Opinión
Ver día anteriorMiércoles 17 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Memories

¿R

ecordar es vivir? Acaso recordar sea imaginar que se recuerda y todo por imaginar que se vivió. Lo que de la vida queda, tengo la impresión, no son recuerdos, sino imágenes; entre mejor organizadas, mejor vida. En todo caso eso parece que piensan (¿imaginan?) los artistas.

Recordar, muy probablemente, sea imaginar que se recuerda, que se vivió. ¿Es esto triste? Depende. De si lo que se recuerda ya no es, de si, quién sabe cómo pero sí, sigue siendo –es imagen actuante, presente, viva insuflando vida, y todavía, siempre, abierta, receptiva a la vida que a ella se allega, arrima; que a ella (una danza infinita) se propone.

No pocas veces se ha diferenciado entre recuerdo y memoria. Pudiéramos decir que el recuerdo es opaco y la memoria a la vez brillante y transparente. Hablando de recuerdos, hace más de 15 años que refiriéndome a la novela de Rulfo escribí: Susana es la memoria del amor. Pedro tan sólo su recuerdo. No sé si tenga razón en el aserto, sé que en todo caso apoya, ¿ilustra?, la idea anteriormente expuesta.

Diversas experiencias me han enseñado que tendemos a recordar lo que nuestras imágenes nos piden que recordemos, lo que nuestro background imaginal o imaginario es capaz, y según es capaz, de asimilar.

Por febrero en estas páginas se recogía la voz de José Emilio Pacheco indicándole a un joven que toda la poesía es memoria. Y Vilma Fuentes hace muy poco, pero también hace casi un año (La palabra estrujante, La palabra a salvo), apuntaba que para Foucault la locura es ausencia de obra. Los recuerdos, cierto, pueden enloquecer, hacer enloquecer; la memoria sostiene, mantiene, salva. Obra. (¿Y Susana? Todos sabemos, creo, que está salvada. ¿Y Pedro? Dejémoslo así.)

Curioso. Siempre digo (en los ahora muy pocos talleres que coordino) que el taller se va para donde quiere. Y nada que hacer. La escritura parece que también. Intentaba yo justificar la mención de un recuerdo, que veo como entre sueños, donde oigo a Margit Frenk cantar acompañándose a la guitarra. Pienso que aquellas coplas de la torre en el mar, que tiene una ventana desde donde una niña a los marineros llama. No lo sé.

Todo es como un sueño, un muy bello sueño. Allí también anda, mejor dicho está, y cantará, el Negro Ojeda. Supongo que Víctor Martínez. Y que donde estamos vive Olivia Gall. Una indecisión: creo recordar ahí mismo a Tomás Segovia, lo que encuentro imposible, pues hubiera intercambiado al menos algunas palabras con él y de ello no tengo el menor registro.

Es uno de mis recuerdos, o imágenes, más felices. Margit cantando.