Opinión
Ver día anteriorMiércoles 17 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Carretadas de dinero para partidos políticos

Una fortuna para votar por el menos malo

E

n México partidos políticos y organismos electorales están en la mira de la ciudadanía, el elemento más importante –según la teoría– de cualquier democracia. Se acercan los comicios del 5 de julio y unos y otros reportan, no gratuitamente, los niveles más bajos de credibilidad y confianza, y ahora en plena negación desestiman la corriente anulista –aquella que se pronuncia por la anulación del voto– y glorifican la tesis de que es necesario sufragar, aunque sea por el candidato menos malo.

Si esa es la recomendación más acabada de los propios partidos políticos y sus organismos electorales, flaco favor le hacen a su causa, pues implícitamente reconocen que sus gallos de pelea ni siquiera llegan a pollos y que de plano ni en eso, la selección de candidatos, medianamente desquitan la carretada de dinero que reciben de la ciudadanía.

Se aproximan los comicios intermedios y los pronósticos mencionan un abstencionismo cercano a 70 por ciento, con ganas de empeorar. Pésima selección de candidatos, voracidad de los partidos, alocadas tribus en pos del hueso, vergonzosa complacencia de los organismos electorales, escasos resultados de unos y otros, y la nueva máxima de que se vote aunque sea por el menos malo, no constituyen precisamente una caja de bombones que seduzca a la ciudadanía para que colme las casillas el primer domingo de julio de 2009.

Se supone que el compromiso de partidos y organismos electorales fue desquitar hasta el último centavo del grueso financiamiento que les canaliza la ciudadanía. Pero a la vuelta de los años y contrastando lo gastado con lo obtenido, unos y otros reportan un abultado déficit que muy a su pesar pagan los mexicanos. Y no es poco el saldo.

En los últimos nueve años partidos y organismos electorales se han engullido la friolera de 123 mil millones de pesos (sin considerar tiempos fiscales en los medios electrónicos de comunicación), es decir, el equivalente a 60 por ciento del saldo de la deuda pública de los 31 estados de la República más el Distrito Federal, o si se prefiere la construcción y puesta en operación de una refinería de muy buen tamaño que terminaría con la dependencia en importación de gasolinas. Todo en nombre de la democracia, aunque sea poco resultona.

¿Ha valido la pena esa inversión? Algunos dicen que sí, porque ha fortalecido la democracia, aunque ésta no registre mayores resultados a los electores. De cuánto se han comido los partidos políticos y los organismos electorales da cuenta un detallado análisis elaborado por uno de los centros de estudio de la Cámara de Diputados, del cual se toman los siguientes cifras.

Como se anota líneas arriba, de 2000 a 2009 la ciudadanía canalizó 123 mil 173.19 millones de pesos a partidos políticos y organismos electorales, un mundo de dinero si se mide con respecto a los escasos resultados por ellos aportados. Este monto equivale a 62 por ciento del presupuesto 2009 para la educación pública, y resulta casi seis tantos mayor al de la UNAM, al que ahora pretenden recortar.

De ese tamaño es el pastel, pero hay de rebanada a rebanadas. De acuerdo con la información de la Cámara de Diputados, por cada peso que en el citado periodo obtuvieron los partidos políticos, los organismo electorales (IFE, Trife y Fepade) obtuvieron 3.15, y entre ambos sumaron los referidos 123 mil millones.

El análisis de referencia señala que durante el periodo 2000-2009 han existido en México 16 partidos políticos nacionales que han recibido financiamiento público por 29 mil 650.62 millones de pesos. Por el lado de los organismos electorales, la rebanada acumulada en ese mismo lapso suma 93 mil 522.57 millones de pesos.

De 2000 a 2009 los partidos políticos obtuvieron, en promedio anual, alrededor de 3 mil 300 millones, aunque según el sapo la pedrada. La Cámara de Diputados precisa que en ese periodo ocho partidos políticos han mantenido su representación en el Congreso de la Unión, recibiendo un financiamiento público de 28 mil 350.38 millones, equivalente al 95.9 por ciento del financiamiento público total otorgado a esas entidades.

El que mayor financiamiento (como le llama al dinero entregado por la ciudadanía) obtuvo en ese lapso fue el Partido Acción Nacional: poco más de 8 mil millones de pesos; le siguen en cuanto a monto de recursos el Partido Revolucionario Institucional, con 7 mil 931.63 millones; el Partido de la Revolución Democrática, con 4 mil 708.87; el Partido del Trabajo, con 2 mil 76.64; el Partido Verde Ecologista de México, con 2 mil 476.16; Convergencia, con mil 795.41; el Partido Nueva Alianza, con 736.11, y Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesino (que a estas alturas ya no es campesino ni alternativo), con 565.39. Una fortuna invertida para que ahora recomienden votar por el menos malo.

Pero en el camino mordieron el polvo ocho partidos políticos más, que no se fueron en blanco. Los que no alcanzaron o perdieron su representación en el Congreso de la Unión fueron los partidos del Centro Democrático, de la Sociedad Nacionalista, Auténtico de la Revolución Mexicana, Alianza Social, Democracia Social, Liberal Mexicano, México Posible y Fuerza Ciudadana, los que al final de cuentas se llevaron una rebanada de mil 327.83 millones de pesos, el 4.1 por ciento del financiamiento público otorgado a estas fuerzas nacionales de México.

Por el lado de los organismos electorales, el de mayor alcance ha sido el IFE, el cual ha consumido (2000-2009) casi 82 mil millones de pesos. Al Trife le tocó una rebanada por alrededor de 11 mil millones y a la Fepade otra cercana a mil millones, y para como van las cosas de aquí en adelante el pastel crecerá y crecerá, mientras los resultados se irán haciendo cada vez más pequeños. Lo mejor del caso es que la ciudadanía es el elemento más importante de la democracia.

Las rebanadas del pastel

En el descarado peloteo por el asunto de las guarderías en Sonora, los blanquiazules levantan el dedo y acusan a los tricolores de influyentismo, es decir, vil tráfico de influencias en la asignación de contratos. Desde luego que no es una versión descabellada, pero ¿qué entenderá el PAN por influyentismo?, porque parece olvidar que también hay guarderías asociadas a los Gómez del Campo (una de las ramas familiares de la first lady), amén de los multimillonarios negocios de San Juan Camilo Mouriño con Pemex, los lucrativos contratos para Hildebrando Zavala (hermano de la susodicha) y lo que se acumule esta semana. Sería muy atractivo que los del dedo flamígero explicarán cuál es la diferencia entre un influyentismo y otro.