Opinión
Ver día anteriorMiércoles 17 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Foro

Vals con Bashir

U

n documental de animación sobre la memoria. Vals con Bashir, del israelí Ari Folman, no es estrictamente el primer acercamiento autobiográfico, capturado en animación, a un episodio dramático en la historia de un país. Recuérdese Persépolis (Paronnaud/Satrapi, 2007), estupendo relato animado sobre la manera en que una joven iraní vive el exilio en Francia y también la intolerancia fundamentalista en su país de origen.

Lo realizado por Folman posee, sin embargo, en su compromiso antibelicista, una fuerza crítica más contundente y una factura artística todavía más novedosa. El narrador es el propio cineasta, quien alude a su experiencia juvenil como soldado durante la invasión israelí a Líbano en 1982 que, debiendo durar sólo unas semanas, terminó prolongándose 18 años. El primer año de esa ofensiva, en la que se brindó apoyo a las milicias cristianas falangistas, y a su líder, el mandatario Gemayel, culminó trágicamente con la masacre de más de mil palestinos en las barriadas miserables de Sabra y Chatila, en la periferia de Beirut.

Durante años buena parte de la opinión mundial acusó a Israel de haber organizado la masacre, y en particular al ultraderechista ministro de defensa Ariel Sharon. Lo que Folman denuncia aquí es la pasividad cómplice del ejército israelí, que habría permitido esa ejecución masiva perpetrada por los cristianos libaneses en represalia por el atentado en que perdió la vida su líder histórico, Bashir Gemayel.

El cineasta muestra la desproporción absurda de la venganza, ese escarmiento radical que todavía 25 años después conoce variantes dramáticas en una incursión israelí en Cisjordania. Lo interesante es que la condena de esta política belicista de la derecha fundamentalista procede de un cineasta israelí, antiguo combatiente en Líbano, impugnador hoy de toda guerra intervencionista.

Vals con Bashir es una metáfora eficaz y muy elocuente de la actitud de los mandos militares que eligieron participar con los falangistas cristianos en una danza macabra de exterminio planificado. El registro documental por medio de la animación combina la realidad y una suerte de evocación onírica en el intento del cineasta por exorcizar sus propios fantasmas de joven combatiente.

Una escena inicial muestra a una jauría de perros rabiosos, acribillados uno a uno por un soldado israelí para evitar que sus ladridos alerten a la población palestina de un ataque militar inminente.

En otra secuencia, un soldado baila solitario en una calle desierta de una Beirut devastada, disparando al aire su metralla, entre jubiloso y delirante; al fondo las paredes están tapizadas con retratos de Bashir, el presidente ejecutado. Hay imágenes que parecen proceder del subconsciente agitado de Ari Folman, como esa sucesión de niños que emergen desnudos del mar para enfundarse sus uniformes militares, o el registro, ese sí con material de archivo, de escenas desgarradoras de la masacre de Sabra y Chatila.

Un alegato antibelicista de formidable vigor expresivo, con técnicas de animación flash y de tercera dimensión, que alternan con recursos más convencionales.

Vals con Bashir es una reflexión finalmente serena, sin ánimo panfletario ni propósitos de revancha, conducida a la manera de una novela gráfica, entremezclando entrevistas con antiguos compañeros y añadiendo a esos puntos de vista el comentario íntimo, lírico y desencantado. Un documental polémico que a su modo ha comenzado también a hacer historia.

La cinta se exhibe hoy en la Cineteca Nacional a las 12, 16, 18:15 y 20:30 horas, y mañana a las 13, 16:30, 18:45 y 21 horas.