caryl Churchill (nacida en 1938) que se la considera un pilar de la evolución de la estructura dramática, al grado de ser comparada con Pinter y con Beckett en su país, que plantea temas feministas y tiene un punto de vista socialista ante los problemas mundiales, lo que la ha llevado a ser atacada como anti judía por su defensa de los palestinos. Lejos es una muestra de ambas cosas, su difícil estructura dramática en diversos estilos –por la que se la ubica como postmodernista– y su preocupación por el destino humano en un mundo neoliberal de capitalismo feroz.

El título alude a una lejanía tanto espacial como temporal, en un lugar y un tiempo futuros en que los humanos, y también los animales y los elementos, luchen todos contra todos. Lejos parte de escenas realistas, como la primera en que Harper consuela a su sobrina del temor a los ruidos nocturnos, hablando claramente de la ayuda que presta a algunas personas a escapar de un peligro nunca identificado –lo que la emparenta con muchas obras de Pinter. Continúa con escenas cotidianas de una fábrica de sombreros entre Todd y la nueva obrera Joan, pero en que se deja ver, así sea remotamente, la presión que el despiadado jefe ejerce sobre sus trabajadores, se suceden escenas de amorío entre ambos obreros entreverados con ejercicios marciales en que la aparentemente inocente Joan entrena a varios jóvenes, para culminar en un absurdo diálogo entre Harper y Todd, en el que se habla de la lucha de animales y elementos como si ellos fueran también participantes, antes del sorpresivo, pero justificado por anteriores escenas, final.

El texto de Churchill, así va del realismo al absurdo en escenas breves que parecen contar una historia nunca clara para nosotros, a no ser la amorosa en un contexto amenazante y ominoso, con costumbres tales como el desfile de sombreros, antes de que nos enteremos que tampoco la historia de amor es verdadera como revela el brutal final. Minera, que es también responsable de la traducción del texto, acomete la dirección de tan difícil obra con aciertos y soluciones que no lo son tanto. Entre los aciertos, la presencia de esos soldados guardando las puertas de la fábrica de sombreros, la escena muda del cortejo que hace Todd a Jane por medio del acordeón, la presencia apenas insinuada de la joven en la casa de Harper y otros muchos entre los que se cuentan la utilización escénica de una veintena de muchachos y muchachas, alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, tal como pide la autora, en diversas escenas.

Al contrario, los cambios de escena no son muy felices, con el constante movimiento de la larga mesa –en diseño escenográfico de Auda Caraza y Atenea Chávez– que es utilizada como mesa de trabajo en la fábrica (y que podría quedar en su sitio como un símbolo) y también, lo que no se justifica en la escena inicial entre Harper y la sobrina que debería ser realista, como un piso de altura en donde la tía habla con la niña. Tampoco la escenofonía de Rodolfo Sánchez Alvarado es tan acertada como en otras ocasiones por excesiva y porque opaca un tanto las voces de los actores. El vestuario de Edyta Rzewska es, como siempre, eficaz y el atrezzo de Haydeé Boetto y José Agüero, con los divertidos y estrafalarios sombreros del desfile, es un inicio de lo absurdo de la situación. Son muy buenas las actuaciones de Emoé de la Parra como esa Harper que trabaja contra el sistema sin alardes y olvidada de todo glamur, de Jacobo Lieberman que encarna a un Todd polifacético, lo mismo subversivo que amoroso galán y trabajador sumiso y de Isabel Aerenlund en su doble personalidad de aprendiza triunfante y líder de un movimiento brutal y despiadado.