Opinión
Ver día anteriorLunes 15 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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TOROS
Novilladas
L

a Plaza México presenta en el serial novilleril de este año la contraparte de las grandes tardes. Sólo se escucha, en el coso silencioso, el sonido de la banda y el olé inicial de las novilladas que sale automático a las cuatro en punto de la tarde, ni un minuto antes ni un minuto después. Rápido y alegre choca sobre el frío cemento, vibra, se aleja y se pierde en el rumor silencioso de los tendidos.

¿Saldrá esta temporada el novillero sensación que genere esas tardes de expectación? Esas tardes en que las mujeres con el espolazo de la sangre provocado por la fiesta del sol y la cercanía con la muerte, los labios entreabiertos, el rostro encendido, las arterias latiendo con celeridad, el giro de las caderas en el caminar y el vértigo en forma de visión, contemplen pasmadas el juego de la verónica cargando la suerte, representadas en todo su esplendor por la exuberancia de la vida y la pasión en el murmullo de los corillos después de lances expectación.

La Plaza México se queda sola y las corridas se vuelven temas nostálgicos. Misteriosas historias de ganaderos, toreros y aficionados que parecen desaparecer. Nuevos aficionados que a la sombra de tal influencia esperan el milagro de la resurrección de esa fiesta poeta y fatalista, alegre y trágica, fantástica y espiritual, atrevida y loca, deslumbradora y magnífica bajo el sol dominguero que la alumbra y el halito que la hace palpitar.

La plaza se queda silenciosa sin ese olé que nos diferenciaba por su son inacabable, y los cabales se refugian en los comedores vecinos del coso en espera de ese novillero, esos novilleros, esos novillos de encastada nobleza que enciendan la pasión y le vuelvan a dar vida a la plaza que parece sin vida.